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La segunda muerte de Pardo Leal

Su estatua fue violentada Me lo habían dicho pero no lo creí hasta no verlo con mis propios ojos. No pensé que el fascismo tocara de esa forma los monumentos y pensé que esto era algo pasado.

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Colombia lucha por la paz. Foto de Leon Hernandez / Flickr. Creative Commons License.

Armando Orozco Tovar

 

Pero es verdad, la escultura de Pardo Leal realizada por Emiro Garzón ya no existe. Que yo sepa, la radio no dijo nada.

Los de la emisora “la doble U”, guardó silencio. Los noticieros tampoco hicieron el escándalo que suelen causar los chismes, que siendo de mucho menor valía son los que dan dinero. Ni siquiera se atrevieron a mostrar su esqueleto inexistente de bronce.

Hoy recuerdo con tristeza, que asistí a su inauguración un día del año 89 en el gran separador verde entre árboles de la Avenida de Las Américas donde fuimos a acompañar a Emiro Garzón.

Ese día asistieron amigos de muchos sectores políticos, miembros militantes del Partido Comunista y de la Unión Patriótica y de Jaime Pardo Leal, su  máximo dirigente.

Esta escultura se la encargó a Emiro Garzón el Concejo de Bogotá costándole una suma importante esta institución que se tendrá que averiguar, porque se utilizó dinero de todos los bogotanos para su realización.

Jaime Pado Leal. Wikimedia Commons. Creative Commons License.

Emiro Garzón obtuvo el bronce de cientos de casquillos de balas, que él le compró al Ejército, fundiéndolos en su taller del norte de la ciudad, que luego trasladó a los cerros de Suba, donde lo instaló en enorme taller con hornos de fundición y todos las  los requisitos técnicos que se requieren para estas locaciones.

Veinticinco años después la gran escultura de Pardo Leal ya tenía – producto del tiempo y de las lluvias – la sagrada pátina que todo monumento antiguo debe tener, convirtiéndolo en un patrimonio histórico y cultural de la ciudad y el monumento de Garzón ya lo era.

Pero el fascismo paramilitar de Colombia lo ‘voló’. Y entonces se veía a Pardo Leal saliendo de la roca de granito convertido en bronce con su mano derecha alzada hacia cielo y con los dos dedos del corazón e índice haciendo la señal de la victoria.

Un gesto que resultaba asombroso teniendo en cuenta los seis mil asesinados ocurridos en los veinte años que duró la Unión Patiótica, partido político que el ex candidato presidencial representó y que si el genocidio no se produce de casi todos sus miembros con seguridad hubiera llegado al poder.

Siempre ha ocurrido así: el fascismo no perdona los símbolos, y tampoco la libertad de expresión. Mucho menos los monumentos que recuerdan a los hombres íntegros servidores de su pueblo como lo fue Jaime Pardo Leal.

Años antes en la Medellín de la época del terror “narco- para- militar”, la “Paloma de la Paz” de Botero, sufrió una ‘voladura’ en un parque de la ciudad, y mucho antes hubo otro  atentado contra los murales de Pedro Nel Gómez.

Foto: Pixabay

En la España en guerra contra el fascismo del 36, hace 70 años la población vasca de Guernica fue bombardeada inmisericordemente por la aviación nazi, y no sé porque la reacción mundial de los grandes intereses económicos de la guerra no ha quemado hasta ahora el famoso lienzo de Picasso. Y ahora le tocó a Jaime Pardo Leal. Y esta joya de la escultura histórica de Emiro Garzón no volverá a estar entre nosotros en ese sitio de la Avenida de las Américas, iluminando con su mano de antorcha la oscuridad de estos tenebrosos tiempos neoliberales. ¿Por qué nadie dijo nada?

 

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