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Cincuenta años viendo pasar a la Chica de Ipanema

La “Garota de Ipanema” permitió universalizar uno de los géneros musicales latinoamericanos más elegantes e influyentes de todos los tiempos: la Bossa Nova. Se cumplen 50 años de la creación de la canción.


Miriam Valero

Era el verano de 1962 en Río de Janeiro. A los pies del Cristo de Corcovado, en la playa del lujoso barrio de Ipanema, una chica enérgica paseaba cerca del mar y un hombre cansado en un bar la vio pasar. Agarró una servilleta y garabateó el principio de una canción. Él era el poeta Vinicius de Moraes y ella era la joven brasileña Heloisa Eneida.

De Moraes escribía entonces letras junto a unos músicos que habían empezado a revolucionar los sonidos del país a finales de los años 50. Tocaban canciones compuestas por ritmos sencillos, llevados por la guitarra clásica, acompañada por un piano y una voz suave casi susurrante a la que llamaron Bossa Nova.

El poeta trabajaba con los considerados padres del género unos jóvenes Joao Gilberto, que con su guitarra y su voz quería buscar la perfección en la sencillez, y Antonio Carlos (Tom) Jobim un pianista con estudios clásicos y un adelantado sentido de la composición para su tiempo.

El encuentro entre Moraes y Eneida, a la que también contemplaba Jobim, inspiraría la creación de “La chica de Ipanema” una de las canciones más grabadas en la historia de la música que relata la gracia de una mujer yendo camino del mar en la playa.

Hasta el día de hoy, ha seguido siendo el más reconocible reflejo de la elegancia y el equilibrio que transmite la bossa nova, que con sus limpias armonías traslada a sus oyentes a un lugar lejano ansiado de paz y tranquilidad.

En aquel momento, muchos los criticaron y los llamaron desafinados, pero finalmente sus armonías conquistarían el mundo y ganaron la batalla a los críticos. Joao Gilberto les respondió en su canción “Desafinado” (1958), “Si dices que desafino, amor mío, (…). Si insistes en clasificar mi comportamiento de anti musical, (…) Lo que no sabes, ni siquiera presientes, es que los desafinados también tienen un corazón”. Los tres, Joao Gilberto en la guitarra y la voz, Tom Jobim, al piano, y De Moraes en la letra, se unieron al saxofonista de jazz estadounidense Stan Getz, y a la mujer de Joao, Astrud Gilberto que puso la voz femenina, para grabar la versión en inglés de la canción.

El corte se incluiría en “Getz/Gilberto” (1963), el disco que internacionalizó la Bossa Nova, junto a la película “Orfeo Negro” (1959) Palma de Oro en Cannes.

Fue precisamente esto lo que hizo que al resto del mundo se prendase del evocador y melancólico género latinoamericano que ha influido en la historia de la música.

Tras el éxito de la canción, el género comenzó a interesar a los protagonistas de la escena del jazz y a algunos de los cantantes más importantes de la época que comenzaron a interpretar la bossa. Algunos de ellos Sergio Mendes, Miles Davis, Charlie Byrd, Ella Fitzgerald o Frank Sinatra, entre muchos otros.

Así, la Bossa Nova que nació en la guitarra de Joao Gilberto con el single “Chega de Saudade” en 1958 y que deconstruyó los ritmos de la samba, se desvaneció en el interior del país con el golpe de estado militar de 1964, quedando relegado su desarrollo a partir de entonces fuera de sus fronteras. “La chica de Ipanema” y la bossa nova han supuesto una de las mayores exportaciones culturales e influencias del arte latinoamericano al resto del mundo.

Una revolución de la que antes de morir, Antonio Carlos Jobim dijo “Desde los tiempos de la colonización portuguesa, nuestro país ha sido invadido por influencias extranjeras. Por primera vez, a través de la Bossa Nova, nosotros fuimos capaces de influir en alguien”.

(Photos: Pixabay)

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