Globo, Latinoamerica

Tom Feiling: «Somos unos ignorantes de Colombia»

Un nuevo libro de un escritor y cineasta inglés describe cómo su temprana experiencia del país le llevó a un deseo de superar su imagen distorsionada en la prensa británica. Quiere mostrar a los lectores el contexto histórico y social de la violencia, y los cambios políticos necesarios para una paz duradera.

 

Graham Douglas

 

Tom Feiling fue por primera vez a Colombia en busca de sol y de un cambio en la realización de documentales de televisión. Después de hacer Resistencia: Hip-Hop en Colombia, que ganó numerosos premios de cine, se convirtió en director de campaña de TUC, proyecto para la Justicia de Colombia.

A esto le siguió su primer libro La máquina de caramelo: Cómo la cocaína se apoderó del mundo (Penguin 2009).

Su escritura es un documental de viaje político, como él dice, una visita guiada con paradas para almorzar y leer las noticias, como la tradición de libros  de Peter Robb sobre Sicilia y Brasil.

Colombia ha hecho una profunda impresión, y aquí  habla con The Prisma sobre su nuevo libro Paseos cortos desde Bogotá: Viajes en la nueva Colombia, (Allen Lane, 2012), y sobre su preocupación por el actual proceso de paz.

Reconoce los aspectos positivos de Colombia en su cálida vida social a pesar de la violencia política, y ve un gran futuro si se desarrolla su propio modelo de desarrollo, libre de la interferencia neo-liberal de EE.UU.

¿Cómo se ve a sí mismo: como un escritor político o de viajes?

He trabajado durante 6 años en documentales de televisión y, a través de eso, me pude hacer  una idea de los intereses que tienen los medios de comunicación. Mi libro es esencialmente político, pero necesitaba encontrar nuevas maneras de enganchar a la gente con un tema en el que las líneas de batalla entre la izquierda y la derecha se elaboraron hace mucho tiempo. Así que trato de llevar al lector a través del interés humano, para comunicar lo fabulosa que es Colombia, y luego empezar a escoger su política e historia.

¿Qué es lo que le llevó a Colombia la primera vez?

Quería aprender español e ir a un sitio donde hiciera calor y fuera barato, así que en 1999 me fui a Venezuela. Viajaba con un diccionario y un ejemplar de Cosmopolitan … Las revistas femeninas son una buena manera de aprender un idioma porque usan un estilo informal. Entonces conocí a algunos mochileros que iban a Colombia, y pasé un mes en la costa norte, en Cartagena y en el Parque Nacional Tayrona.

¿Se dio cuenta de que había posibilidades de que fuera algo más que un viaje turístico?

Volví a Londres, hice un curso de español del nivel A, ahorré algo de dinero y volví. Viajé por todo el país y empecé a enseñar inglés en Bogotá. Después de seis meses, se me ocurrió la idea de hacer una película sobre el hip-hop en Colombia. Pensé que sería una buena manera de desafiar a las expectativas, hablar con los colombianos, tanto pobres como educados, a través de esa forma musical que no te esperas encontrar allí, y a partir de ahí, saber cómo pensaban acerca de las conversaciones de paz, la guerrilla, los paramilitares, etc. Así que era un proyecto político que venía en un formato amigable para el espectador.

¿Sintió usted conflicto al admirar la cultura colombiana y no gustándole la cultura consumista occidental?

Fue refrescante averiguar que los colombianos no se preocupan innecesariamente. Se preocupan por los problemas reales, mientras que en Gran Bretaña la gente ha perdido la perspectiva en los últimos 20 años. Hay una sensación generalizada de que las comunidades son cada vez más débiles y que la gente está más sola. Tenemos más relaciones virtuales, están cada vez más alejados del poder y no participan en la toma de decisiones.

Sin embargo, en Colombia la gente se ayuda mutuamente a mantenerse a flote. Colombia puede que sea un país menos democrático, pero la gente valora más que nosotros a sus vecinos y familias. Y les encanta la música y una buena fiesta.

Es interesante que los gobiernos estén buscando las llamadas “Votaciones de felicidad”. Definitivamente hay motivos para decir que Colombia es  uno de los  países más felices. No estoy diciendo que Gran Bretaña sería mejor si visitáramos a nuestras abuelitas y fuéramos a la iglesia con más frecuencia, pero parece que funciona para los colombianos.

Política, drogas, tierra

Usted dice que Colombia está dirigida por una élite educada en Bogotá que no tiene concepto de lo que se siente al ser atrapado en el conflicto entre la guerrilla y los paramilitares. ¿Cuál es el camino hacia una paz duradera?

A través de la construcción de una vida política más abierta y democrática. En los últimos diez años, las percepciones Anglo-Americanas de Colombia se han centrado en la guerra  del terror, las FARC y los narcotraficantes. Pero hay que ver el contexto. Colombia es uno de los países más desiguales del mundo. Pobreza, marginación, violencia política y violencia callejera son las historias reales. La vida política de Colombia está todavía determinada en gran parte por la vieja estructura colonial, donde una pequeña élite completamente occidentalizada, está totalmente divorciada de una gran parte de la gente a la que gobierna.

Pero cuando nos fijamos en la forma en la que Gran Bretaña logró la democracia, puedes ver que tardaron varios cientos de años. Aunque yo no creo que sea nuestra misión contarle a los colombianos cómo lograrlo, sino que la solución a largo plazo radica en acabar con la pobreza crónica y el abuso de los derechos humanos, y la construcción de instituciones fuertes y democráticas.

The Economist puede prescribir reformas neoliberales – un mercado laboral flexible, tarifas más bajas, más privatización – pero así se están eludiendo los problemas más grandes. Colombia necesita un poco de nivelación. Es necesario hacer frente a siglos de abandono, como se está haciendo en Brasil y Venezuela.

¿Cómo se puede lograr, dada la arraigada influencia de los paramilitares y sus amigos políticos?

La gente me ha preguntado «¿dónde está la nueva Colombia en tu libro?». Está en la promesa de las conversaciones de paz. El nuevo presidente Juan Manuel Santos está hablando de la reforma agraria y la devolución de las tierras robadas a sus legítimos dueños.

Pero éste se enfrenta a obstáculos. Las viejas élites regionales están acostumbradas a una relación represiva con sus vecinos pobres. Santos se ha dado cuenta de que si se va a recuperar la tierra que ha sido robada por los paramilitares y los narcotraficantes durante los últimos 20 años, va a tener que enviar al ejército. El ejército nunca ha hecho frente a la extrema derecha en Colombia. Para que eso funcione, Santos necesita tener a su lado tanto al ejército como a la opinión pública. Y mientras el ejército esté atado luchando contra la guerrilla, ellos no tienen el personal para hacerlo.

Por mucho que los medios de comunicación culpen a las FARC por los combates, su llamamiento a la distribución de la tierra es irrefutable. Una gran parte de las conversaciones de paz están dirigidas a lograr que la guerrilla baje las armas y ponga su peso detrás de lo que Santos está tratando de hacer – que es enfrentarse a algunos grupos muy poderosos.

¿Quién se beneficia de la cocaína?

Usted dijo que las FARC se han corrompido por el tráfico de cocaína que opera en su territorio, pero los colombianos me han dicho que esto sólo se aplica alrededor de 6 de sus 24 frentes.

Las FARC son anteriores al negocio de la cocaína. Ellos no son la misma cosa. Pero en las zonas donde el negocio de la coca es fuerte, las FARC tienen que tener relación con éste. En algunos casos, las FARC sólo ponen impuestos a los cocaleros. En otras áreas  también cobran impuestos a los traficantes de cocaína, y algunos frentes participan activamente en coaccionar a la gente para que cultiven coca, dirigiendo laboratorios de cocaína y haciendo contrabando con el polvo final. Pero la parte más rentable del negocio – el contrabando en las fronteras exteriores – está en su mayoría en manos de los ex paramilitares.

¿Tendrán que renegociar los negociadores de la paz el negocio de la cocaína, porque hay tanto dinero fluyendo a través de ambos lados militarizados del conflicto?

Esa es la difícil situación en la que el gobierno se encuentra. La cocaína es una de las causas principales del conflicto, pero no es negociable, por lo menos hasta que el gobierno de los EE.UU. cambie de opinión acerca de la «guerra contra las drogas.» Hasta que lo haga, la segunda mejor cosa que los colombianos han hecho hasta cierto punto, es impulsar el negocio en otro país, haciendo el negocio de la cocaína un problema de Venezuela o Bolivia.

A favor de Santos está el hecho de que es la primera vez que un presidente en Latino-América habla sobre la legalización. La legalización tiene sentido para Colombia. Sin ese dinero ilegal llegando al país, los grupos armados perderían gran parte de sus ingresos. Su debilidad haría mucho más fácil que se hiciera cumplir el estado de derecho.

La imagen de Colombia: el futuro único

¿Es importante el conflicto racial en Colombia?

A nivel de calle no se ve mucho racismo en Colombia. Y no hay partidos políticos que funcionen con criterios étnicos o incluso religiosos. Sin embargo, para un extranjero es obvio que la cultura dominante es la blanca. Los colombianos negros me han dicho que  pueden conseguir trabajo en los supermercados – pero no en las cajas, ya que los clientes no desean ser atendidos por alguien que tenga el rostro negro. Se trata de auto-imagen nacional. Aunque la mayoría de colombianos digan que su nación es mixta, a la élite le gusta proyectar la idea de que Colombia es esencialmente un puesto fronterizo europeo.

Colombia debería desarrollar su propia singularidad y no imitar los modelos europeos. Esto no se aprecia fuera de Colombia, pero el multiculturalismo colombiano es una fuerza real.

Usted ha mencionado en el libro que la cobertura de noticias de Colombia en Reino Unido era a menudo negativa desde el punto de vista de gánsteres y drogas.

Somos unos ignorantes de Colombia. Lo demonizamos como el epítome de la maldad o como la lucha rota de la cultura criminal que asusta a acomodados europeos y norteamericanos. Quiero que la gente tenga menos prejuicios y reconozca las cosas positivas. En cuanto a los recursos naturales y la producción de alimentos, Colombia tiene un potencial enorme. Es uno de los CIVETS (Colombia, Indonesia, Vietnam, Egipto, Turquía, África del Sur), a los que la ONU cuenta con entregar una mayor producción mundial de alimentos. Pero es una cuestión de cómo se gestiona la prosperidad.

¿Diría usted que la educación para todos, no sólo para los ricos, es la clave para esto?

Japón y Corea del Sur cambiaron de países pobres en una generación. Ellos se transformaron a través de una gran cantidad de intervención del Estado para proteger a las industrias nativas, establecer sistemas de educación gratuita e integral y crearon las condiciones para que el capitalismo generara beneficios sociales.

Sin embargo, en Colombia hay más privatización de la educación en este momento. Los economistas neoliberales de Washington y Bogotá piensan que si todo el mundo se comporta como los norteamericanos, entonces sus países serán más como los EE.UU. Pero hay que mirar a los problemas de América Latina en términos latinoamericanos. Tienes que tener una fuerza de trabajo educada y un mercado doméstico sano, en lugar de ignorancia y pobreza. Las causas tienen que ser abordadas, y eso sólo puede hacerse a través de la intervención del estado en general.

(Traducido por Carmen España López – Email: carmeneslo@yahoo.es) – Fotos: Pixabay

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