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El núcleo de la Gran Manzana: el corazón sentimental de la gran ciudad

Cuando pensamos en Nueva York, nos vemos envueltos inmediatamente en un discurso de rascacielos, luces brillantes y mundo cosmopolitan. Es la ciudad que nunca duerme, la electricidad  se mueve por sus venas. Pero, ¿qué yace bajo todo ese gasto, gula y exceso.

 

  Georgina Campbell

 

Cuando la mayoría de gente planea sus vacaciones en el extranjero, ya sea un fin de semana con los amigos o unas vacaciones en familia, los lugares de interés turístico ya están marcados en sus mapas.

Primero el edificio Empire State y luego un paseo por el parque central, terminando con un viaje a la isla de Ellis. Pocos pensarían en explorar más allá de los límites de Manhattan. Pero es más allá de esa parte de Nueva York donde residen el verdadero corazón y el alma de la ciudad.

Usted podría pensar que lo más glamouroso de Nueva York es tomar cosmopolitans en un bar de gran altura, seguido de un palco en el último espectáculo de Broadway. Sin embargo, estaría equivocado.

142nd Street y la Avenida Lenox albergó el famoso Club De Luxe. Establecido por el campeón mundial de boxeo Jack Johnson en 1920, el Club De Luxe se abrió por negocios durante el período de la Ley Seca de los EE.UU.. Sin embargo, el club no estuvo demasiado tiempo en manos de Johnson y fue vendido más tarde al gángster Owney Madden en 1923.

Madden comenzó a crear las bases de un ambiente natural y peculiar para el club y le cambió el nombre: «The Cotton Club». Fiel a su lema, Madden hizo cumplir una estricta segregación donde los negros estarían únicamente en el escenario y los blancos en todo el resto del club.

Aunque el club contó con muchos de los más grandes artistas afro-americanos, incluyendo Fletcher Henderson, Duke Ellington, Count Basie y Cab Calloway, el club negaba la admisión a los negros. Durante su apogeo el club fue reconocido como un elegante lugar de encuentro de las celebridades.

No obstante, el club fue la plataforma perfecta para lanzar la carrera de Henderson a Ellington. Ellington grabó más de 100 composiciones durante esa época. En un pasaje del New York Times de 1937, la contribución de Duke Ellington a The Cotton Club se define perfectamente: «Ojalá el Duque empírico y su música sigan haciendo reinar a los gallos- y ojalá el Cotton Club continúe recordando que proviene de Harlem».

El Cotton Club inicialmente reproducía la imagen racista de la década de 1920, representando a los afroamericanos como salvajes en paisajes selváticos o plantaciones. Incluso se pidió a Duke Ellington que escribiera «música de selva» para el público blanco.

Estos efectos de la “selva”, dieron a Ellington la libertad para experimentar con arreglos orquestales con las que las bandas de gira sólo podían soñar.

El club fue mucho más indulgente cuando se trataba de las coristas. Simplemente se esperaba de ellas que fueran «altas, morenas y magníficas», lo que equivalía a que midieran 5 pies, que fueran de piel clara y  menores de 21 años. Finalmente, a petición de Ellington, el club comenzó a relajar su política de excluir a los clientes negros.

La cultura popular blanca de la época también inspiró a Cotton Club. Walter Brooks, el productor del espectáculo de Brodway ‘Shuffle Along’ era el propietario nominal.

Uno de los equipos de composición más importantes de la época, Dorothy Fields y Jimmy McHugh proporcionaba las canciones para las revistas de los clubes. Adelaide Hall protagonizó el  espectáculo más nutrido del Cotton Club en 1934.

Debido a los disturbios raciales en Harlem (1936) el club fue cerrado temporalmente. Su reapertura en 1937 obtuvo una disparatada opinión del New York Times: «The Cotton Club ha subido a bordo del tren Broadway. Deseamos un espectáculo que esté calculado para dar a los clientes el sonido y el color que su dinero vale.

La presión de la subida del alquiler, de los gustos cambiantes y de una investigación federal sobre la evasión de impuestos por los propietarios de clubes nocturnos de Manhattan, hizo que el club cerrara definitivamente en 1940. La discoteca Latin Quarter sustituyó al Cotton Club. Lamentablemente en 1989, con el fin de dar paso a un nuevo hotel, el edificio que albergó a ambos clubes fue derribado.

Hoy en día una nueva encarnación ocupa el lugar del Cotton Club en el extremo oeste de la calle 125. Aquí puede revivir el increíble y conmovedor ritmo del club como habría sido en su apogeo.

A pesar de la réplica, el Cotton Club permanece como otro monumento, un testimonio del sonido increíble, la música, la cultura popular de los afroamericanos que nunca debemos olvidar. Es uno de los diamantes escondidos de Nueva York, que pocos llegan a apreciar. El Cotton Club debe ser lo primero en su lista de viaje, sin pensárselo dos veces.

(Traducido por Silvia Gallardo) – Fotos: Pixabay

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