Europa tiembla. El desconcierto ante el futuro de la Unión y de la moneda común, es una preocupación diaria. Tal como diaria es la realidad de millones de personas sin empleo, de jubilados sin prestaciones, de reducción de presupuestos en educación, sanidad, ayudas al empleo….
Un par de preguntas se siente en el ambiente de Europa: ¿Hacia dónde vamos? ¿Cuál es la solución? No hay respuestas. Y es la clase media (esa que se convierte en baja), la que lleva a cuestas en sus hombros estas y otras dudas.
La pérdida del trabajo, la imposibilidad de encontrar otro, las deudas, la pérdida de la casa, son factores que afectan de una manera muy directa a la salud del ser humano. Los que están más psíquicamente preparados, lo pueden sobrellevar; pero otros no.
Y aquí es donde se da el punto negro de la crisis, que como daños colaterales provoca la desesperación de personas que lo han perdido todo y que deciden quitarse de en medio.
Permanecen grabadas en nuestras retinas aquellas imágenes del año 1929, año en el que brokers de la capital neoyorkina se quitaban la vida lanzándose al vacío desde aquellos rascacielos que algún día habían sido sus torres desde las que manejaban el mundo.
Hoy, los patrones han cambiado, ya no se trata solo de altos ejecutivos. Se trata de personas que han perdido sus empleos, casas y con ello, su autoestima por seguir luchando contra corriente.
Grecia
El país de la Unión Europea más golpeado por la crisis, era el país con la tasa más baja de suicidios cuando ésta comenzó.
Tenía de media anual 366 personas en 2008, 507 en 2009, 622 en 2010 y ahora, 598 en 2011. Pero desde el primer semestre de 2010 ha aumentado un 40%.
Es difícil hacer una relación directa del suicidio con la crisis, pues son numerosos los factores que llevan a una persona a tomar tal decisión.
Sin embargo, si bien no todos padecen una enfermedad mental como la esquizofrenia o la depresión, esta última puede aparecer indiscutiblemente como consecuencia de factores económicos que llevan a las personas a padecer insomnio, estrés….
El caso más conocido de Grecia es el del farmacéutico jubilado de 77 años que decidió acabar con su vida con disparo. Lo hizo a escasos metro del Parlamento griego. “Soy jubilado. No puedo vivir en estas condiciones. Me niego a buscar comida en la basura. Por eso he decidido poner fin a mi vida”, decía la nota que llevaba guardada en su bolsillo. “Creo que los jóvenes sin futuro algún día cogerán las armas y en la plaza Sintagma (de Atenas, la misma donde terminó con su vida ) colgarán a los que traicionaron a la nación, como hicieron los italianos con Mussolini en 1945”.
El psicólogo griego Aris Violatzis, coordinador de la ONG Klimaka es uno de los protagonistas más cercanos a este empeoramiento de la salud mental de los ciudadanos helenos.
Desde su teléfono atiende diariamente a personas potencialmente suicidas y asegura que las llamadas han aumentado un 50% desde el inicio de la crisis. “Llaman en un profundo estado de ansiedad, con mucha rabia contenida”, asegura.
Y añade que también han cambiado los motivos de las llamadas, y que ahora la mayor parte de las depresiones son por asuntos económicos. “En otras situaciones de estrés es posible hacer ver a la gente que hay otras salidas, pero con esta crisis interminable ¿cómo le dices a alguien que no va a encontrar empleo, tiene deudas y no puede alimentar a sus hijos que hay luz al final del túnel?”, lamenta el psicólogo.
Italia
Es otro de los países de la Unión Europea más golpeados por la crisis, dónde también se ha apreciado un aumento de suicidios relacionados con la situación económica que atraviesa el país.
Éstos han aumentado un 24% en 2008 con 150 casos y 200 intentos, a 187 casos y 245 frustrados en 2010.
No obstante, los datos de 2011 son alarmantes, se estima que un tercio de los 4.000 suicidios ocurridos el año pasado tienen relación con la crisis económica.
Véneto, una de las regiones del país más dinámicas con un 80% de pequeñas empresas más expuestas a impagos y restricción del crédito, ha sido testigo de 50 suicidios de empresarios en tan solo 3 años.
España y… el desahucio
En España el suicidio constituye ya la primera causa de muerte violenta por encima de los accidentes de tráfico.
Uno de los primeros casos sacados a la luz fue el de un hombre de 45 años que cobraba el subsidio por desempleo.
El hecho apareció en los medios a través de la intervención de su mujer en un programa de radio, “Mi marido se suicidó hace 20 días por los problemas económicos que teníamos. Cobraba el subsidio por desempleo, solo tenía 45 años y le decían que ya era mayor para trabajar”.
La mujer del fallecido lanzaba un llamamiento desesperado: “El decidió coger el camino más fácil y dejarnos a mí, a mis hijas y a mis nietos. Esto es una llamada para que se sepa que hay mucha gente como yo, y que me gustaría que alguien hiciera algo para evitarlo”.
Otros casos, los únicos que los medios han sacado a la luz, tenían como patrón común el desahucio que dichas personas iban a sufrir. 3 suicidios en 3 semanas. Y es que en España más de 500 familias son desalojadas al día por no pagar el alquiler o las cuotas hipotecarias.
Ana Colau, portavoz de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca señala que, “quienes pasan por un proceso de desalojo se convierten en proscritos financieros, se embargan sus cuentas y también las herencias; se le niega la posibilidad de efectuar compras a plazo, de alquilar vivienda, y ni siquiera puede sacar una línea telefónica, por lo que la gente afectada se ve lanzada a la economía subterránea y queda por fuera de las redes de apoyo social. La gente queda condenada de por vida y no hay segunda oportunidad”.
En el primer trimestre del 2012 el consejo general del poder judicial reportó 46.559 desahucios. Y en total, en estos 5 últimos años, el número de familias que han perdido sus casas va en camino del medio millón.
En los años 30 el psicólogo austríaco Paul Hartzfeld publicaba en su investigación “Los parados de Marienstrasse”.
En ella reflejaba los daños del desempleo en la identidad personal desempleado. Sus características se detallan invariables: el desempleo de larga duración provoca el desprecio de uno mismo, la distancia respecto a (y a menudo de parte de) los demás, la devaluación del estatus en el seno de la familia, la pérdida de confianza y el debilitamiento en la competición social, la aceptación cada vez más resignada de la degradación de las condiciones de vida.
Lo más destacable es el sentimiento de desamparo, inutilidad social, que invade así al ser humano humillado.
Lo más duro es el despertar diario sin nada que hacer; el vivir otro día más el fracaso social, no ver el fin del túnel, el fin del ser nada. Lo más indigno es pedir ayuda, cobrar el desempleo, cuando uno quiere trabajar.
Por ello, ahogados por las deudas, sin trabajo, sin casa, se juntan muchos factores que acaban minando la salud mental de los mismos.
Mas la realidad es que continúan los constantes recortes por parte de los programas de austeridad y se golpea a los más desfavorecidos. La crisis sigue, la paciencia se agota.
Lo importante es que los recortes no lleguen al área de salud mental justamente ahora, pues es cuando debe brindarse a los ciudadanos mas apoyo psicológico que nunca.
Sin duda hace falta más humanidad, y el que el dinero deje de convertirse en el material que asegure la vida.