Migrantes, Multicultura

Los peores jefes, los hispanohablantes

El 40% de los latinoamericanos convive diariamente con la tortura psicológica que sus superiores ejercen sobre ellos. Son intimidados, insultados y menospreciados. Desgraciadamente lo hacen en su misma lengua.

 

Olga Briasco

 

Muchos llegaron a Londres hace una década en busca de prosperidad económica y escapando de la violencia de su país. Otros lo hicieron recientemente desde España, en donde un amplio número de españoles se unió también a ese flujo migratorio.

Todos ellos se dan de bruces con la realidad: Trabajan a horas intempestivas, sus sueldos no cubren sus necesidades básicas y no se sienten realizados profesionalmente. Esta es la vida que no esperaban encontrar ni los 113.500 latinoamericanos ni los 32.000 españoles que residen actualmente en Londres (según el censo de 2011). Todos ellos son en su mayoría cualificadas (el 70% ha cursado estudios posteriores a los secundarios y un 13% tiene grado y postgrado universitarios).

Pero dicha formación no tiene validez en Inglaterra si no se pertenece a la Unión Europea; ello sin mencionar que se requieren altos conocimientos del idioma y un estatus legal.

Así lo refleja el estudio realizado por la Universidad Queen Mary de Londres, que constata que una tercera parte de la población latinoamericana tiene conocimientos básicos del inglés o lo desconoce totalmente. Datos fuera del estudio, señalan que igual ocurre con los nativos españoles.

Para la psicopedagaga y directora del Teléfono de la Esperanza de Londres, Nancy Liscano, éste es un factor clave para la integración dentro de la sociedad británica y su promoción dentro del mercado laboral.  “Al tener que mantener a sus familias deben trabajar más horas y no tienen tiempo de estudiar inglés”, especifica la autora del estudio “Manifestaciones de acoso laboral en trabajos hispano-latinoamericanos residentes en la ciudad de Londres”.

Pese a esas vicisitudes el índice de empleo en la comunidad hispanohablante (latinoamericana y española) es bastante alto (el 85%). Sin embargo, sólo una minoría logra la inserción laboral ejerciendo su profesión.

Desempeñan trabajos poco cualificados y mal remunerados. Por ello, muchos latinoamericanos se ven condenados a trabajar un promedio de 38 horas (dos más que las establecidas por ley).

Además, dos tercios de la población latina se ve abocada a compaginar trabajos de corta duración y su jornada laboral es de más de 35 horas semanales.

Incluso el 14% trabaja más de 48 horas semanales, que es el máximo establecido por la Directiva Europea del Tiempo de Trabajo. Dicha explotación no es denunciada por miedo a ser expulsados del país y por el aumento de la competencia en la demanda de empleo. Un miedo del que las empresas se benefician y emplean para reducir salarios, duplicar labores, emplear su autoridad o faltar al respeto.

Así ocurrió en el denominado “caso Amey” hace unos años, donde 36 latinoamericanos contratados para limpiar las instalaciones del National Phisycal Laboratories fueron extorsionados y vendidos a la policía.

Mostraron su oposición a las políticas abusivas de la empresa, la cual decidió avisar a la Policía de inmigración y citar ‘inocentemente’ a los empleados a una reunión. Los empleados llegaron para discutir sus problemas, y ‘de pronto’ llegaron 60 policías de Inmigración. Quienes sobrevivieron unieron su voz para protestar públicamente de lo sucedido.

Fueron despedidos porque sus acciones “dañaban la imagen de la empresa”. Ello les llevó a demandar a Amey por despido injusto, discriminación racial y falta de garantías en salud y seguridad. No es un caso aislado ya que un 40% de la población latina manifiesta haber tenido problemas en sus lugares de trabajo. Dentro de este grupo, más de la mitad se quejó de no haber sido pagado por la labor desempeñada, y más de una tercera parte dijo haber sido abusado verbalmente.

Esa intimidación es realizada mayoritariamente por parte de los jefes (62,5%), seguida por los propios compañeros de trabajo (18,6%) y de los subordinados (4,7%).

Asimismo, el 27,9% de los encuestados denunció que recibió abusos por parte de sus compañeros y de su superior.

Curiosamente, son los mismos compatriotas los que realizan esas intimidaciones.

La psicopedagoga especifica que esas denuncias se relacionan con acusaciones injustas, exageración de los errores cometidos y menosprecio al propio profesional

Por el contrario, los británicos suelen mostrar su autoridad y su rechazo haciendo evaluaciones desiguales, humillando y privando al empleado de información laboral importante.

Esa práctica abusiva afecta al 23,3% de los hombres y al 76,7% de las mujeres. La presidenta del Teléfono de la Esperanza se apoya en su estudio para explicar que “la mujer es quién más se queja, pero es el hombre quién más sufre”, denuncia.

Así, los hombres son ignorados, criticados, regañados y menospreciados, personal y profesionalmente.

Por su parte, las mujeres son acusadas injustamente de errores laborales, se exageran sus fallos y son criticadas, incluso por algo tan personal como la vida privada que tengan.

El estudio, realizado a partir de una muestra de 163 personas hispano-latinoamericanos que residen y trabajan en Londres, muestra que los colombianos son los más vulnerables (38,5%) a sufrir esos improperios.

Le sigue la población española (32,9%), la ecuatoriana (19,6%), la peruana (1,4%) y con un 0,7% la chilena, argentina, mexicana y venezolana. En cuanto a sectores, los más proclives a sufrir este tipo de vejaciones son los profesores (66,7%), con un 33,3% estarían los coordinadores pedagógicos, los ingenieros, los supervisores 33,3%, con un 27,3% los camareros y, con un 23,4% los limpiadores.

Una realidad difícil de cambiar debido al temor de los hispanohablantes de ser despedidos, entregados a las autoridades de inmigración o de no poder conseguir otras opciones laborales.

 

 

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