Migrantes, Multicultura

Ancianos latinos, abusados por sus propios hijos

Durante años han luchado por sacar adelante a su familia. Hoy, a su edad, no buscan un reconocimiento público sino un trato afable que les ayude a lidiar con los problemas de salud. Sin embargo, muchos reciben lo contrario. Son explotados y ninguneados por sus propios hijos.

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Ramón Alabau

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“La situación de los latinos adultos en el Reino Unido es muy triste”. Así de tajante se muestra Amanda Silva,  coordinadora del desaparecido centro social Los Años Dorados ante la vida de muchos ancianos llegados de América Latina.

Una realidad invisible por el rechazo de las víctimas a denunciar a sus propios hijos. Su estatus migratorio y su condición social, los hace doblemente vulnerables. Sin poder adquisitivo y dependientes de sus primogénitos, se ven atrapadas en un país con un alto nivel de vida y con una cultura e idioma diferentes.

Silva es conocedora de un sinfín de historias, no todas positivas. En su memoria guarda conversaciones que no podrá borrar de su mente. Ha conocido a latinos que han sufrido el abuso laboral de sus propios hijos, e incluso, han sido víctimas del maltrato.

“Había una mujer que tenía uniforme para las labores del hogar, que tenía que dirigirse a su hija como ‘señora’. No podía comer en la mesa y dormía en el cuarto de baño”, narra.

Muchos latinos de edad avanzada llegan al Reino Unido bajo el pretexto de disfrutar de unas vacaciones, pero una parte de ellos decide quedarse bajo las recomendaciones de sus propios hijos. Una decisión desafortunada.

Sin darse cuenta terminan trabajando como limpiadores, cocineros, cuidadores de sus nietos, entre otras labores del hogar, a cambio de nada y de una situación similar a la esclavitud.

Los Años Dorados es el reflejo vocacional de Amada Silva, pues le apasiona ayudar a las personas necesitadas y desamparadas.

Una labor social que “me ha abierto los ojos y me ha servido para darme cuenta del egoísmo de las personas”, dice la chilena exiliada en el Reino Unido, quien dejó su nación obligada por la Dictadura de Pinochet.

“Cuando conoces estas historias, ves que no conocías a tu gente. Creía que una mujer se había caído por los moratones de sus piernas, pero aquellas heridas se debían al maltrato que estaba recibiendo de sus familiares”.

“Las llaman chachas”

El hogar familiar se convierte en una cárcel para los ancianos. Desconocen el idioma británico y, además, son infravalorados. “Los nietos ven como los padres tratan a sus abuelos y ellos los imitan. Los niños terminan pidiendo dinero a sus ancianos, y son agresivos si estos no les corresponden”, cuenta.

La institución Los Años Dorados  se vio obligada a cerrar hace dos años por los recortes presupuestarios que el Gobierno Local de Lambeth realizó. Allí las personas de edad avanzada encontraban un lugar donde expresar sus sentimientos, sus problemas e inquietudes, además de recibir una ayuda formativa que les permitía crecer como personas y liberalizarse.

“Nosotros les dábamos confianza, algo fundamental para que actúen y se defiendan de su situación vulnerable. Las clases de inglés que ofrecíamos son muy importantes, no salen a la calle porque no pueden expresarse, y eso les aísla aún más”.

Pero una de las actitudes que más ha desesperado a Silva es la pasividad de los mayores. “Justificaban los malos tratos que reciben. Se ven como una molestia cuando sus hijos se están beneficiando de ellos, no se quejaban de sus dolores por no molestar. Me harté”.

Se culpan de su situación

Muchos adultos reciben ayudas del Gobierno. Las facturas del gas, de la luz, los impuestos estatales, entre otros gastos, no les repercuten.  Además, reciben alojamiento gratuito y una pequeña aportación económica que les permite llevar una vida normal (90 libras a la semana). Pero esta realidad es un sueño para muchos abuelos latinoamericanos.

Amada Silva

“La ayuda económica del gobierno que recibía una mujer los cobraba directamente su hija, y ella no recibía nada”, comenta Silva. “Muchos prefieren ir a tomar algo con sus amigos y no acompañar a sus padres al médico. Al no poder defenderse, sufren sus problemas solos en casa”.

El idioma es una de las mayores barreras de su integración. Silva recuerda como un hombre estuvo retenido durante dos días al no saber responder cuando los agentes le preguntaban por su nombre.

“Una mujer que ayudamos me regaló un ramo de flores con su primer sueldo. Me contó que encontró trabajo sin ayuda de nadie, que pudo conversar con el patrón sin ningún problema. Solo pude abrazarla”. Dice que en las familias procedentes de Centroamérica “son donde ha conocido mayor número de casos de explotación y abuso de ancianos” ha encontrado.

Sin opciones de empleo

El mercado laboral británico tampoco facilita que estas personas adultas puedan mejorar su situación. En estos momentos el desempleo en Reino Unido marca cifras históricas, con más de dos millones de personas sin trabajo, haciendo más competente la búsqueda de un oficio.

“Antes era más fácil, la gente de cualquier edad podía trabajar limpiando platos u oficinas, pero ahora personas mayores de 50 años tienen muchas dificultades para acceder a un empleo. Además, son oficios que requieren un gran esfuerzo físico, y muchos no pueden”.

Mira con preocupación las políticas actuales del Gobierno de Cameron. Ha sido una de las personas que ha preguntado sí los recortes perjudicarán las ayudas que reciben los ancianos, pero por el momento, no ha recibido ninguna contestación.

“Se supone que una persona adulta que no ha trabajado en el Reino Unido puede mantenerse con la ayuda que recibe, pero es muy poco dinero”.

Aclara que la asistencia económica gubernamental se empieza a recibir a los cinco años de estar en la isla. “Imagínate sin nada durante cinco años y eres tratado así por tu familia, estás condenado, no puedes hacer nada”.

A pesar del trabajo que ha realizado altruistamente, Silva termina la conversación con The Prisma afirmando que los latinos no son personas colaborativas dentro de su comunidad. Además, recuerda cómo su obra incluso le valió el apodo de la “revolucionaria” por parte de sus compatriotas.

Pese a todo el trabajo que hace por la comunidad, le gustaría poder estar, a su edad, ayudando aún a las personas y viendo la evolución de cada caso. Sin embargo, reconoce que su tiempo tampoco le permite mantener el ritmo de vida de hace unos años.

(Fotos: Pixabay)

 

 

 

 

 

 

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