En Foco, Opinión

El toro que se convirtió en funcionario publico

Basado en un corto relato que escuché por estos días, por el incumplimiento y no presencia de algunos funcionarios ante un compromiso con la comunidad.

 

John Elvis Vera S.

 

Alguna vez, en un aislado municipio, un solo ganadero contaba con un Toro reproductor.

Todo campesino de la comarca que deseara aumentar su hato, debía acudir a dicho propietario para que su afamado Toro, montara a las vacas necesitadas de sus servicios.

Esto no solo requería contar con unas buenas relaciones con aquel gamonal, sino que era necesario aportar una alta cantidad de dinero para tener el derecho de que sus vacas fueran preñadas. Pero al poco tiempo los campesinos ya no deseaban continuar con dicha situación y acudieron al Alcalde para que remediara el inconveniente que lastimaba los bolsillos de los pobres ganaderos.

Éste, en una rápida e inteligente decisión, determinó comprarle el toro al gamonal.

Al concluir tan esplendido negocio para el gamonal y para el Alcalde, el protagonista de la presente historia, mejor dicho el Toro, pasó a formar parte de la nomina de aquel olvidado municipio.

Se hizo entonces el traspaso y la debida revisión médica del personaje (el Toro) y se le adaptó un espacio en el campo para que ejerciera su papel preponderante en el devenir de la ganadería de la región.

A la semana siguiente, en un orden establecido previamente y designado personalmente por el burgomaestre según su compromiso político con el posible beneficiario, el ya engreído Toro reinició por fin su labor.

Los pequeños gamonales en potencia se llevaron una sorpresa cuando, en su nueva posición, el afamado galante de las necesitadas vacas, ya no prestaba con igual regularidad y cantidad los servicios requeridos. Sin inmutarse, expuso que había decidió bajar su ritmo de trabajo ahora que era un reputado y respetable funcionario público.

Cumpliría con el horario que no debería exceder las ocho horas diarias pero que ojala no fueran en realidad más de siete y con descanso merecido al menos dos días a la semana.

Dijo también que los días soleados o lluviosos no le favorecían y por lo tanto exigía un buen establo con aire acondicionado.

Además realizaría sus labores en el espacio que había sido adecuado exclusivamente para él, y no en los lugares donde habitaban las vacas que requerían de sus favores.

Y por si fuera poco, pidió que todas las solicitudes fueran dejadas por escrito en su recinto, es decir en su establo, con las firmas, dirección precisa y demás recaudos correspondientes, sin olvidar una foto panorámica con la vaca candidata a ser montada.

La actitud no favoreció al toro, pues los humildes productores reflexionaron que ya que existía toda clase de toros, solo servían aquellos que estuvieran siempre prestos a estar con sus vacas, sin importar el día, la hora, ni el potrero.

(Fotos: Pixabay)

Share it / Compartir:

Leave a Comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*