Globo, Migrantes, Reino Unido

“No sin mi familia”: batalla de una inmigrante en Inglaterra

¿Cuánto tiempo puede estar una madre forzada a no ver a sus hijos? Un año y dos meses es lo que los Gobiernos mexicano y británico obligaron a Jael Deyssy De la Luz a padecer. Una huelga de hambre y una lucha continua e incansable, hizo posible el reencuentro.   

 

Virginia Moreno Molina

 

“Cuando se habla de migración, poco se habla de la salud mental que atravesamos», dice esta madre mexicana de 34 años, la cual experimentó esto a la fuerza durante su lucha burocrática.

Ella, historiadora y casada con el británico y periodista, Alexander Thawale Clive Manda, y con dos hijos pequeños de 6 y 8 años, había montado junto a su marido una editorial en México donde publicaban libros académicos.

Tenían una buena vida en Coyoacan, un centro de concentración artística, hasta que en 2012 Alexander tuvo que regresar a Londres, debido al avanzado Alzheimer que presentaba su madre.

“El precio del suelo estaba creciendo mucho, los servicios eran muy caros y la seguridad ahora en México atraviesa la famosa guerra contra las drogas” explica De la Luz.

Fue en ese momento cuando ambos empezaron a valorar qué hacer con sus vidas. Pero, también fue el momento en el que comenzó su infierno personal con el papeleo burocrático y la separación de la familia por miles de kilómetros. Las visitas de Alexander a Londres se hicieron más frecuentes, pero en 2013 decidieron que él se quedaría en esta ciudad para preparar todo lo necesario para que la familia entera se trasladase.

Dinero vs. Derechos

En 2014, con pasaportes mexicanos y cartas escritas por su marido contando la situación, viajaron con visa de turista al Reino Unido.

Al llegar a Londres, los dos niños se nacionalizaron sin problemas. Pero la regularización del estatus migratorio de Jael De la Luz acababa de empezar.

«Cuando hablamos de migración se piensa que es estar de un lugar a otro, pero nunca pensamos en las aplicaciones que tienen las políticas migratorias y lo que uno tiene que pagar por ellas», explica.

Siguiendo el consejo de la embajada mexicana en Londres de volver a su país y realizar los trámites desde allí, De la Luz comenzó su viaje dejando a sus hijos y esposo en la capital británica.

Fue en ese instante cuando el dinero y el estatus económico de su marido tomaron protagonismo por encima de su vínculo familiar.

«Hice el examen básico de inglés que pedían, rellené los documentos para aplicar a la visa de esposa, mandamos la documentación para mostrar que mi marido tenía capacidad económica para mantenerme y pagamos US$1.491» dice Jael.

Pagando US$500 más tendrían la respuesta en 15 días, una suma que no podían permitirse. La primera negación alegaba que su marido no podía sostenerla. “Eso fue una gran violación a mi dignidad. ¿Por qué todo estaba recayendo en él? Que entre con visa de esposa no significa que no tenga la capacidad para trabajar”, expresa indignada.

La situación se volvía cada vez más complicada. “Mi suegra estaba en malas condiciones. A mi esposo lo iban a echar del trabajo y yo estaba en México” cuenta Jael. Una vez más, realizaron los trámites para la visa y pagaron otros US$1.491, más otros US$800 de un seguro de vida que les pedían.

El dinero volvió a ser el causante de la segunda negativa.

«En América Latina tenemos la imagen de que en los países desarrollados las instituciones son buenas, y que por estar ciertos años casada con un británico es más fácil, pero resulta que la cuestión económica está por encima de la cuestión humanitaria», expresa Jael.

Separación forzosa

«Nunca tuve una entrevista cara a cara. Me llevaban la documentación a México y me la devolvían sin saber quién la revisaba y cuáles eran los criterios», explica refiriéndose a los trámites burocráticos.

Pero esa segunda negación hizo que Jael tomase medidas drásticas: “Mi espíritu de lucha se impuso sobre esa segunda vez que el gobierno me dijo que no”.

Pidió hablar con el embajador británico en México, Duncan Taylor, y que se revisase su caso teniendo en cuenta las cuestiones personales. Durante ese proceso aprendió que “a la hora de cuestiones más personales, nadie está contigo». Ante su continua petición de encontrarse con el embajador Taylor, sólo le comunicaban que estaba de viaje.

Por ello que decidió realizar una huelga de hambre hasta que el embajador la escuchase.

«Era el año dual entre México e Inglaterra, y pensé que esto tenía que saberlo todo el mundo. No es posible que en este año de relaciones entre ambos países estuviese pasando por esta separación forzada», expresa.

Y añade orgullosa que «ser madre es una causa de lucha, no puedo cambiar la humanidad ni hablar de revolución si no peleo por mi cotidianidad».

La cuenta atrás

La huelga duró cuatro días. “No me bañé, no me cambié, dormí afuera, en una tienda de campaña.

Empecé la forma de acción directa de Gandhi, e intenté usar armas simbólicas que en el pasado la gente usó para evidenciar la brutalidad del Imperio Británico”, explica De la Luz, haciendo también referencia a las huelgas de hambre usadas por las sufragistas.

Durante ese tiempo, y a la espera de que el embajador regresase, leyó una carta dentro de la embajada, sobre su situación y su petición de revisar su caso de manera justa.

Además, también aparecieron periodistas, entre ellos los de la BBC. «Pero los callaron, no les dejaron sacar la nota. Me fueron a entrevistar, pero me dijeron de manera extra oficial que por ser el año dual, no permitieron publicarlo», dice Jael.

Al cuarto día de la huelga de hambre, le informaron que el embajador le concedería 5 minutos para escucharla.

La recibieron por la puerta de atrás. Jael cuenta que «cuando me dijeron que el embajador me iba a recibir, tomé aire y pensé: no tienes que llorar, tienes que hacer una petición legítima, no pedirle un favor, porque él tiene que hacer su trabajo». En esos cinco minutos, Duncan Taylor le entregó un documento con lo que tenía que presentar y le explicó que volverían a revisar la documentación, pero que nada le aseguraba la aceptación.

Ella defendió su caso, y aunque lo que querían era que se marchase de allí cuanto antes, terminó la huelga de hambre para coger fuerzas y se quedó el fin de semana. Ese mismo lunes empezó a preparar, una vez más, todos los papeles.

Fecha de felicidad

Durante su lucha frente a la embajada se firmaron más de 600 peticiones. Por otra parte, su marido contactó con un diputado local en Londres, el cual mandó una carta a inmigración para saber qué había ocurrido en la investigación.

Como resultado, se supo que la persona que había llevado el caso no había hecho una búsqueda profesional. En vez de buscar por Alexander Thawale Clive Manda, había colocado Alexander Clive, un apellido más común, pero que no aparece en el sistema.

Sin embargo, sí habían recibido todo el dinero de los trámites. Una suma de US$ 2.982 de un nombre que supuestamente no aparecía en la base de datos.

El 6 de septiembre de 2015, después de un año y dos meses de lucha, recibió la visa por tres años.

Pese a saber que los gobiernos nunca piden perdón, ella no olvida lo ocurrido. “No solo me pisotearon mis derechos, si no los de mi esposo, los de mis hijos, los de mi suegra”.

Y respecto a todo lo que ocurrió en ese periodo de tiempo, añade que su “esposo perdió sus dos puestos de trabajo. Y yo me perdí el proceso de adaptación de mis hijos en el Reino Unido, como cuando aprendieron a hablar inglés. Y recuerdo las noches por Skype cuando le preguntaban a su padre si me había muerto…”.

Y aunque su voz fue escuchada y logró que se hiciese justicia con su caso, no sabe cómo sentirse en el país que la tuvo alejada de por tanto tiempo de su familia.

(Fotos: Pixabay)

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