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Reflexiones sobre la identidad y la diversidad

La identidad implica una reflexión, un discurso y determinados elementos simbólicos con alcances para toda la región con todas las implicancias que este discurso y este simbolismo conllevan en términos de acciones y programas de acción colectiva.

 

Claudio Chipana

 

Se ha hecho gran énfasis en la heterogeneidad de Latinoamérica, y, en efecto, sin poner de relieve esta diversidad no seria posible entender la realidad multiétnica y multicultural que es esta región del continente. Pero, al no haber una homogeneidad, entonces ¿en qué nos podemos basar para hablar de una identidad latinoamericana?

Si partimos de que la identidad no se reduce a un principio abstracto ni tampoco a la expresión de un raza ideal común a toda Latinoamérica entonces las razones para sostener la posibilidad y la conveniencia de una identidad común a toda Latinoamérica habría que buscarla en otra parte. Se la tendría que formular desde contextos mas existenciales y concretos. Ello implicaría ver la idea de la identidad en función de una serie de condiciones objetivas, históricas y sociales.

A juzgar por la historia latinoamericana descubriremos que no es nada nuevo hablar de una de una identidad latinoamericana por ejemplo como una acción solidaria y mancomunada tal como sucedió durante el proceso de la emancipación del yugo colonial español.

Pese a las obvias diferencias culturales y sociales entre los países de la región el proceso de la independencia fue vivida en cada rincón latinoamericano como una empresa común.

En las décadas recientes – desde de los 80s – la economía del libre mercado hizo pensar que cada nación debería velar por su propio destino, con los tratados de comercio denominados “libres”. Ello desde tendría el consiguiente éxodo masivo de muchos latinoamericanos y una entrega de los recursos naturales bajo la bandera ideológica del neoliberalismo y el individualismo.

La economía latinoamericana debía ser absorbida en un solo mercado bajo la égida norteamericana. Ello también significaba que Cuba debía continuar siendo aislada y bloqueada.

Sin embargo, el modelo empezó a hacer agua, con el levantamiento zapatista primero, luego la revolución bolivariana, la guerra del agua en Bolivia y otros acontecimientos que tuvieron como momento culminante en 2005 en Mar del Plata cuando los líderes latinoamericanos dieron al traste con el plan del ALCA.

El fracaso del modelo neoliberal, la movilización democrática y el surgimiento de regímenes alternativos al modelo neoliberal corrieron paralelamente e impulsaron avances en la integración latinoamericana con el Unasur y otras agrupaciones regionales propiciando un renovado sentimiento de integración y de unidad entre las repúblicas latinoamericanas.

Esta es la nueva fase en la que nos encontramos actualmente.

En consecuencia el discurso de la identidad y de la unidad de la diversidad emana de procesos concretos y vitales para los naciones en su conjunto más que de principios abstractos. Es decir la unidad es una empresa viable y necesaria para las naciones de la región. Estas son las bases objetivas de la identidad latinoamericana. Por otro lado, la identidad implica una reflexión, un discurso y determinados elementos simbólicos con alcances para toda la región con todas las implicancias que este discurso y este simbolismo conllevan en términos de acciones y programas de acción colectiva.

Los migrantes no están excluidos de esta reflexión y de la formulación de estos pasos concretos.

La interacción de los factores objetivos y subjetivos en la búsqueda de la unidad y la integración de la región marcan los rasgos de la identidad latinoamericana, una identidad basada en el diálogo, en el procesamiento de la multiplicidad, en el reconocimiento de las diferencias y de los contrates que caracterizan a Latinoamérica.

(Fotos: Pixabay)

 

 

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