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Niños e internet: lo que cambió el coronavirus

La pandemia de la Covid-19 cambió muchas rutinas a nivel mundial desde diversos órdenes, y la vida dentro de los hogares también tuvo sus transformaciones.

 

Diony Sanabia

 

El teletrabajo creció de manera exponencial y los niños y adolescentes se convirtieron en testigos de las labores de sus padres, quienes innumerables veces anhelaron poder tener a los hijos en las escuelas, cerradas en medio del necesario aislamiento social. En este contexto, los progenitores permitieron una mayor exposición de los descendientes a los videojuegos, la televisión, los dispositivos celulares y las redes sociales.

Según una encuesta realizada a más de tres mil padres en Estados Unidos, el denominado tiempo de pantalla para sus hijos aumentó 500% durante el impacto de la Covid-19, surgida a finales del año pasado en China.

Tal sondeo fue citado por James M. Lang, profesor y director del centro para la excelencia en la enseñanza del Assumption College, Massachusetts, en un artículo que vio la luz a mediados de julio en el sitio web The Conversation, plataforma de trabajos de docentes e investigadores universitarios.

Según pautas diarias de la Organización Mundial de la Salud, los menores de un año de edad no deben tener ninguna opción al respecto, y los de uno a cinco años pueden pasar hasta una hora al día mirando los dispositivos.

Aunque la OMS no especificó restricciones para los niños mayores, varios estudios afirman que el excesivo tiempo de pantalla puede estar relacionado con problemas suyos de salud mental como la ansiedad y la depresión, afirma Lang.

Antes de la pandemia, en casi el mundo entero, los menores estaban teniendo mucho más de dicho tiempo que el recomendado. Lang se preguntó en el referido material si los padres debían preocuparse por esta situación de sus descendientes hasta que puedan estudiar y socializar libremente otra vez.

A juicio del investigador, tratar de eliminar las distracciones de los estudiantes durante el aprendizaje toma un enfoque equivocado, pues el cerebro humano es naturalmente propenso a ese estado.

El problema con las distracciones en la escuela no son éstas en sí, los niños como los adultos pueden usar las redes sociales o ver pantallas de maneras perfectamente saludables, sostiene Lang.

Opina que la dificultad ocurre cuando la atención excesiva a las pantallas desplaza a otros comportamientos de aprendizaje. Un niño que mira YouTube en su teléfono en el aula o durante el tiempo de estudio no está desarrollando sus habilidades de escritura ni dominando nuevo vocabulario. Entonces, afirman los expertos, los maestros deben evaluar cómo cultivar una mejor atención a esos comportamientos, en lugar de tratar de suprimir todas las distracciones.

Del mismo modo, los padres no deben considerar a las pantallas como enemigos de sus hijos, incluso si necesitan ser cautelosos con el impacto del período de exposición a los dispositivos en la salud ocular y en el sueño.

Cuando los niños miran pasivamente las pantallas, no hacen ejercicio, no juegan con sus amigos o allegados, ni se acurrucan con sus padres durante la hora del cuento.

“Los progenitores, agrega Lang, deben preocuparse de si sus hijos están formando hábitos no saludables y carentes de creatividad que continuarán después del fin de la crisis sanitaria”, aconseja.

Dice que si los niños pueden regresar a los niveles relativamente más beneficiosos de tiempo de pantalla que tenían antes de la Covid-19, probablemente estarán bien.

Nadie quiere que los cerebros de los pequeños se desarrollen como órganos diseñados principalmente para presenciar maratones de televisión y videojuegos. Hay que alentar a los menores a que vuelvan a comportamientos adecuados e imaginativos. (PL)

(Fotos: Pixabay)

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