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Herramientas de salvación: instrumentos de vigilancia

La vigilancia por ordenador puede contener la clave para detener la propagación del coronavirus. Por ejemplo, a pesar del abyecto fracaso de nuestro propio gobierno, el rastreo ha tenido éxito en muchos países.

 

Steve Latham

 

Sin embargo, siguiendo la ley de consecuencias no deseadas, el uso de la tecnología para derrotar al Covid también demuestra cómo la pandemia ha intensificado unas tendencias ya existentes.

Las herramientas que aseguran nuestra conectividad, por ejemplo, son también los instrumentos de nuestro control.

Nuestro uso de las instalaciones de videoconferencia, aunque útil, también puede facilitar el espionaje.

Estamos presenciando una reducción de la esfera en la que podemos llevar a cabo conversaciones privadas y críticas.

Muchos libros examinan estos desarrollos: “Ten arguments for deleting your social media accounts right now” (“Diez razones para borrar tus redes sociales de inmediato”), de Jaron Lanier; y “Live not by lies: a manual for Christian dissidents” (“No vivas de mentiras: manual para cristianos disidentes”), de Rod Dreher, próximo a publicarse. Tales preocupaciones sobre la privacidad trascienden las divisiones políticas entre la derecha y la izquierda, como lo demuestran Shoshana Zuboff en “The age of surveillance capitalism (“La era del capitalismo de la vigilancia”) y Kai Strittmatter en “We have been harmonised. Life in China’s surveillance State” (“Hemos sido armonizados. La vida en el Estado de vigilancia de China”).

En ambos, Internet se utiliza para controlar las libertades personales y a toda la sociedad.

El primero analiza el mundo de los grandes negocios a través de las compañías tecnológicas y el segundo analiza el mundo del gobierno, el estado.

Uno es totalitario, parecido a “1984” de Orwell. El otro es totalizador, similar a “Un mundo feliz”, de Huxley.

Sin ceder el paso al determinismo tecnológico, hay, no obstante, aspectos comunes que el desarrollo de la alta tecnología reproduce a nivel mundial, sea cual sea la forma de la sociedad o la política.

Estos siguen la naturaleza de la tecnología misma, cómo nosotros hacemos las herramientas y luego ellas nos dan forma: lo que plasma el famoso libro de Jacques Ellul, “The technological society” (“La sociedad tecnológica”).

También es similar al concepto de la ‘sociedad totalmente administrada’, desarrollado por la Escuela de Frankfurt: Adorno, Horkheimer y Marcuse. Inicialmente concebido para describir la Alemania nazi, se dieron cuenta de que había tendencias similares en los Estados Unidos democráticos liberales y en la URSS comunista.

Durante la década de 1970, además, hubo teorías de que estas dos sociedades estaban convergiendo social y económicamente en sistemas de gestión, donde el método de administración necesario para la sociedad industrial superaba las diferencias ideológicas.

En una conferencia sobre la ‘sociedad totalmente administrada’ organizada por la revista Telos en los años setenta, se observó que era imposible construir una sociedad tan controlada.

Pero tal vez esperaba su momento, la llegada de los medios tecnológicos para hacerlo factible: Internet, que, a pesar de los sueños libertarios de sus pioneros hippies, es una herramienta admirable para ‘el hombre’.

De nuevo, la vigilancia en línea es un ejemplo de otra teoría adelantada a su tiempo: la idea de Foucault de la ‘sociedad de control’, que según él sustituye a la ‘sociedad disciplinaria’.

Es decir, una sociedad en la cual la disciplina externa ahora se convierte en una sociedad en la cual está internalizada, de modo que el área de pensamiento independiente se reduce. La noción de rebelión, de protesta, no puede surgir.

El uso de Internet (medios sociales, blogs) para ideas alternativas es demasiado vulnerable a la interceptación y la censura.

Tengo entendido que un comité gubernamental de seguridad prefiere tener sus documentos informativos en papel, para evitar el pirateo.

Aceptando nuestra marginalidad, tal vez en un futuro los disidentes produzcamos Samizdat: en la URSS, los escritos se reproducían en máquinas de escribir, se copiaban usando papel de carbono y se distribuían de forma secreta entre pequeños grupos de disidentes clandestinos.

(Traducido por Iris María Gabás Blanco – irisbg7@gmail.com) – Fotos: Pixabay

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