Cuando los otros países se encerraban y ponían pausa a las actividades económicas y sociales en marzo y abril, Suecia mantuvo abiertos escuelas, bares y restaurantes. Apeló a la responsabilidad individual. Pero esta decisión hoy está pasando factura.
La tasa de letalidad de la Covid-19 en Suecia es de un 6,8%, una cifra considerada muy alta en comparación con la de otros países.
Ello está relacionado principalmente con una explosión de casos de coronavirus ocurrida en los hogares de ancianos -el grupo poblacional más vulnerable ante esta enfermedad-, lo cual trajo consigo una cantidad importante de decesos.
Lo cierto es que Suecia es de los pocos países en Europa y el mundo que optó por no confinarse en medio de la pandemia de Covid-19, una arriesgada y polémica decisión que ahora genera intensos debates a nivel nacional.
Cuando los otros países se encerraban y ponían pausa a las actividades económicas y sociales en marzo y abril, esta nación nórdica mantuvo abiertos las escuelas, los bares y los restaurantes, al tiempo que apeló a la responsabilidad individual en la aplicación de medidas de protección e higiene para frenar la propagación del virus.
Los resultados de esa controvertida estrategia hoy son blanco de discusiones en un país de 10,23 millones de habitantes, que acumula más de 86.000 enfermos y cerca de 6.000 fallecidos, de acuerdo con cifras de la Organización Mundial de la Salud.
Si se le compara con otras naciones europeas, quizás los números no parezcan demasiado alarmantes, pero en el área de los países nórdicos y teniendo en cuenta el contexto nacional, sí constituyen motivo de inquietud.
Además de ser ampliamente superiores a las de los países colindantes, las cifras de Suecia han hecho historia a nivel nacional.
Respecto a los casos de coronavirus ocurrida en los hogares de ancianos el epidemiólogo jefe de Suecia y encargado de gestionar la crisis sanitaria, Anders Tegnell, aceptó que no se esperaba “una propagación de tal magnitud en los hogares de ancianos, con tantas muertes”.
Aunque admitió que hay cosas que podrían haber hecho mejor para evitar tantos fallecimientos, el especialista defendió la estrategia de no acudir al confinamiento al afirmar que se trata del camino correcto.
Muchos han señalado que esa decisión tenía como objetivo propiciar la inmunidad de rebaño, es decir, facilitar el contagio a una parte importante de la población para que desarrollara anticuerpos y así garantizar a futuro una protección colectiva.
De acuerdo con los especialistas en el mundo, tal estrategia teóricamente puede considerarse efectiva, pero en la práctica tiene un costo humano que la hace inviable, pues implica el fallecimiento de grandes cantidades de personas.
Por esa razón, la amplia mayoría de los países la ha descartado.
Aunque las autoridades suecas niegan rotundamente que esa fuera su intención, recientes revelaciones han puesto en entredicho la versión oficial.
Hace pocos días salió a la luz un intercambio de correos electrónicos entre Tegnell y su homólogo finlandés en el cual dialogaban sobre la pertinencia de cerrar o no las escuelas, teniendo en cuenta que la Covid-19 suele ser asintomática en niños y tener muy pocas complicaciones.
El finlandés advirtió que de cualquier forma, los pequeños podían contagiar a personas más vulnerables de otros grupos etarios y que según sus estimaciones, cerrar escuelas podría reducir en un 10% el impacto de la enfermedad en los ancianos. “¿Quizás el 10% puede valer la pena?”, fue la respuesta de Tegnell.
Por otro lado, el epidemiólogo ha señalado que, si bien no era la intención, las pocas restricciones impuestas y el contagio con coronavirus de muchos suecos tienen como efecto positivo que el país está ahora más inmunizado y mejor preparado para una segunda ola.
Pero las cuentas no parecen corroborar esa versión: para tener protección de rebaño es necesaria la inmunización de una parte importante de la población, y aunque no hay cifras oficiales disponibles, se estima que la cantidad de recuperados no llega ni al 1% de los habitantes del país. (PL)
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