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El velo en Europa: un debate sin resolución

El uso de dicha prenda continua siendo asunto de discusión en este continente, sobre todo a raíz del crecimiento de las comunidades musulmanas en muchos países. En agosto se cumplió  un año de que Países Bajos prohibiera la burka en sitios públicos. Pero  la insatisfacción reina entre defensores y enemigos del velo. Memorias de The Prisma.

 

Luisa María González

 

Se trata de un debate complejo porque incluye desde la libertad religiosa hasta la preservación de la seguridad nacional, desde los derechos individuales y colectivos hasta la emancipación de la mujer.

En 2010, Francia y Bélgica fueron los primeros países del continente en aprobar legislaciones encaminadas a prohibir en sitios públicos el uso de los velos integrales, considerados los más estrictos y radicales.

Ello hace referencia a la burka, que cubre por completo a la mujer de la cabeza a los pies y solo incluye una rejilla en la parte de los ojos para permitir la visión, y el niqab, un velo similar pero que deja descubiertos los ojos.

La restricción, aplicada en escuelas, instituciones, transporte público e incluso en la calle, no comprende otros velos musulmanes que dejan afuera la cara de su portadora, como el hiyab.

En los años siguientes otras naciones establecieron limitaciones similares, como Dinamarca, Luxemburgo, Austria, Bulgaria y Países Bajos, entre otras, pero no todas con el mismo alcance o nivel de severidad.

Por ejemplo, en Países Bajos no se puede usar burka en lugares públicos como las escuelas y el transporte, pero sí en las calles.

En Italia, desde 1975 una ley prohíbe cubrirse el rostro en lugares públicos con prendas que dificulten la identificación.

Eso incluye desde los velos musulmanes hasta los cascos de motos.

En otros sitios, la restricción también incluye a cualquier símbolo religioso, como sucede en ocho estados federados de Alemania, donde los profesores en las escuelas no pueden portar vestimentas o accesorios relacionados con la religión.

Para justificar la aprobación de las diversas legislaciones sobre la materia, en muchas ocasiones se ha acudido al argumento de la seguridad pública, principalmente en el contexto de la amenaza terrorista.

De acuerdo con estas versiones, los velos integrantes resultan peligrosos pues impiden la identificación de su portador y pueden servir, por ejemplo, para que un sospechoso buscado por las autoridades consiga escapar, o que un atacante esconda armas o explosivos bajo las telas.

Pero también se ha aludido a la cuestión socio-cultural y a las implicaciones del uso del velo, considerado una muestra de discriminación hacia la mujer y una violación del principio de laicidad refrendado en las constituciones europeas.

Del otro lado, los detractores de tales medidas se preguntan ¿dónde queda la libertad religiosa también estipulada en las constituciones de los países europeos? ¿Qué sucede cuando el uso del velo integral no es fruto de una imposición a la mujer, sino de una decisión propia motivada por las creencias religiosas?

De esta forma se entremezclan los argumentos relacionados con la seguridad, la libertad religiosa y los derechos de la mujer, en un debate que aún no ha conseguido un punto de equilibrio y que cada cierto tiempo resurge para ocupar las portadas de la prensa.

Así ocurrió, por ejemplo, cuando en 2016 se popularizó el “burkini”, una mezcla entre burka y bikini usado por mujeres musulmanas para ir a la playa o a la piscina. Generó intensos debates en la región.

Pero el conflicto toma dimensiones más amplias: tal como denuncian especialistas y activistas, las mujeres musulmanas suelen ser estigmatizadas y discriminadas por llevar la prenda incluso en sus versiones menos estrictas, no están penalizadas por la ley.

Según denuncias, con demasiada frecuencia el velo es obstáculo para acceder a una carrera universitaria, un puesto de trabajo, o simplemente se constituye en una razón para que una musulmana no consiga insertarse funcionalmente en la sociedad occidental. Marco Perolini, experto en temas de discriminación dice que “en muchos países europeos existe una opinión cada vez más generalizada de que el islam está bien y con los musulmanes no hay problemas, siempre que no sean demasiado visibles.

Esta actitud está provocando violaciones de derechos humanos, y es necesario combatirla”. (PL) Septiembre 2020.

(Fotos: Pixabay)

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