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Una tele-visión sobre Margate Sands

Caminaba por la playa cuando, de repente, experimenté una visión; no sobre el futuro, sino sobre el presente. Vi a Michael Portillo grabando material para su serie de televisión.

 

Michael Portillo. Foto de Geof Sheppard. Wikimedia Commons. Licencia Creative Commons

 Steve Latham

 

Es presentador de programas sobre viajes en tren, basados en guías turísticas antiguas y hace escala en varios pueblos para comparar el libro con la realidad de hoy día.

Sin duda, él estaba hoy en Margate explorando su legado histórico, como una expresión de la construcción ferroviaria del siglo XIX, que permitió la llegada del viajero de un día como fenómeno cultural.

A mis padres les encantan sus programas, y yo también disfruté particularmente de uno sobre mi lugar de nacimiento, Winnipeg, en Canadá.

Portillo es en realidad de ascendencia española. Su padre fue un refugiado comunista tras la Guerra Civil. Él mismo, sin embargo, pasó por una transformación política.

Se convirtió en un miembro (de extrema derecha) del partido conservador y en viceministro durante el gobierno de Margaret Thatcher.

Es famoso el “momento Portillo”, que brindó felicidad a los zurdos en toda Gran Bretaña, cuando perdió su escaño en el parlamento en las elecciones generales de 1997.

A partir de ese momento se convirtió en una celebridad televisiva: en debates políticos y su programa de ferrocarriles. A pesar de sus opiniones políticas y su afectado tono de voz, es bastante bueno en esto.

También ha creado un traje profesional: chaqueta de pana rosa brillante y pantalón amarillo limón.

Puedo imaginármelo descansando en casa con un chándal gris y zapatos deportivos Nike. Con su acento de clase alta es el arquetipo de la persona adinerada; aunque sea una confección artificial, juega su papel a la perfección.

Conservando su apariencia ibérica, elegante y llamativa, personifica la habilidad de los conservadores para cooptar cada nivel social en su proyecto histórico de gobierno transgeneracional.

Como tal, Portillo es un presagio: un emblema en exceso de su yo empírico. Ejemplifica la noción de Barthes de “mito”: una persona u objeto que expresa el mito inherente del ethos de nuestra sociedad.

Aquí, el entretenimiento ligero reemplaza la política de clase de la dominancia; lo obvio reemplazado por lo oscuro.

Del mismo modo en el que el antiguo ministro de trabajo, Ed Balls ahora conduce  concursos de baile de cultura popular en la televisión.

Así es como la ideología hegemónica nos mantiene satisfechos en nuestra ebriedad mental.

Nos quedamos inertes frente a la pantalla soporífera: la televisión, la computadora o el móvil.

Deberíamos reformular el bon mot de Charles Peguy: “Todo empieza en la mística  y termina en política”.

En su lugar, ahora vivimos en “La sociedad del espectáculo”, como la llamó el situacionista Guy Debord.

Así que hoy, la política se vuelve anestésica y estética. Lo visual de lo estético nos anestesia profundamente y nos impide comprender nuestra esclavitud.

Si bien el programa de Portillo empezó antes del Covid, se adapta admirablemente a esta dispensación. Su función política no ha cambiado, simplemente cambió la ubicación, del Parlamento a la televisión.

Nos atrae con la promesa de un viaje virtual en el momento en que se nos niega el viaje físico. Esto cumple la profecía de Paul Virilio de una “cultura sedentaria”.

Podemos ir a cualquier parte a través de nuestras pantallas, incluso mientras nos quedamos quietos o seguimos sentados.

Por lo tanto, Portillo se ha convertido en el payaso sobre el escenario para distraernos, sujetos pasivos, de nuestras cadenas.

(Traducido por Claudia Lillo – Email: lillo@usal.es) – Fotos: Pixabay

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