En Foco, Migrantes, Multicultura, Opinión

Inmigrantes en tiempos de Covid: Una segunda oportunidad

Cuando la muerte se hace presente, hay dos opciones: sucumbir al dolor o aferrarnos a lo que nos queda. Yo decidí lo segundo el día que mis padres y mi abuela dieron positivo en Covid-19. Por semanas tuvieron dolores de cabeza, vómitos y fiebres. Hoy algunos tienen secuelas.

  

Daniela Alejandra Arias Baquero


La pandemia nos ha enfrentado a nuestros miedos más humanos, ¿quién no teme su propia muerte o la de sus seres queridos?

En diciembre del año pasado, recordé que la casa de mi infancia, y todo lo que allí atesoraba, los buenos y malos momentos en familia no eran para siempre.

Después de ver a mi padre en posición fetal postrado en una cama con su frente hirviendo, por primera vez en varios meses, sentí que estaba presente para él, y todo se volvió irrelevante ante la posible amenaza de perder a mi familia.

Él, un hombre de 58 años que llevaba trabajando gran parte de su vida en el sector del transporte turístico, quedó sin empleo.

Por eso, meses después de empezar la pandemia tuvo que exponerse al virus para aportar dinero en casa y aceptó salir de casa para hacer rutas turísticas de empresas por la ciudad. Así comenzó todo. Algunos de los empleados empezaron a sentir los síntomas y luego él también se contagió.

Además, los adultos mayores que no tienen pensión en Colombia, son una población aún más vulnerable, pues tienen que decidir entre cuidar su salud o salir a trabajar para obtener el sustento.

Según el coeficiente de Gini, el indicador más utilizado para medir la desigualdad económica, el grupo de ingreso más afectado por la pandemia son los sectores medios de la población.

Es el caso de mi familia, conformada por 5 miembros compartiendo una sola casa ubicada en el barrio 20 de Julio, al sur de la ciudad.

Desde que comenzó la pandemia, vivimos pensando en cómo sobrevivir, el estrés, además del encierro, y el alto contagio en la zona hizo que fuéramos presa fácil para el virus.

Tras los primeros síntomas de mi papá, mi mamá y mi abuela también empezaron a sentir dolores de cabeza que no las dejaban ponerse en pie, se les fue el gusto y el olfato, tuvieron vómitos constante, fiebres y malestar en todo el cuerpo.

El 20 de diciembre, a las 7 de la mañana, ellas se quedaron en la casa mientras el resto de los miembros de la familia nos fuimos a hacer la prueba del Covid-19. Cuando llegamos ya no estaban, tuvieron que irse a urgencias porque mi abuela estaba saturando muy bajo el oxígeno.

El virus en algunos cuerpos es silencioso y cuando se manifiestan los síntomas más graves, ya está en etapa avanzada.

Ese día creí que no volvería a ver a mi madre y a mi abuela. Tuve que ser fuerte y, ante todo, afirmar la vida.

Después de varias horas les dieron de alta. Verlas salir del hospital es uno de los mejores recuerdos que tengo del año pasado, así como poder ayudarlas a pasar la calle y subir al auto para volver todos juntos a casa. Siento que es una segunda oportunidad que la vida me da para estar más presente en sus vidas.

Ha pasado más de un mes desde que mi familia tuvo coronavirus. Aunque ya están fuera de peligro, algunos miembros siguen dando positivo de Covid-19 en las pruebas, mientras otros obtenemos el mismo resultado negativo.

Los que tuvieron el virus sienten secuelas como desaliento, vértigo y fatiga. Seguimos siendo fuertes y unidos para superar esta situación. En lo personal sigo aferrada a lo que me queda de esta lección, que es vivir al lado de mi familia, cada día como si fuera el último.

(Fotos: Pixabay)

 

Share it / Compartir:

Leave a Comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*