En Foco, Opinión

La pandemia real

La recesión de Covid-19 es la mayor crisis económica que ha vivido el mundo en décadas. Ha asestado un enorme golpe a las empresas y a las finanzas familiares, poniendo de rodillas a la economía mundial con efectos devastadores a largo plazo.

 

Olusegun Akinfenwa*

 

Sin embargo, al igual que las pandemias anteriores, también ha ampliado la brecha de la desigualdad mundial de forma desproporcionada.

Las encuestas realizadas en todo el mundo muestran que los más pobres están soportando la mayor carga de los impactos sanitarios y financieros de la pandemia.

Desde el punto de vista de la salud, los pobres están significativamente más afectados que los ricos. Los resultados de la primera fase del brote mostraron que el virus mató al doble de personas en las regiones pobres de Gran Bretaña que en las ricas.

Por ejemplo, en Inglaterra, entre marzo y abril de 2020, las comunidades más pobres registraron 55,1 muertes por Covid-19 por cada 100.000 habitantes, en comparación con las comunidades más ricas, con 25,3 muertes por cada 100.000.

En la misma línea, las zonas más desfavorecidas de Gales sufrieron 44,6 muertes por cada 100.000 habitantes, lo que casi duplicó los casos de las zonas menos desfavorecidas, con 23,2 muertes por cada 100.000.

En Estados Unidos, la pandemia ha puesto aún más de manifiesto la desigualdad racial y de ingresos existente desde hace tiempo en el país, ya que se registró una mortalidad por coronavirus mucho mayor en los condados predominantemente no blancos.

La tasa de mortalidad de Covid-19 en algunas de estas zonas era más de nueve veces superior a la de los condados con una población mayoritariamente blanca.

La tasa de infección también fue casi ocho veces mayor en los condados con predominio de personas de color.

Entre las razas más afectadas se encuentran los negros y los latinos. “Si las tasas de mortalidad fueran iguales en todos los grupos raciales, 24.000 personas negras y latinas que murieron a causa del virus seguirían vivas hoy en día”, indica un informe de Oxfam.

El coronavirus es una de las crisis sanitarias con mayor impacto financiero mundial que se recuerda. Ha sumido a todo el mundo en una recesión económica que sobrevivirá durante mucho tiempo a sus repercusiones sanitarias.

Desgraciadamente, al igual que sus repercusiones sanitarias, estos problemas financieros afectan más a los pobres que a los ricos. De hecho, mientras los más pobres del mundo se hundían en el umbral de la pobreza, los más ricos se han enriquecido.

Mientras que personas de toda condición han experimentado las cargas financieros de una manera u otra, de alguna manera los ricos han logrado recuperar su pérdida e incluso aumentar su riqueza.

Según un informe titulado The inequality Virus, las 1.000 personas más ricas del mundo recuperaron sus pérdidas de Covid-19 en sólo 9 meses.

Sin embargo, los más pobres del mundo podrían tardar más de 10 años en recuperarse de los efectos financieros de la pandemia.

En Estados Unidos, a los pocos meses de la crisis, más de 40 millones de personas habían solicitado el paro, y muchas empresas cerraron. Además, 1 de cada 10 estadounidenses tenía menos de 400 dólares en sus cuentas bancarias para cubrir gastos inesperados. En el mismo periodo, los multimillonarios del país vieron aumentar su riqueza en medio billón de dólares.

Esta no es la primera crisis que ha ampliado desproporcionadamente la brecha de desigualdad entre los más ricos del mundo y la población en general. En 2009, mientras la mayoría de la población aún sufría la recesión económica de la Recesión Global de 08-09, los individuos de alto valor neto del mundo aumentaron su cuota de riqueza global en un 19%, hasta los 39 billones de dólares.

Pudieron recuperar casi todas sus pérdidas en un año, mientras que el resto del mundo sufrió los efectos financieros durante varios años. Entre 2009 y 2012, los más ricos del mundo acapararon el 95% de las ganancias de ingresos.

Además del 1% más rico del mundo, las disparidades económicas de Covid-19 también pudieron notarse entre la población en general.

Algunas de ellas son inherentes a los tipos de profesión y a las brechas educativas. Incluso antes de la pandemia, los más pobres del mundo siempre han trabajado en los sectores más desfavorecidos y peor pagados y han tenido más desventajas educativas que los ricos.

Ahora, la pandemia ha ampliado estas barreras seculares.

En el Reino Unido y en algunos países de la UE, muchos trabajadores con estudios inferiores a la secundaria han perdido su empleo. Por el contrario, se produjo un aumento de los puestos de trabajo para los empleados con títulos universitarios.

Además, mientras que la mayoría de los trabajadores con titulación universitaria pudieron trabajar a distancia durante los cierres, la mayor parte de las personas en situación de desventaja educativa no pudieron hacerlo.

Esto se debe a que la mayoría de ellos trabajan en los sectores más afectados, como el de los viajes, el entretenimiento y la restauración, y carecen de la oportunidad o la capacidad de teletrabajar.

Según todos los indicios, los efectos de la pandemia son mucho más contundentes sobre las personas más vulnerables del mundo, especialmente los niños de hogares pobres.

En comparación con sus compañeros de hogares ricos, los niños económicamente desfavorecidos han sufrido más pérdidas de aprendizaje y tienen más probabilidades de padecer hambre severa.

En Inglaterra, por ejemplo, se registró una enorme brecha de aprendizaje del 46% entre los alumnos de algunas comunidades más desfavorecidas y sus compañeros de hogares más ricos.

Desde el punto de vista económico, la crisis ha expuesto a más niños a una inseguridad alimentaria sin precedentes en todo el mundo. Los resultados muestran que el 5,5% de los hogares con niños en el Reino Unido no pueden permitirse una comida con carne, pescado o un equivalente vegetariano cada dos días.

Esto supone un reto nutricional para muchos niños que han perdido el acceso a las comidas gratuitas debido al cierre de las escuelas.

El impacto es mucho más grave en los niños del África subsahariana, ya que la interrupción académica ha aumentado en 100 millones el número de niños sin escolarizar en la región.

Muchos de ellos, sobre todo los que proceden de zonas en conflicto, también se enfrentan a la desnutrición aguda.

Las crisis sanitarias y financieras de Covid-19 han puesto de manifiesto aún más la antigua desigualdad mundial entre personas de diferente condición. Deben realizarse esfuerzos concertados para reducir las crecientes disparidades.

En cuanto a la salud, los líderes mundiales deben garantizar que las vacunas contra el coronavirus estén disponibles y sean accesibles para todos sin coste alguno. Para mitigar las dificultades económicas, debería haber un paquete de ayuda financiera adecuada para todos los que han perdido sus ingresos a causa de la pandemia.

Asimismo, la reducción de la brecha educativa entre los pobres y los ricos ayudará a que más personas sean económicamente independientes y a reducir la disparidad.

*Olusegun Akinfenwa es corresponsal político de ImmiNews.

(Traducido por Mónica del Pilar Uribe Marín) – Fotos: Pixabay

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