Cinema, Cultura

Leon Siminiani, jugando con la quietud

Una plaga inusual, una plaga de quietud, desciende sobre una ciudad y comienza a extenderse por el mundo moderno. ¿Cómo puede un creador de imágenes en movimiento enfrentarse a algo que niega su arte? Su película se pierde sin terminar, pero 50 años después un investigador encuentra lo que permanece.

 

Graham Douglas

 

El director de cine colombiano Luís Ospina falleció en 2019, dejando un extenso legado de películas que comentan satíricamente la desigualdad, y la explotación de la pobreza por parte de los cineastas, incluyendo sus “mockumentaries” como “Un tigre de papel” (2008) y “Los vampiros de la pobreza” (1977).

Como forma de homenaje a Ospina y a sus colaboradores en el grupo de cineastas que creció en Cali en los años 70 y que se conoció como Caliwood, el director León Siminiami, gran admirador, decidió realizar el cortometraje “El síndrome de los quietos”.

La película, que se estrenó en el Festival Visions du Reel en línea, parte de la idea de que Ospina les dio permiso para utilizar una cierta cantidad de su material fílmico a cambio de que filmaran, con una cámara de ultra alta velocidad, el día en que decidió tirar a la calle un montón de “chatarra” electrónica.

Aunque parece distópica, la película celebra el carácter lúdico de Ospina y sus colaboradores, especialmente Carlos Mayolo, jugando con las posibilidades del cine para ir hacia atrás y hacia delante en el tiempo.

Aquí, León Siminiami habla con The Prisma después del Festival de Cine Visions du Reel, sobre su enfoque de la realización de películas y su relación con el legado de Ospina.

Además del poema de Mayolo que la introduce, ¿se basa la película en algún interés particular suyo o de Ospina del que hayan hablado?

Uno de los principales intereses que tenía Jorge Caballero, productor y coguionista de la película, era hacer un “juego cinematográfico”, es decir, hacer una película como si jugáramos un juego. Uno de los más importantes “jugadores de cine” que conocemos es Luís Ospina. Así que nos dirigimos a él con ese espíritu: “¿quieres jugar con nosotros a hacer una película?”.

La película es un homenaje a Ospina, pero la voz en off anuncia que fue un proyecto que ni siquiera se llegó a esbozar. ¿Qué relación tiene su película con la forma en que usted ve la forma de hacer cine de Ospina?

Tiene una profunda relación. Me relaciono mucho con una cierta aproximación al cine que desarrolló Ospina es sus falsos documentales. Creo que él tenía una verdadera mente abierta sobre las posibilidades de interpretar la realidad con los medios del cine. La realidad y el propio cine también. Por supuesto, Luís Ospina es una figura demasiado grande como para reducirlo a ese juego. Digamos que es una de sus muchas caras. Pero una muy productiva.

Personalmente, la película me pareció más lúdica que distópica, jugando con los silencios durante el Censo, los partidos de fútbol, e imaginándola como una pandemia. ¿Cómo reacciona el público?

¡Sí que queríamos jugar! Incluso el mero hecho de anunciarla como distópica forma parte del juego, ya que hay una distancia evidente con ese tipo de películas. La película se acaba de estrenar en el festival Visions du reel que tuvo lugar en Internet debido a la pandemia. Pero esperamos tener pronto la oportunidad de proyectarla con el público. Entonces veremos cómo reaccionan. Esperemos que nos sigan el juego.

La voz en off invita a considerar la forma en que se muestran ciertas escenas, como si la película fuera un archivo, incluso en el mismo momento en que se está realizando. Parece sugerir al público que considere la creación de películas no como algo mágico, sino como una técnica, y sin embargo es exactamente mágica. ¿Puede decir algo más sobre cómo quería dirigirse al público?

Creo que el llamado modo expositivo en el ámbito del cine de no ficción tiene grandes posibilidades. Es cierto que tradicionalmente se ha visto envuelto en reportajes de televisión, cine didáctico o de propaganda, pero creo que tiene mayores posibilidades. En este caso, hemos dado a la película la forma de una futura presentación ante un público. El público no sabe exactamente si la voz en off es una persona real o no. Hay una cierta sensación de robustez…

Pero sí sabemos que la premisa permite a esa voz en off especular con unas imágenes encontradas de 2020. ¿Cuál era el objetivo de esas imágenes que se rodaron en 2020, es decir, hace 30 años?

Es una pregunta abierta que la película comparte con el público. Al final, todo es una invitación al público para que juegue con el significado de las imágenes rodadas en diferentes momentos en Colombia durante los últimos 100 años.

La zona negra del mapa está fechada en 2024. ¿Se trata de un hilo conductor de ciencia ficción en la narración?

Me gusta trabajar con la noción de “huellas” de una historia de ficción. Esto es algo que Chris Marker hizo con total brillantez. Por ejemplo, los lugares y los objetos nos permiten imaginar muchas historias sobre las personas que los habitan o utilizan. Aquí, en el núcleo de una «presentación académica» en el futuro, encontramos algo que no encaja del todo porque el tiempo del narrador y el tiempo real del público, 2021, se contradicen. Hay una paradoja temporal. Me gusta imaginar esta paradoja como una «huella de ciencia ficción». El hilo del que hablas… también está el hecho de que situar esas imágenes en 2024 es nuestra manera de desear que Luís Ospina sea inmortal.

El trato con Ospina era que lo filmaran tirando su basura electrónica para ver qué pasaba con ella en la calle, que debía ser filmada a los máximos cuadros por segundo posibles. Pero no vemos lo que le pasa.

En realidad lo filmamos como él quería, pero decidimos no mostrar esas imágenes a nuestro público en “El síndrome de los quietos”. Pensamos que era más fuerte que esas imágenes permanecieran sin revelar. Él quería hacer su propia película con esas imágenes. Y no queríamos estropear su película. Un día se hará esa cinta. Estoy seguro: la muerte parece ser sólo un pequeño detalle para Ospina, no un obstáculo para seguir haciendo películas.

¿Colaboró Gustavo Petro en la realización de la película?

Fue muy generoso al participar en nuestro juego, sobre todo si se tiene en cuenta que tuvimos nuestro encuentro sólo unos días después de que él terminara una campaña presidencial extremadamente agotadora.

Le explicamos el síndrome que intentábamos construir. Comprendió el juego y aceptó seguirlo.

Digamos que tuvo la amabilidad de adaptar su discurso humanista a las reglas de nuestro juego. Tuvimos mucha suerte de que personalidades tan grandes como él, Juan Gabriel Vásquez y Luís Ospina aceptaran jugar con nosotros para construir el síndrome de la quietud.

Usted es conocido por sus cortometrajes y su microdocumental Conceptos claves del mundo modern” Moderno recibió muchos premios. ¿Cómo se relaciona “El síndrome de los quietos” con estos trabajos anteriores y con sus intereses en general?

Hice el último capítulo (hasta la fecha) de la serie Conceptos Claves del Mundo Moderno en 2009. En estos 12 años, he realizado dos largometrajes documentales y tres series documentales para plataformas de transmisión. Algunos de estos trabajos exploran las posibilidades de la voz en off y la relación entre texto e imágenes. Pero creo que “El síndrome de los quietos” es un intento mucho más claro de volver al ámbito del ensayo cinematográfico, donde los Conceptos Clave tenían sus raíces. Un reino en el que el texto y la imagen tienen una relación de igualdad y no jerárquica, como ocurre en las otras películas.

¿Algo que añadir?

La película “El síndrome de los quietos” nació como resultado de la amistad y el deseo de trabajar juntos del cineasta y productor colombiano Jorge Caballero y yo.

Ambos admiramos a Luís Ospina: su obra y a él mismo como persona. Así que espero que al final, tanto la amistad como la admiración hayan encontrado de alguna manera su camino para infiltrarse en la película.

 (Traducido por Mónica del Pilar Uribe Marín) – Fotos del archivo de Luis Ospina, suministradas por el productor y autorizadas para su libre publicación.

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