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Inmigrantes españoles: una vuelta de tuerca

Los españoles enfrentan hoy, irremediablemente, el drama del desempleo. Obligados a abandonar su país, viven la dolorosa realidad que desde hace décadas viven los latinoamericanos, inmigrantes por antonomasia y quienes han tenido que ejercer casi siempre oficios de limpieza, así sean profesionales.

 

Ignacio M. Prada

    

“En España hay dos salidas al terminar la carrera: por avión o por mar”. Bromear con el dramatismo es un recurso fácil, incluso lógico, para sobrellevar y superar contratiempos.

Los jóvenes españoles no encuentran empleo en su país.

No existe ninguna garantía de trabajo decente para acoger a la enorme cantidad de trabajadores cualificados que las universidades y los centros de formación profesional producen sin cesar. Cada año hay más licenciados, más ingenieros, arquitectos y profesionales medios obligados a cruzarse de brazos cuando finalizan sus estudios. El mercado laboral en España está colapsado.

Y no hace falta acudir a las cifras que lo atestiguan. Basta con viajar a Londres para cerciorarse de que la capital británica se está convirtiendo, junto a París y Berlín, en uno de los principales refugios de jóvenes cansados de buscar trabajo en España sin cosechar resultados de éxito. Ellos finalmente, hicieron las maletas, volaron y se quedaron en busca de un futuro mejor. Con mentalidad inmigrante.

Los milagros no existen

“Estar en España era como esperar el eterno milagro”, asegura Rafael Bueno, licenciado en Derecho y magíster universitario por partida doble.

A sus 26 años lleva un año viviendo en Londres. “Envié unos doscientos currículos antes de venir. Personalizaba todos y cada uno de ellos, dependiendo del puesto para el que aspirase. Sólo recibí tres respuestas diciéndome que no necesitaban a nadie y dándome las gracias por pensar en ellos como empleadores”, cuenta Rafael con cierto aire de lamento. “Me pasaba día y noche mirando mi bandeja de entrada. No me quería creer que mi esfuerzo se estuviera quedando en la nada. A los dos meses me cansé y en tiempo récord me preparé para empezar en Londres. Necesitaba un cambio”.

Llegó solo y con una mochila. Ahora trabaja como camarero en un bar y se queja de “tener que estar sirviendo pintas y poniendo cafés”, después de haber pasado la mayor parte de su juventud estudiando en la universidad.

Siente que todo su esfuerzo no ha tenido la recompensa esperada. “¿Por qué, si cada vez somos más los licenciados, más personas las que estudiamos, nuestro país está cada vez más arruinado? No tiene sentido”.

Como Rafael, son miles los jóvenes hundidos en el mar de la desilusión, etiquetados, estigmatizados por formar parte de una generación perdida, pese a ser la más preparada de todas las que ha tenido España.

Son jóvenes indignados ante la clase política, ante las medidas de ajuste y austeridad, ante la recapitalización del sistema financiero a través de dinero público y el empobrecimiento paulatino al que se enfrenta su nación.

Y es que, según la fuente consultada, el desempleo juvenil en España – que sólo contabiliza a menores de 25 años –  ronda ya el 45% de su población activa. En total, según el Eurostat, la oficina estadística de la Comisión Europea, el desempleo en el Estado español supera el 22%: más de cinco millones de desocupados… La tasa más alta de la Unión Europea.

Inmigrantes veteranos

Quizá sea la gran influencia internacional que ostenta el Reino Unido a nivel mundial lo que le ha hecho grande a ojos de sus ciudadanos de acogida. Lo cierto es que Londres recibe diariamente seres humanos de todos los rincones del mundo. Desde hace varias generaciones, el crecimiento económico del país y las políticas de tolerancia aplicadas son activos suficientes para decantarse por el Reino Unido como país a donde inmigrar.

Así lo pensó Wilma Rubio, ecuatoriana de 34 años que hace nueve decidió salir de su país.

Permaneció en España trabajando como encargada en una pizzería hasta que la presión hipotecaria le hizo pensar que no era fructífero quedarse. Entonces tomó sus ahorros, a su marido y a sus dos hijos y ya lleva dos años en la ciudad del Big Ben. Trabaja en un hotel “limpiando y haciendo camas”, y asegura que tiene varias compañeras españolas.

“Es una situación nueva, raro. Cuando trabajaba en Madrid, sentía el desprecio de los españoles por mis raíces, por mis rasgos. Aquí, en cambio, todos somos uno más”, reflexiona Wilma. Y agrega: “Los españoles se han dado de bruces contra una realidad económica que les ha obligado a hacer lo que los sudamericanos llevamos años haciendo: limpieza. Es una buena ‘cura’ de humildad”.

Alex Fuentes, boliviano de 37 años, lleva en Inglaterra desde hace catorce. Hoy es el jefe de área de la empresa que contrata servicios de  limpieza y  para la que empezó a trabajar nada más llegar.

Afirma que “desde hace ya un par de años” recibe más currículos de españoles que los que solían llegar antes. Les cataloga de tener “una mentalidad europea”, y se explica: “Muchos, desde el principio, quieren encontrar un trabajo bien pagado y relacionado con los estudios de grado que traen de España, pero se dan cuenta de que, sin un inglés fluido, sus aspiraciones se ven rápidamente frustradas. Les toca trabajar en lo que sea, como a la mayoría”. El nuevo perfil de inmigrante español se ajusta a los siguientes parámetros: jóvenes menores de 30 años, con estudios superiores y provenientes de familias de clase media.

Acostumbrándose a vivir fuera de casa, sus historias poseen ciertas singularidades, y es que muchos se plantearon su vida en Londres como una “aventura” de uno o dos años para aprender el idioma.

Se fijaron incluso plazos: “Hasta después de los Juegos Olímpicos”, según Rocío Valverde, arquitecto de 25 años, que hoy, tras un año y medio fuera de casa, se siente “afortunada” por trabajar en una empresa de investigación de mercado “llamando a España y haciendo encuestas”.

No ve el final de la crisis, y su sector, el inmobiliario, asegura que “está especialmente hundido en España”. Por eso ella, como muchos de sus compatriotas, se queda.

Y sus compatriotas se quedan para trabajar en limpieza mayormente, o como camareros – lo que antes hacían para ganar algún dinero en vacaciones.

(Fotos: Pixabay)

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