En Foco, Notas desde el borde, Opinión

Distanciamiento social y cambio social

Mi amigo, Kofi, es cartero. Me dijo que tiene más trabajo ahora porque hay más paquetes para repartir, ya que los que están atrapados en casa hacen más compras por Internet para lidiar con ello.

 

Steve Latham

 

Otro amigo, que trabaja en la industria de la moda online, permitida por el plan del gobierno, observa que la gente está comprando ahora ‘ropa de estar por casa’.

En lugar de lucirnos en público, lo hacemos en privado, o más bien en Internet: si la civilización colapsa, al menos estaremos guapos.

Así, nuestra forma favorita de hacer frente a la crisis parece ser hacer compras. Como dice el refrán: “al mal tiempo, buena… compra”.

A pesar de cierto aumento del activismo en respuesta al virus, hay menos posibilidades y poco apetito para la acción colectiva, los organismos o la subjetividad.

La venta de alcohol también aumenta, ya que intentamos, a través de la compra y la bebida, afrontar el precio psicológico de la pandemia.

El concepto de Karl Jaspers de la “situación límite”, el estado al borde o al límite, donde nos enfrentamos a la elección entre la desesperación y el sentido, fue desarrollado en respuesta a la Segunda Guerra Mundial y el holocausto.

Pero parece un término anticuado hoy en día, ya que hemos identificado una tercera opción: el entretenimiento. Y nuestro aislamiento contribuye, porque incluso aquellos que siguen trabajando tienen que quedarse en el mismo sitio cuando terminan su turno.

Sin embargo, este aislamiento es un desarrollo lógico del aislamiento de la reciente sociedad capitalista. Como señaló Marx, todas las solidaridades intermedias se disuelven hasta que yacemos desnudos bajo el nexo monetario.

En febrero, antes del impacto del coronavirus, The Guardian publicó un informe que decía que nuestro sentido de comunidad ha empeorado, lo cual se atribuyó a nuestro uso de las redes sociales.

No obstante, Larry Elliot, con respecto al mismo asunto, observó que esto continuaba la tendencia descubierta veinte años antes por Robert Putnam en “Bowling Alone”, que narra la decadencia de los grupos comunitarios en los EE. UU.

Las redes sociales simplemente intensifican y amplían la ya existente sociológica, a través de avances tecnológicos. La anomia, la alienación y la ansiedad ya habían comenzado.

Después de todo, yo había dejado mi ciudad natal por la gran ciudad hacía muchos años, abandonando a mi familia y amigos, así como la posibilidad de relaciones para toda la vida a cambio de las amistades transitorias de Londres.

Hay un análisis teórico del confinamiento en el blog de Giorgio Agamben, donde utiliza el concepto de Elias Canetti de la “masa”,

Sin embargo, el distanciamiento social produce una “masa invertida”; no es una “masa densa”, sino “enrarecida”.  La comunicación por Internet, al sentarnos en nuestros terminales, es una enfermedad terminal. Es el ingenio de la modernidad capitalista, que nos atomiza y masifica al mismo tiempo; un aislamiento colectivo o una colectividad aislada.

Solo reducidos a nuestro denominador común más bajo podemos integrarnos con éxito en la “sociedad de control”.

Como señaló Michel Foucault, el control es mayor cuando es interiorizado dentro del sujeto, de manera que la productividad es mayor cuando se trabaja desde casa, como ahora.

Y, aunque habrá una explosión de socialización cuando termine el confinamiento, los cambios a largo plazo continuarán: a través de videoconferencias y cubículos de oficina sustituidos por espacios individuales (nuestros apartamentos).

Por lo tanto, debemos aproximarnos al estado descrito por Charles Taylor como “humanidad desencarnada”, separados de nosotros mismos y nuestra conexión corpórea.

(Traducido por Iris María Blanco Gabás –Email: irisbg7@gmail.com) – Fotos: Pixabay

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