Globo, Migrantes, Multicultura, Reino Unido

Cuando el multiculturalismo deja de ser un proceso social

No hay ningún problema con el multiculturalismo como tal, ha existido desde la antigüedad aunque el término haya surgido recientemente. Es un hecho necesario e inevitable de la vida.

 

Mónica del Pilar Uribe Marín

 

Esta corriente, este movimiento, tiene su propia dinámica y sus propias dificultades procedentes de la interacción de diferentes culturas.

Aunque sus efectos son diferentes según el clima de la época, ya sean de rechazo o de asimilación, es innegable el poder que ejerce para enriquecer la cultura de acogida.

El problema con el multiculturalismo se da cuando deja de ser un proceso social y se convierte en un arma política.

Los políticos y los gobiernos han hecho uso de esta arma, especialmente en el Reino Unido, pues han hecho del multiculturalismo un controvertido tema de debate. Y digo controversial para aquellos que piensan que muchos idiomas, costumbres y tradiciones en la ciudad no son enriquecedores cuando se mezclan.

El tema es controvertido porque se ha mezclado sutilmente con el de la inmigración, por lo menos algunos políticos.

Confundir a la gente resulta útil para crear el sentimiento de que la inmigración es la causa de la crisis económica, y si no la causa por lo menos un obstáculo para solucionarla.

Pero la mejor estrategia es la de culpar a los inmigrantes por los problemas que existen en la sociedad.

Se ha demostrado históricamente que la importación de mano de obra barata y cualificada ha permitido que las economías capitalistas se mantengan y crezcan.

Y, como las estadísticas muestran, los inmigrantes hacen el trabajo que los nativos no desean efectuar.

Los inmigrantes no causaron la crisis económica. Pasan la mayor parte de su tiempo tratando de sobrevivir, y en muchos casos han sido obligados a huir de sus hogares como refugiados. Su principal preocupación es enviar dinero a casa para alimentar a sus familias y ahorrar para volver de nuevo a su país.

Una forma de atacar a los inmigrantes consiste en culparlos de las oleadas terroristas y de la violencia urbana.

Esta hipótesis funciona muy bien ya que propaga el odio y el miedo a otras religiones y a otros grupos étnicos.

Al final se alimenta la idea de que no hay más alternativa que la expulsión de personas por razones de seguridad nacional.

Cuando estos argumentos no funcionan, surge otro que es el de acusarles de negarse a integrar, de crear guetos y de “denigrar nuestra sociedad británica”. Es decir, quieren que los que cambiemos seamos nosotros y no ellos.

Este discurso anti-multicultural es fácil de construir y aún más fácil de ser aceptado, ya que, por un lado, todo el mundo tiene en su mente la crisis económica y el temor al terrorismo. Y por otro lado, esta sociedad, sobre todo Londres, pese a su tradición multicultural, también tiene fuertes dosis de racismo y de intolerancia hacia otras culturas.

Incluso entre aquellos que no aceptan este discurso intolerante, o quienes se sienten a gusto en una ciudad con diferentes culturas, cocinas, ritmos caribeños, salsa y flamenco, muy pocos hablan en contra de los enemigos de la multiculturalidad.

Este anti-multiculturalismo es simplemente un discurso xenófobo escondido detrás de una agradable máscara de nacionalismo promocionado por las políticas neo-liberales.

Los enemigos del multiculturalismo no son únicamente los conservadores de derecha o los fundamentalistas religiosos, sino también aquellos que callan, que son pasivos e indiferentes, e incluso los son los mismos inmigrantes con su inactividad frente al tema. Los medios de comunicación también contribuyen al problema. No sienten la responsabilidad de informar abiertamente sobre un tema como la inmigración.

Se trata de medios de comunicación que no informan a los lectores sobre las manipulaciones de los políticos, y simplemente hacen eco de sus argumentos.

Medios que nunca señalan que el capitalismo es multicultural cuando se trata de abrir nuevos mercados, de extraer recursos naturales, de construir mega-proyectos y de importar mano de obra barata.

Medios de comunicación que no hablan de cómo el multiculturalismo deja de ser útil cuando se trata de aceptar y respetar otras culturas, de abrir las puertas a los inmigrantes, en vez de estigmatizarlos y deportarlos.

El multiculturalismo no ha fallado. Hay cosas que deben cambiar, pero el multiculturalismo como proceso social no ha fracasado.

La cultura occidental tiene que hacer un esfuerzo y admitir que sus fundamentos no son los únicos que merecen respeto. Al igual que las otras culturas también tienen que hacer el esfuerzo de entender que todas las culturas tienen sus religiones, sus visiones del mundo y sus historias.

La propaganda anti-inmigrantes, que también es anti-multiculturalista y racista, se extiende gracias al gobierno y algunos sectores de los medios de comunicación creando percepciones falsas, como la de que el multiculturalismo ha fracasado, que es peligroso y que provoca la violencia.

No solo se necesita interacción, sino diálogo. Diálogo en el gobierno, y diálogo entre las comunidades que llegan y las que las acogen. Y, especialmente (debido al fundamentalismo), el diálogo entre las comunidades religiosas.

Los derechos humanos no atañen a una sola cultura sino a todas, y deben ser defendidos y promovidos totalmente, pese a que las leyes en cada cultura son diferentes.

En un país que acepta la democracia, el multiculturalismo debe ser escuchado.

Hay que participar y decidir, pero con base en información y comprensión correctas.

El multiculturalismo verdadero inspira y enriquece, aprende de los demás, une y transforma. Cada persona debe tener la libertad de celebrar su propia cultura, su propia religión, pero respetando a la sociedad a la que han llegado y aprendiendo de ella.

Tal vez el problema es que solo toleramos la diversidad. Y más bien en vez de tolerar, deberíamos aceptar a las otras culturas.

(Traducido por Lorena Rodríguez García) – Fotos: Pixabay

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