Globo, Mundo, Reino Unido

Un destino  trágico, un estado fallido

Haití necesita recomponerse como Estado y ahora enfrenta un enorme desafío con las pandillas ligadas al narcotráfico y el comercio ilegal de armas que dispararon los casos de secuestros, asesinatos y extorsión en los últimos años. El Gobierno carece de recursos para detener el caos.

 

Anelí Ruiz García

 

La sucesiva violencia e inestabilidad política desde el surgimiento del país que además sufrió una sangrienta dictadura, destruyó la institucionalidad y los recurrentes cambios de gobierno limitan tareas elementales como el manejo de los recursos fiscales, o de los cuerpos de seguridad.

Además, la constante tutela de la comunidad internacional desde 1915 hasta ahora solo fortaleció la dependencia y contribuyó al desmantelamiento de las instituciones republicanas, asegura el analista político Frank Saint Jean.

Ese 1915, en febrero, Vilbrun Guillaume Sam llegó a la presidencia de Haití tras un convulso periodo en el que el país tuvo cinco presidentes en menos de cuatro años.

El alzamiento contra su predecesor Joseph Davilmar Théodore fue impulsado por el descontento contra el mandatario que incumplió sus promesas de pagarle a las milicias armadas en ese entonces conocidas como Cacos, las cuales lo ayudaron a alcanzar el poder.

Tras el exilio forzado de Théodore en Curazao, Sam fue reconocido como nuevo jefe del Poder Ejecutivo por el resto de generales revolucionarios, y electo presidente por el Congreso días después.

Pero su mandato duró apenas cinco meses. Una muchedumbre iracunda sacó a la fuerza al presidente de la embajada de Francia, donde se refugió en medio de las rebeliones, desmembró su cuerpo y exhibió los restos en lanzas por toda la ciudad.

Los hechos abrieron las puertas a la intervención más larga de Estados Unidos hasta Afganistán: ocupó Haití durante 19 años y terminó con la destrucción de las instituciones estatales, el apoderamiento de las reservas de oro y la venta de tierras a los norteamericanos ricos. Más de un siglo después, el asesinato de Jovenel Moïse el 7 de julio de 2021, del cual casi dos años después hay pocas respuestas, vuelve a poner al país ante la amenaza de una nueva ocupación, mientras se acentuó la crisis institucional sin Parlamento, con una justicia apenas funcional y sin funcionarios electos

Mucho antes del magnicidio, Moïse era una figura muy impopular, acusado de corrupción y de comportamiento dictatorial y en una pugna abierta con el poderoso sector privado, el cual se especula lo colocó en el poder.

Decenas de miles de personas se manifestaron durante al menos tres años contra su gestión y cuando murió por 12 disparos en su residencia privada de Pelerin, en el sudeste de esta capital, tenía muy pocos aliados.

Su parricidio se inserta en una lista de actos similares en la empobrecida nación,  primera en alcanzar la independencia en América Latina y que está moldeada por  revoluciones, pugnas políticas, corrupción y desastres naturales, además de ostentar el triste récord de asesinar o derrocar a 22 gobernantes en siete décadas.

“Haití ha experimentado numerosos períodos de intenso desorden político y económico, algunos de ellos incluso sirvieron como excusa para la intervención militar de Estados Unidos”, expresa Saint Jean.

En 1806, solo dos años después de la independencia de Haití, Jean Jacques Dessalines, considerado el padre de la nación, fue brutalmente asesinado en Pont Lanarge, hoy Pont Rouge, situado al norte de Puerto Príncipe.

Cayó en una emboscada cuando se dirigía a sofocar una rebelión en su contra y tras ganar el descontento por la serie de reformas que quería implementar en cuanto a la distribución de la riqueza.

Para el investigador, mediador social y cultural de la Organización de Gestión del Destino Norte de Haití, Yvon Charles, la política de justicia social que preconizaba Dessalines fue la principal causa de la conspiración de varios generales para el asesinato.

Entre las razones del desenlace fatal se enumeran la nacionalización de tierras, el control directo y estricto del comercio exterior, el corporativismo agrario y el nepotismo al designar a su primogénito como sucesor.

Para muchos, el asesinato de Dessalines marcó el destino trágico de Haití que se dividió en dos estados y en el norte instaló una corte al estilo europeo con reyes, palacios y nobles,-en el corazón del Caribe. El 15 de enero de 1870, sobre las ruinas de la sede de Gobierno que ordenó quemar, el antiburgués Sylvain Salvane fue ejecutado en debido a una rebelión liderada por los rivales, que obligó al entonces presidente a atrincherarse en Puerto Príncipe.

Cuatro décadas después, en agosto de 1912, Cincinnatus Leconte, quien fuera nieto de Dessalines, tuvo igual final cuando opositores políticos perpetraron un atentado en su contra y colocaron explosivos en el Palacio Nacional. Con él perecieron familiares y más de un centenar de soldados. PL

(Fotos: Pixabay)

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