Globo, Latinoamerica, Reino Unido

Comprar medios para controlar la opinión pública

Para la familia Gilinski comprar medios de comunicación se le volvió una práctica cotidiana. Es como salir de compras un fin de semana. Ya tienen en sus manos a Semana y a El País de Cali y van tras El Heraldo de Barranquilla.

 

Germán Ayala Osorio

 

Se dice en los mentideros políticos y mediáticos, que la señalada familia terminó comprando “dos muertos”. Muertos o no, tener un medio de comunicación, así sea para perder dinero, siempre será importante para aquellos magnates que tienen intereses políticos o que deciden ponerse al servicio de las fuerzas que confluyen en lo que se conoce como el uribismo y que a toda costa buscan que al gobierno de Gustavo Petro le vaya mal, para recuperar el poder en el 2026, sin olvidar las elecciones regionales que se avecinan.

Los Gilinski, junto a Luis Carlos Sarmiento Angulo y Julio Mario Santodomingo controlan un importante segmento de la opinión pública que aún lee medios impresos y se acerca con avidez a medios digitales amarillistas y sensacionalistas.

La pauta para ese tipo de periodismo la está dando Semana.   La otrora revista seria en sus investigaciones se convirtió en un portal desde donde el uribismo ataca a diario al gobierno, con fines claros de deslegitimarlo y de aportar su grano de arena, a lo que desde la misma Casa de Nariño se considera como un Golpe de Estado Blando.

La periodista María Jimena Duzán recientemente describió lo que es la actual revista Semana: “Semana, a falta de una oposición real que sea capaz de tener una voz potente, se ha convertido no solo en una máquina digital sino en la única oposición que hay en Colombia. Su objetivo no es publicar noticias veraces sino escandalizar, alimentar la indignación y darle municiones a esa oposición hambrienta de poder para que se fortalezca. El usuario típico de Semana está más dispuesto a ratificar sus prejuicios que a informarse de hechos que los contradigan”.

Con sus millonarias compras, los Gilinski están afectando la democracia, al concentrar entre sus manos a tres medios de comunicación.

Ante la inexistencia de una ley que prohíba la concentración privada de empresas mediáticas, estos magnates prácticamente tienen entre sus manos a una parte importante de la opinión pública, en particular a unas audiencias poco formadas para el debate razonado y que creen a pie juntillas en hechos por el solo hecho de estar publicados.

Aunque es tarde ya para echar para atrás la concentración privada de los medios masivos, le corresponde al Ministerio de Educación sentarse a pensar estrategias para enseñarle a las audiencias a consumir contenidos periodísticos e incluso, otros productos culturales como series, novelas y películas. En cuanto a los jóvenes de colegios y universidades, les cabe la responsabilidad de buscar alternativas informativas en redes sociales que por fortuna existen. Hablo, por ejemplo, de blogueros, influenciadores y medios como El Unicornio, la revista Cambio (a veces), La Nueva Prensa y Vorágine, entre otros más.

Para el caso de la información periodístico-noticiosa, urge la implementación de una Cátedra de Análisis Crítico de los Medios Masivos que contrarreste en algo el poder casi incontrastable que vienen concentrándose en medios como Semana, El Tiempo, La W, La FM y Blu Radio, convertidos en actores políticos de sus propietarios y del uribismo.

Lo curioso de todo este panorama político-mediático es que los periodistas de estos medios se sienten confrontados por el presidente Petro, pero poco o no nada reflexionan en torno al daño que a diario le hacen a la democracia, cuando todos, al unísono, imponen a las audiencias únicas formas de leer e interpretar los hechos políticos que se producen desde la Casa de Nariño.

Es claro que estamos ante un proceso de construcción de lo que se conoce como unanimismo político y mediático al servicio de la causa uribista. Ya lo vivimos entre 2002 y 2010 cuando muchos de los medios aquí señalados, cerraron filas en favor del entonces presidente Álvaro Uribe Vélez. A pesar de su decadencia moral, él sigue siendo para muchos magnates y periodistas un referente a seguir.

Ese unanimismo ideológico que los Gilinski y Sarmiento Angulo están tratando de consolidar con sus empresas mediáticas constituye una afrenta grave a la democracia. Ese unanimismo es el correlato de lo que en otras partes del mundo se conoce como el pensamiento único.

La clase alta y una parte de la clase media de Colombia están sintonizados con ese pensamiento único, que no es otra cosa que la imposición de un discurso, de una verdad que, aunque amañada o falseada, los señalados medios la presentan como válida e incontrastable. En este punto, a los reporteros de estas empresas mediáticas no les interesa cubrir hechos derivados de políticas públicas exitosas o de los buenos indicadores macroeconómicos que rodean la gestión del gobierno central.

No. El único interés es generar incertidumbre y miedo, así sea a punta de mentiras, verdades a medias, escándalos, suposiciones e inquinas. La democracia, como régimen de poder, necesita de medios alternativos y de audiencias formadas para discutir asuntos públicos. Y a juzgar por las circunstancias político-mediáticas, la democracia en el país no va bien y no por cuenta de un ejercicio arbitrario del poder de parte del presidente. No. Por el contrario, el régimen democrático va mal, por cuenta de la concentración en pocas manos de las empresas mediáticas.

*(Artículo de La Otra Tribuna)

(Fotos: Pixabay)

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