En Foco, Opinión

Un “niño universal” no existe

Los derechos de niños y niñas no están plenamente aceptados en los hechos. Entre las realidades de la infancia se encuentran la mano de obra y la explotación infantil, el tráfico sexual, los niños sin hogar, y los que son obligarlos a unirse a grupos militares, entre otros abusos. Todavía hay mucho qué hacer para los niños. ¿Qué pasa con los niños que están cerca de nosotros?

 

Mabel Encinas

 

‘La infancia ‘ surgió como concepto en algún momento a finales del siglo XVII, y hace referencia al periodo que va desde el nacimiento hasta la adolescencia. Como concepto, rompió con la idea de que un niño o niña era un adulto pequeño o incompleto.

Sin embargo, si los niños son aceptados como diferentes de nosotros, los adultos: ¿Son dependientes o independientes? ¿Debe interesarnos su futuro o también su presente? A menudo, el sentido común considera que los niños crecen como plantas, y aunque las plantas han sido “humanizadas” a través del cultivo intencional, el desarrollo de niños y niñas no puede ser visto como cuidar un jardín de infantes.

El desarrollo del niño implica una historia bastante diferente (o para ser más precisos, implica considerar la historia, y por lo tanto la cultura) .

En primer lugar, las culturas se funden con la biología en el desarrollo del niño. Esto significa que a través de la atención y la educación ofrecida por familias, escuelas, la vida social en su conjunto, niños y niñas se desarrollan en una determinada dirección definida por una cultura particular.

Es por eso que los niños de hoy son diferentes a los niños de hace cincuenta años, y los niños de zonas rurales y urbanas también son diferentes entre sí.

Los adultos apoyan a los niños para desarrollarse en una determinada dirección y con particulares futuros potenciales en mente.

Por ejemplo, investigaciones en la sala de trabajo de parto han mostrado que al nacer los niños reciben un baño de cultura (y de futuros posibles) en las expresiones de sus padres: » el jugador de fútbol llegó», «mira sus ojos, será una mujer con mucha determinación». Biología y cultura se funden en una forma que puede compararse con hacer rápidamente una bola con dos pedazos de plastilina de color rojo y amarillo: mientras que algunos pedacitos pueden permanecer rojos y otros amarillos, parte de la bola será la mezcla de color naranja. No podremos separar los colores de nuevo en los dos trozos originales.

Nos convertimos en seres humanos diversos en relación con las culturas en las que crecemos. Además, la historia de cada niño se basa en las experiencias creadas a través de su participación en el mundo social.

Un “niño universal” no existe. Por esta razón, podemos hablar legítimamente de infancias.

Por si fuera poco, la vida cotidiana consiste en muchos elementos que damos por sentados, pero que tienen un gran impacto en la experiencia de un niño o niña.

Es por ello que consideramos como «natural» algo que es creado por la sociedad en que vivimos (como la inclinación de los niños a la tecnología en ciertos contextos). También es por eso que el abuso deja una profunda huella en la personalidad de los niños y niñas.

Un segundo elemento para entender la infancia es que los niños participan activamente en la vida social.

Los niños y niñas no sólo tienen que asumir una serie de responsabilidades en la sociedad contemporánea (como tener la llave de la casa o el número de PIN de la tarjeta de débito de sus padres); son participantes activos en todos los sentidos. Ellos no son impotentes, a pesar de que dependen de nosotros. Su dependencia, sin embargo, crea un desbalance de poder del que los adultos necesitamos estar conscientes. Tenemos la responsabilidad de protegerlos.

También tenemos que crear un entorno en el que puedan expresar sus ideas y sentimientos, y ofrecer apoyo para que desarrollen su resiliencia.

Al mismo tiempo, dependemos de los niños y niñas. A medida en que participamos con ellos, codo con codo, en nuestras actividades cotidianas, dependemos de su contribución y compromiso en lo que hacemos, y de su voluntad de participar.

Dependemos unos de otros. Somos interdependientes. En ese sentido, los adultos somos iguales tanto como diferentes de los infantes. Con todo, el presente de los niños y niñas, sus vidas futuras son a la vez importantes, del mismo modo en que tanto el presente como el futuro son importantes para nosotros, los adultos. Todavía necesitamos tener el Día del Niño, no sólo con el fin de reflexionar sobre lo que hacemos por ellos, sino también sobre lo que hacemos con ellos.

(Fotos: Pixabay)

 

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