En Foco, Opinión

La cosificación y las voces silenciadas

La idea de que las personas usan a otras personas es común en nuestros días. Pareciera que es aceptable que seamos vistos o que veamos a otros como cosas.

 

Mabel Encinas

 

Esto puede ser una idea familiar como las ideas de usar a tu colega para convencer a tu jefe o de usar a los niños para ganarle un pleito a tu ex-pareja.

La idea puede llegar al punto de la muerte, por ejemplo cuando usa a la gente pobre para pelear por un país (convirtiéndolos en carne de cañon).

La discriminación conduce a la conclusion de que ‘los otros’, de quienes se assume, por supuesto, que no son como ‘nosotros’, pueden ser usados. El trabajo barato de los migrantes es usado para asegurar o incrementar las ganancias en un mundo en que los recursos humanos (cosas humanas) son usados para ejecutar los propósitos y estrategias que decide la administración y los propietarios del capital.

La administración, en esa perspective, se assume con una vision ventajosa para definir las metas y estrategias de una organización.

También, las visiones de los propietarios del capital son más importantes en la definición de lo que es bueno. El lucro es la prioridad, mientras que el trabajo y los trabajadores son vistos como cosas útiles.

Usar a un ser humano como si fuera una cosa crea dos tipos de personas. Los ‘cosificadores’ son personas o grupos que conviertnen a otros en cosas; mientras que los ‘cosificados’, son personas o grupos vistos como cosas.

Los ‘cosificadores’ imponen sus propósitos a los propósitos de los seres humanos ‘cosificados’. Esta imposición niega el derecho a la autodeterminación de las personas que son vistas como objetos. En el campo de la investigación, por ejemplo, se ha cuestionado el uso de los seres humanos como conejillos de indias.

Quienes participan en investigaciones tienen el derecho de dar su autorización informada. Es decir, que tienen derecho a decidir a partir de saber de qué se trata el proyecto.

Usar a la gente como herramientas entraña violencia (ya sean hombres o mujeres, adultos mayores, niños o niñas).

Las perspectivas feministas han apuntado que tolerar el uso de las personas, y en particular de las mujeres (como cuerpos) constitutye un territorio salvaje donde se dan la violación, la prostitución, la esclavitud.

Por eso, usar a otro ser humano se convierte en una tierra estéril para el desarrollo humano, porque cuando algunos de nosotros son doblegados, la humanidad detiene su desarrollo.

Algunos educadores (como John Dewey o Paulo Freire) han cuestionado la cosificación subrayando la importancia de la participación activa de las personas individuales y de los grupos.

Ellos han cuestionado que ciertas voces sean silenciadas. El respeto a la voz del aprendiz, a su voz arraigada en sus experiencias de vida, a sus creencias, a sus maneras de participar en el mundo es fundamental para la construción de un futuro inclusivo.

La pregunta acerca de convertir a otra persona (a otro grupo) en objetos no es sólo acerca de lo que nosotros (tú y yo, todos nosotros) somos, sino acerca de aquello en lo que nos estamos convirtiendo.

Entonces, podemos preguntar qué podemos hacer a fin de mejorar la situación. No se trata sólo de ser activo en la búsqueda de la equidad y la justicia social.

Necesitamos preguntarnos hasta qué punto hacemos algo significativo en la manera en la que nos relacionamos con las demás personas. Si los usamos como si fueran cosas a las que podemos controlar, si no respetamos su integridad como seres humanos, si no nos involucramos en un diálogo acerca de nuestras metas y las suyas, es difícil imaginar futuros mejores.

Nuestro intento de controlarlos, puede convertirse tarde o temprano en rabia de parte de ellos.

(Fotos: Pixabay)

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