Europa, Globo, Reino Unido

Macron, un presidente ante el ocaso de la Quinta República

El mediático presidente de Francia, Emmanuel Macron  asumió por primera vez la presidencia de Francia en 2017. Y en su discurso de toma de posesión aseguró que Europa necesitaba “una Francia fuerte y segura de su destino, que porte la voz de la libertad”.

 

Protesta contra reforma de jubilación. Francia. Photo by Dr. Vincent Mercier / Flickr. Creative Commons License.

Miguel Ángel Ferrís

 

En tan sólo siete años, la deriva de su concepción del ejercicio del Poder y sus políticas neoliberales han dejado a la democracia francesa a los pies de una ultraderecha que acelera la crisis larvada de la V República y abre paso al desmembramiento de la Unión Europea en múltiples identidades nacionales previsiblemente confrontadas.

El riesgo de repetir la Historia, con actores y países cambiantes pero que obedecen a los mismos intereses, pone en guardia a las izquierdas políticas y sociales del país y alarma a la opinión pública europea. Las pasadas elecciones al parlamento de la Unión Europea del 9 de junio han dejado un panorama confuso, cuyo desenlace ha puesto a amplios sectores de la ciudadanía en alerta.

Precisamente, cuando las brasas del Brexit se van apagando y se espera el ascenso del laborismo británico de nuevo al gobierno, la Europa del Bienestar, los Derechos y Libertades que éste país abandonó dividido y confrontado por las falsas noticias y el pensamiento neocón, ahora se encuentra con un escenario posible de regresión histórica y reforzamiento de los otrora imperios con los que compitieron en dos Guerras Mundiales.

Macron, acostumbrado al capitalismo financiero y de casino, ha decidido redoblar su apuesta en un ‘todo o nada’ que se asemeja más a la llamada ‘ruleta rusa’ de los acorralados oficiales rusos ante su segura derrota, que al simple juego de inversiones, beneficios o pérdidas del tradicional sistema de Libre Mercado. Pero en realidad guarda un Plan.

Ciertas voces de la amplia oposición del país sospechan que la convocatoria inesperada y poco entendible de un adelanto electoral a mitad de su periodo presidencial, lo que busca es que la ultraderecha suba al gobierno. De esta forma ésta se quema políticamente en una gestión tortuosa dentro de una Francia agitada y confrontada en la calle por las izquierdas. Y así su figura (la de Macron) vuelve a ser valorada como el único freno posible al nombramiento de Marine Le Pen, su verdadera contrincante.

Dicha jugada ya la llevó a cabo en 2002 el candidato conservador Jacques Chirac, cuando la división del progresismo impidió una segunda vuelta con el socialista Lionel Jospin, favorito en las encuestas. La reacción ante el ascenso del Frente Nacional fue la abrumadora mayoría obtenida por este primero en la segunda vuelta. Macron ya ha gastado dos cartuchos en anteriores presidenciales y se dispone a utilizar la misma coartada. Con un altísimo desprestigio personal, fruto de su desgaste contra la voluntad popular, y un reciente apoyo electoral del 14%, el riesgo que asume para el modelo de Estado del Bienestar francés y su tradicional régimen de derechos y libertades es máximo, quizás suicida.

Los riesgos personales que corre Macron son mínimos, puesto que personajes como él tienen asegurados futuros puestos en organismos internacionales, la gran Banca o consejos de administración de empresas públicas francesas.

Sin embargo, su apuesta lo que hace es acelerar el final de la Quinta República, cuya Constitución aprobada en referéndum en 1958, se basa en la Declaración de los Derechos Humanos (1789) y la Carta del Medio Ambiente (2004), cuya negación es parte del discurso y la práctica política en la Agenda internacional de la extrema derecha, ahora en ascenso.

Se está a las puertas de una confrontación múltiple que se produce en un escenario europeo larvado por el belicismo, la sumisión a los intereses geoestratégicos y comerciales norteamericanos, la guerra judicial y mediática y la construcción de un nuevo ‘chivo expiatorio’ que canalice el descontento y la frustración de las mayorías sociales golpeadas por las sucesivas crisis, es decir la inmigración y el ‘peligro islamista’, ya adoptado por los programas electorales de las derechas.

Hace dos meses en París se constituyó una coalición de todos los movimientos sociales y sindicales progresistas, para detener el ejercicio liberticida y autoritario de Macron. Nada hacía presagiar el ascenso brutal de las extremas derechas, con la suma de un 36%, en un país en donde había venido funcionando siempre el “cordón republicano” anti Le Pen.

Foto de Miguel Angel Ferris.

Al día siguiente de la conmoción generada por los resultados de las elecciones al Parlamento Europeo, se aceleró el proceso de convergencia de LFI (La France Insoumise), ecologistas, socialistas y comunistas, al que se sumarán cinco fuerzas sindicales con mayoría representativa, y la sociedad civil organizada.

Las manifestaciones de las elecciones  legislativas van a ser una prueba de fuego para las fuerzas conservadoras, las cuales gobiernan y tienen con opciones. Por otro lado, las protestas antifascistas se llevarán a cabo en la antesala de la celebración de los Juegos Olímpicos de París cuyo inicio el 26 de julio vendrá precedido de numerosos actos públicos y de un sistema extremo de control ciudadano bajo la excusa del mantenimiento de la seguridad.

Las acciones reivindicativas locales, internacionales y contra la participación del Estado de Israel pondrán a prueba la “cohabitación” entre la coalición de izquierdas (Partido Socialista-Ecologistas-Comunistas) de la alcaldesa de Paris, Anne Hidalgo y la trayectoria represiva del Ministerio del Interior del gobierno de Macron.

Todo está en juego. Alea Jacta est! (la suerte está echada)

(Fotos: Pixabay)

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