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Conquistadores y colonialismo

En un reciente viaje a Perú visité la Casa Aliaga, una mansión colonial construida cuando Pizarro repartía regalos a sus soldados. Uno de ellos, Jerónimo de Aliaga y Ramírez, construyó una gran casa y diecisiete generaciones de su familia han vivido allí desde 1535.

 

Los caballos son más útiles cuando se conquista un país.

Sean Sheehan

 

Algunas partes de la casa están abiertas al público y los visitantes pueden contemplar cuadros de la familia, azulejos azules del siglo XVII, muebles antiguos de madera y cosas por el estilo. La casa, aparte de su historia como reliquia del colonialismo, no es muy interesante y, si se quiere, se podría decir lo mismo de la ciudad de Lima como destino turístico. Sin embargo, lo esencial del encanto de Lima se encuentra en su escena gastronómica, y una visita a La Gloria proporcionó un vínculo inesperado con la Casa Aliaga. La Gloria, que tiene un bar encantador y sirve comidas magníficas en su restaurante lleno de arte, es propiedad y está dirigida por alguien que también tiene ascendencia directa de los españoles que colonizaron Perú.

Para mí esto fue fascinante, más real que los artefactos que se desvanecen en Casa Aliaga, y en la conversación expresó su curiosidad sobre cómo un número tan pequeño de soldados fueron capaces de ejercer la hegemonía sobre el imperio Inca en expansión que se extendía a más de 2.500 millas de largo y tenía sus propias fuerzas armadas formidables. Los incas no eran unos pacifistas idílicos y, sin embargo, fueron conquistados de forma decisiva por un grupo numéricamente minúsculo de invasores.

Un equipo arqueológico reconstruye el pasado en Machu Picchu.

Las explicaciones habituales se refieren a los caballos (no a las llamas y alpacas), el armamento (espadas) y las enfermedades (principalmente la viruela, a la que los incas no habían estado expuestos antes y a la que sucumbieron rápidamente), además del hecho de que los propios gobernantes incas estaban divididos y esto fue aprovechado por los españoles.

Julian Jaynes, en su extraña historia «El origen de la conciencia en la ruptura de la mente bicameral», postula que los incas sólo poseían una «proto-subjetividad» y que, por tanto, eran mentalmente incapaces de hacer frente a los invasores: Hombres toscos, de piel lechosa, con el pelo naciendo en su barbilla en vez de su cuero cabelludo, de modo que sus cabezas parecían boca abajo, vestidos de metal, con ojos desviados, montando extrañas criaturas parecidas a llamas con pezuñas de plata… Sin conciencia subjetiva, incapaces de engañar o de narrar el engaño de otros, el Inca y sus señores fueron capturados como autómatas indefensos. [Los españoles arrancaron el revestimiento de oro de la ciudad santa, fundieron sus imágenes doradas… asesinaron a su dios viviente y a sus príncipes, violaron a sus mujeres que no habían sido probadas y, narrando sus futuros españoles, se alejaron con el metal amarillo hacia el sistema de valores subjetivamente consciente del que habían salido.

Por un lado, es  un razonamiento absurdo y quizás racista de la conquista bruta, pero no deja de suscitar preguntas. ¿Cómo lograron los británicos, ampliamente superados en número por los indios, algo equivalente a los conquistadores? ¿Por qué algunas sociedades son más frágiles que otras cuando se enfrentan a un cambio radical -compárese la URSS con China- y por qué no se ha nacionalizado la Casa Aliaga y se ha convertido en un museo sobre el colonialismo?

(Traducido por Monica del Pilar Uribe Marin) – Fotos de Sean Sheehan

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