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Viaje al corazón de Botsuana

Su rápido crecimiento se debe en gran medida al desarrollo de la minería, y en particular a los yacimientos diamantíferos, que han convertido a este joven país africano en un gran productor de gemas de calidad en el mundo.

 

Julio Hernández

 

Es la capital de Botswana, una de las más jóvenes y modernas ciudades de África, y también una de las más pequeñas.

Situada a unos mil metros sobre el nivel del mar, y al sur del continente, la capital comenzó a construirse en 1965 y en tres años fue levantada básicamente, al menos los edificios gubernamentales principales, el Parlamento, el barrio comercial y un hospital, escuelas, varias estaciones de policía y un correo. En ese momento sólo existían unos pocos miles de viviendas, la mayoría pertenecientes a personas de bajos recursos que trabajaron en las obras de la nueva urbe. Hoy sus habitantes se despliegan en los suburbios alejados y otros muchos lo hacen en los 100 kilómetros de radio en torno a la ciudad, donde se concentra el 50 por ciento de la población del país.

Este rápido crecimiento se debe en gran medida al desarrollo de la minería, y en particular a los yacimientos diamantíferos, que han convertido a este joven país africano en productor de gemas de calidad en el mundo.

Desde 1971, con el inicio de la explotación de la mina de Orapa (donde descansan los leones), Gaborone comenzó a transformarse y ya a principios de los años ’90 del pasado siglo los diamantes dominaban la economía nacional.

Esas piedras preciosas representan para Botswana ingresos de muchos millones de dólares anuales.

La minería en su conjunto (también cobre, oro y níquel) aporta a los ingresos estatales. Gracias a sus exportaciones mineras, el país pasó de ser uno de los más pobres del mundo en el momento de su independencia en 1966, a poseer hoy un per cápita de  miles de dólares anuales. Hace pocos años se descubrió la existencia de uranio, lo cual ha contribuido a aliviar los temores de que, en un período de 20 años, las minas de diamantes comiencen a agotarse.

Situada entre las elevaciones de Kgale y Oodi, y junto al río Notwane, la capital botswanesa cuenta con una gran represa de 140 millones de metros cúbicos de capacidad, que es la garantía del suministro de agua potable para sus habitantes.

El Notwane es uno de los afluentes del gran río Limpopo, que originado en el borde del desierto de Kalahari, recorre mil 750 kilómetros hasta su desembocadura en el océano Indico, por la localidad portuaria mozambiqueña de Xia-Xia.

A sólo 12 kilómetros al sur del perímetro urbano se encuentra la Reserva Natural de Mokolodi, que concentra una apreciable variedad de especies, tales como zebras, jirafas, jabalíes, avestruces, rinocerontes e hipopótamos. Otra reserva natural se halla al este, donde se pueden apreciar impalas, ñúes y gran variedad de aves. Y también está el Parque de Leones St. Claire, que exhibe a los visitantes numerosos ejemplares de estos felinos.

Gaborone es sede de la Universidad de Botswana y otros establecimientos de enseñanza superior de excelente factura constructiva, así como de un gran hospital y modernos policlínicos dispersos por su geografía.

Tanto la educación como la salud pública son dos de los sectores que el gobierno ha priorizado en su presupuesto.

Uno de los grandes problemas de este país del Africa austral es la epidemia del VIH/sida, que ha cobrado ya miles de vidas y ha contagiado a alrededor de la tercera parte de la población.

En los años recientes, gracias a la inversión en salud, se han logrado reducir algunos de los índices relacionados con esta enfermedad, tales como el número de niños infectados por sus madres.

Está Gaborone a sólo 15 kilómetros de la frontera con Suráfrica, y tanto Pretoria como Johannesburgo se encuentran a unas horas de distancia por la autopista que las une.

Esta cercanía expuso a Gaborone a mediados de los años ’80 a incursiones armadas de las fuerzas de seguridad del régimen del apartheid, que en junio de 1985 asesinaron allí a 13 miembros exiliados del Congreso Nacional Africano (ANC).

Los puertos surafricanos más cercanos para poder embarcar los minerales están, sin embargo, a más de un millar de kilómetros de distancia, o como el de Ciudad del Cabo, situado a mil 700 kilómetros. Gabs, que es el nombre coloquial dado por sus habitantes a la capital, seguirá siendo todavía por muchos años, a pesar de estos problemas, una ciudad en pleno crecimiento y desarrollo. PL

(Fotos: Pixabay)

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