El Southbank de Londres es uno de los lugares de la ciudad que no hay que perderse en días soleados o tardes templadas, especialmente el tramo peatonal entre Waterloo Bridge y Blackfriars Bridge.
Sean Sheehan
Las vistas hacia arriba o hacia abajo del Támesis desde cualquiera de estos puentes son memorables, y no hay que olvidar el Puente del Milenio, frente a la Catedral de San Pablo, al norte, y la Tate Modern, al sur.
El teatro Globe se inauguró a principios de 1599, siendo Shakespeare uno de los cuatro actores que compraron una parte del mismo, y durante 14 años prosperó hasta que fue destruido cuando un cañón del escenario incendió el tejado de paja. Rápidamente reconstruido, fue cerrado definitivamente en 1642 bajo el gobierno puritano del país. Reabierto en 1997 como teatro al aire libre (y con un teatro interior a la luz de las velas construido al lado en 2014), su temporada de verano ha comenzado este año con una efervescente producción de «Mucho ruido y pocas nueces«, de Shakespeare.
El lujoso vestuario de los actores es una mezcla de trajes de época muy tradicionales con fantásticas formas de animales para el baile de máscaras de la obra, y el efecto general es muy colorido y seductor. Se combina fácilmente con la soleada y luminosa escenografía, dominada por los naranjos en espaldera, y puede que fueran todos los colores brillantes los que atrajeron a una paloma que pasaba por allí a bajar volando y quedarse en el escenario durante un minuto más o menos la noche en que estuve allí.
La música en directo está inteligentemente integrada en la producción por un pequeño grupo con acordeón, mandolina, batería y guitarra. Toda la producción es tan vibrante, transportando al público a un Mediterráneo de la imaginación lleno de sol, que resulta difícil tomarse en serio la villanía sin motivos que amenaza con destruir la felicidad de los enamorados Hero y Claudio. La relación que despierta más interés es la de una aguerrida Beatrice y un ampuloso Benedick, que se profesan una antipatía sincera con sus aspavientos verbales, pero negando todo el tiempo la química sexual que les atrae el uno al otro.
Se trata de una producción entusiasta y agradable, centrada en la comedia y la pantomima, que el público disfruta con la misma facilidad que una o dos copas de champán añejo.
El inconveniente de Southbank es su popularidad, y la afluencia de turistas durante el verano puede hacer que esté demasiado concurrido. Hay muchos sitios para comer y beber, pero no pude encontrar paz y tranquilidad hasta que me alejé de la calle principal y encontré el hotel Bankside, en el extremo sur del puente de Blackfriars. Nada más entrar, a la izquierda, una fila de asientos da acceso a Art Yard, bar y restaurante con un menú de tres platos «Culture Fixe» («+ burbujas de bienvenida») por 38 libras. La carta de bebidas podría mantenerte aquí más tiempo del previsto: cervezas artesanales, cócteles con y sin alcohol y una selección de licores que incluye un vodka inglés y un vodka japonés.
El entorno de Art Yard es maravillosamente tranquilo y las obras de arte que rodean la zona de asientos y el restaurante complementan la identidad de Southbank como epicentro de la riqueza cultural de la ciudad. Las colgaduras de las ventanas, dice un anuncio sobre ellas, reflejan «sentirse vivo y bien, haber llegado a un destino de una pieza…[Estar] tranquilo en un estado fluido, rodeado de los tonos azules del agua y la orilla».
The Globe y Art Yard, entre ambos, están a la altura de esta aspiración.
Para más información sobre el Globo, visite Shakespeare’s Globe y para ver las obras de arte en Art Yard, consulte aquí.
(Traducido por Monica del Pilar Uribe Marin) – Fotos autorizadas para su publicación.
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