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La ideología tácita en nuestra sociedad

Es cierto que el pluralismo no reside en una tranquila e indiferente tolerancia donde no importa lo que otros piensen o hacen. El pluralismo secular es una ideología implícita en nuestra sociedad. En consecuencia, hay que examinar las suposiciones ocultas.

 

Steve Latham

 

Existen dos significados del término ‘ secular’. Puede significar, por ejemplo, simplemente un espacio neutral para el intercambio de ideas, libre de la dominación religiosa.

Por otro lado, también ha llegado a denotar una vigorosa imposición de puntos de vista ateístas y la exclusión de las voces religiosas en la plaza pública. Del mismo modo, el pluralismo tiene dos interpretaciones. Puede referirse simplemente al hecho de que hay muchos puntos de vista. Pero igualmente puede significar, que esta es algo bueno y que lo que existe en la actualidad no es verdad, sino únicamente una convivencia relativista de perspectivas mutuamente contradictorias. Esto, por supuesto, nos dejaría sin la capacidad de hablar de absolutos, como la justicia, la igualdad o la libertad, así como de la verdad, la moral o la santidad.

Necesitamos poder de hablar sobre estos temas, no sólo como expresión de nuestras preferencias personales, sino como afirmaciones de valores absolutos y objetivos.

De lo contrario, nos quedamos sin la retórica para oponernos a la tortura, a la violación y al asesinato, los cuales se convertirían simplemente en ocurrencias al azar, invulnerables al discurso moral.

Ciertamente podemos estar en desacuerdo sobre cuál puede ser el contenido real de estos conceptos abstractos. Pero esta es la esencia del debate democrático.

Es cierto que el pluralismo no reside en una tranquila e indiferente tolerancia donde no importa lo que otros piensen o hacen. Todo lo contrario: el pluralismo implica la interacción pasional, el desacuerdo y el diálogo, la discusión y el debate sobre temas claves sobre los cuales los participantes no están de acuerdo.

Es exactamente lo contrario a la educada conversación entre los liberales, los urbanos, los posmodernos y los cosmopolitas que dicen tolerar las diferencias.

Esto es posible, sin embargo, sólo porque, ya sea que ya están de acuerdo, o porque existen las diferencias dentro de un cierto rango de tolerancia, de un círculo de aceptabilidad.

El silencio cae en la inconformista occidentalización de moda, cada vez que alguien pronuncia una opinión que se aparta de la norma recientemente establecida.

Nacidos nuevamente, los musulmanes radicales abogan por un retorno a los valores de la convivencia. Esta fue la ideología del estado musulmán de Andalucía en el sur de España, antes de la Reconquista Católica.

La práctica de los califatos musulmanes hacia las minorías era ciertamente más iluminada que la de la Europa cristiana, con sus pogromos contra los judíos. No obstante, estaba muy lejos de lo que ahora consideramos necesario en una cultura totalmente pluralista. Islam era el sistema oficial de las creencias. Las religiones minoritarias sólo eran toleradas en condición de servidumbre.

Ellos eran definidos como Millets, creados para pagar un impuesto especial y así pudieran conservar su posición. Les estaba prohibido promulgar sus credos, pero eran obligados a aceptar la presión musulmana para convertir a otros.

Tal presión y persecución aun tienen presencia sobre las minorías religiosas en las sociedades musulmanas de hoy.

Mientras que los musulmanes se quejan de la imposición que ejercen sobre ellos los valores mundanos y seculares en Occidente.

El punto es que, en ninguna sociedad, antes no éramos así. Tenemos que construir sociedades que adopten plenamente la diversidad.

Al mismo tiempo, tenemos que encontrar una manera de permitir y alentar el libre juego de las ideas y creencias, incluidas aqueas que no consideramos completamente aceptables.

(Traducido por Mónica del Pilar Uribe Marín) – Foto: Pixabay

 

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