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La ciencia como propósito, la migración como destino

Jaime Valencia emigró con la idea de progresar, aprender inglés y regresar a su país en dos años. Pero su historia de vida lo llevó a quedarse en Gran Bretaña, construir una familia y seguir una carrera científica. Hoy es parte de un equipo de científicos que modelan enfermedades como la tuberculosis, el alzhéimer y el cáncer.

 

Josefina Viano

 

En abril del 85, Jaime viajó a Londres a sus 28 años, procedente de la zona cafetera de Colombia. Recuerda su ciudad, recuerda el café, su producción y cuenta como esa zona se ha ido convirtiendo en hospedaje de turistas de todas partes, interesados por ver, eso que vio durante su infancia y su juventud.

Su vida en la capital británica comenzó trabajando en restaurantes mientras se familiarizaba con el idioma. Antes de emigrar, había completado su carrera en ingeniería mecánica en 1982 y había trabajado tres años en su país.

“Yo vivía muy bien en Colombia, pero me di cuenta de que si quería progresar, tenía que estudiar inglés. Mi idea era venir a Gran Bretaña por dos años, aprender el idioma y regresar”. Este patrón se repite en muchas historias de inmigrantes. Sin embargo, al igual que muchos, Jaime descubrió que la vida tenía otros planes para él.

Giro del destino

Poco después de su llegada, conoció a una compatriota que cambiaría su rumbo. Ella había llegado al Reino Unido a los 18 años, y tenía dos hijos pequeños de una relación previa. Jaime, con ternura, recuerda cómo esos niños se convirtieron en parte fundamental de su vida al conocerla. Formaron una familia y, en 1988, se casaron. Un año después, nació James, el primer hijo de la pareja.

Jaime decidió continuar sus estudios en la Universidad de Cranfield, donde realizó dos maestrías en Procesos Térmicos. Su formación académica se convertiría en una constante, pese a los vaivenes que la vida migratoria presentaba. Su esposa, dedicada también a la investigación científica, lo acompañó no solo en el plano afectivo, sino también en su desarrollo intelectual.

Punto de inflexión

Tras finalizar sus estudios, Jaime enfrentó una gran prueba en el Reino Unido: la falta de empleo. «Gran Bretaña estaba en crisis, no había trabajo, fue increíblemente difícil. Estuve desempleado durante ocho meses, fue muy duro», recuerda.

“Los latinoamericanos – dice – no solo echamos raíces en Londres; también las mantenemos en nuestros países de origen. No sucede así con todas las culturas. Hay inmigrantes de países con grandes dificultades que logran olvidar un pasado doloroso y echar raíces más profundas en su nuevo hogar”.

Pero él, con un pie en Londres y otro en Colombia, decidió regresar a su país en busca de trabajo. «Me fui a Colombia y, después de siete meses, conseguí trabajo. Pero rápidamente sentí que debía volver con mi familia. No quería que estuviéramos separados, rechacé esa oferta laboral, regresé a Londres decidido a quedarme, esta vez,  pasara lo que pasara».

La ciencia como refugio y propósito

De vuelta en Londres, se reencontró con su familia y también con la ciencia. Debió comenzar de nuevo y trabajar en el rubro gastronómico y en diversos proyectos durante algunos años. Tuvo que adaptarse.
Trabajó sin descanso, hasta que un día de 2002, obtuvo una oportunidad laboral y pudo conocer el instituto de investigación que lo llevaría por un nuevo camino académico: “No escogí estudiar biología, entré al instituto a hacer traslado de cajas entre laboratorios, pues estaba dispuesto a trabajar en lo que fuera. Y ahí comencé a estudiar sobre el tema.”

Se trataba del Instituto Francis Crick, lugar de inspiración para estudiar Biología Molecular en el Birkbeck College, y desarrollar otra faceta de su carrera. En 2008 se graduó, tras largas jornadas en las que trabajaba de día y estudiaba de noche.

Ingeniería mecánica y Biología molecular, aunque dos etapas distintas de su vida, si tienen un hilo en común: las ganas de Jaime de adentrarse en la investigación científica, en aportar al desarrollo de las comunidades desde el trabajo y los saberes. Actualmente forma parte de un equipo de más de 1,250 científicos que modelan enfermedades como la tuberculosis, el alzhéimer y el cáncer. Un largo camino de esfuerzo y dedicación, lo trajo hasta aquí.

El trípode

A lo largo de los años, estudiando e investigando, ha reflexionado mucho sobre las diferencias entre los países desarrollados y aquellos en vías de desarrollo como Colombia. Su experiencia en el Reino Unido le ha dado una perspectiva especial sobre las estructuras que impulsan el progreso: «Cuando era joven, en Colombia, me preguntaba: ¿qué tienen los europeos? ¿Son más inteligentes? Después de estudiar aquí, me di cuenta de que no somos diferentes. Entonces, ¿por qué estamos más atrasados?».

«No tenemos que inventar la rueda,» reflexiona, «pero sí debemos agregar valor a nuestras economías. En América Latina vendemos nuestros recursos primarios a precios bajos, pero no desarrollamos las tecnologías necesarias para maximizar ese valor.«

Jaime insiste en la necesidad de que los gobiernos latinoamericanos se comprometan a invertir en ciencia y tecnología. “La innovación necesita un trípode: gobierno, academia y empresa privada trabajando juntos” explica. Para él, ese es el modelo de éxito que ha visto en países desarrollados como el Reino Unido, Alemania y Estados Unidos. Se trata de lograr forjar la transferencia de tecnología, allí donde más necesaria es.

El Estado tiene un rol clave: “Debe ser inversor y coordinador, ese es su rol, para hacer prototipos, investigaciones. Nadie más puede pagar eso. Los gobiernos  deben priorizar la innovación en áreas clave como la salud, el agua potable, la alimentación y la vivienda. Tardará tiempo, pero sé que llegaremos”.

Esta estrategia del trípode, requiere de un Estado involucrado en la toma de decisiones, con un rol activo en el financiamiento de proyectos de investigación en universidades, actuando como facilitador del desarrollo de innovación.

Durante los últimos 15 años se dedicó a llevar ese modelo a Colombia, estableciendo lazos con representantes, decisores, políticos, transmitiendo sus ideas y aprendizajes, siendo un científico londinense, un trabajador colombiano, un padre estudioso y un defensor del avance del desarrollo: “Nosotros tenemos las universidades públicas y la materia primordial, que es nuestra gente”.

Profundamente humanos

La migración pone en acción una mirada más inclusiva. Y ello se hado en el caso de Jaime, al estudiar dos carreras distintas entre sí, como son la ingeniería mecánica y la biología molecular. Se trata de explorar dos “ramas” de la ciencia, ambas nacidas de su curiosidad, su capacidad de adaptarse, de su necesidad de aprender a hacer, y hacer sabiendo.

“Los científicos somos profundamente humanos, no sólo investigamos, también nos preocupamos por las problemáticas sociales y el desarrollo de nuestros países.”

Para él, la ciencia es una herramienta estratégica, que puede y debe ser utilizada para mejorar la vida de las personas en todas partes, no solo en los laboratorios de las naciones más ricas. “La estrategia – dice– tiene que ser desde el talento. Atraer a América latina los científicos propios y a los mejores del mundo, mediante acciones concretas de parte del Estado.”

El conocimiento científico debe ir de la mano con la ética, la filosofía y una conciencia de las desigualdades globales. «Necesitamos tomar responsabilidad en nuestras acciones, pensar más allá, creando puentes entre disciplinas, preguntándonos por los grandes temas que atraviesan nuestras comunidades.”

Cuenta cómo en su laboratorio han abierto un departamento de filosofía. «Es para que nos replanteemos las preguntas que estamos haciendo, para saber si estamos formulando las preguntas correctas»

Hoy Jaime sigue trabajando en el laboratorio del Instituto Francis Crick, donde ha sido testigo de la creación de numerosas compañías gracias a la transferencia tecnológica. Su experiencia migratoria y su labor científica se entrelazan, su costado más científico se combina con una perspectiva estratégica para el desarrollo.

Ya ha vivido en Londres por casi cuatro décadas, tiene 67 años, y nietos que disfrutar, investigaciones que realizar. A través de su trabajo, su familia y su constante búsqueda de conocimiento, ha logrado construir una vida donde la ciencia y las raíces se entrelazan para dar lugar a una mirada compleja, apasionada y experimentada, de los desafíos que tenemos por desandar.

(Fotos suministradas por el entrevistado y autorizadas para su publicación)

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