Las disparidades de género en la cobertura de la protección social han aumentado en la mayoría de las regiones en desarrollo, lo que sugiere que los recientes avances han beneficiado desproporcionadamente a los hombres. En el mundo, alrededor de 2 mil millones de mujeres y niñas no tienen acceso a ninguna forma de protección social.
María Julia Mayoral
Las mujeres ubicadas en la franja etaria de 25 a 34 años tienen un 25% más de probabilidades que los hombres del mismo grupo de edad de vivir en la pobreza extrema, ejemplifica el análisis.
Además, los conflictos y el cambio climático continúan agravando la desigualdad: las residentes dentro de entornos frágiles tienen 7,7 veces más probabilidades de vivir en la pobreza extrema que las de regiones estables.
Lo anterior fue revelado por la Organización de las Naciones Unidas por intermedio de , que también dejó claro que las elevadas tasas de inflación desde 2022 dispararon los precios de los alimentos y la energía.
Sin embargo, de las casi mil medidas de protección social adoptadas por los gobiernos de 171 países en los meses siguientes, solo el 18% estaban dirigidas a la seguridad económica de las mujeres. A nivel global, denuncia la entidad de Naciones Unidas, más del 63% de las mujeres continúa dando a luz sin contar con acceso a prestaciones por maternidad, una proporción que sube al 94% en el África subsahariana.
Esta falta de apoyo financiero durante la baja por maternidad no solo las coloca en una situación de desventaja económica, también compromete su salud y bienestar, así como el de sus hijos, “perpetuando la pobreza a través de las generaciones”, consideró ONU Mujeres.
Para ONU Mujeres, el cambio climático, la pérdida de diversidad biológica y la degradación de la tierra tienen crecientes efectos en los derechos, la resiliencia y los recursos de las mujeres y niñas en medios rurales.
Desde una perspectiva global, en el peor de los escenarios, el cambio climático podría empujar hasta a 158 millones más de mujeres y niñas a la pobreza y a 236 millones más a la inseguridad alimentaria para 2050, denunció la institución.
“Los ecosistemas, los recursos naturales y los medios de vida se están agotando, y la capacidad de las mujeres rurales para procurar de manera segura recursos como alimentos saludables, energía limpia y agua se ha reducido”, remarca el análisis de 2024.
Las tecnologías y los combustibles limpios para cocinar siguieron fuera del alcance de casi la mitad de la población rural del orbe (45,6%) en 2022, y1.800 millones de individuos todavía dependen de suministros externos a sus hogares para procurar agua potable.
Las mujeres y niñas, señala la investigación, son las principales responsables de recolectar biomasa, por ejemplo, la madera para la calefacción y la cocina, así como el agua, en siete de cada 10 hogares.
Es momento de promover los medios de subsistencia, el liderazgo, los derechos y la resiliencia de las mujeres rurales, como se establece en la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing, de cara a su aniversario 30 el próximo año, considera la fuente. Al mismo tiempo, dice, es necesario incrementar las inversiones, incluido el acceso a la electricidad y a sistemas de agua potable: Esto es fundamental para aligerar la carga de trabajo doméstico y de cuidados no remunerado y para apoyar la labor diaria de ellas en la construcción de comunidades y la restauración de ecosistemas.
De igual forma deben ser eliminadas con urgencia las leyes y prácticas discriminatorias: aunque las ocupadas en medios rurales nutren la vida en el planeta, el control sobre la tierra que cultivan está restringido o les es negado, mientras ganan apenas 82 centavos por cada dólar que perciben los hombres en la producción agrícola, evidenció la investigación.
Estas desigualdades se ven agravadas por el acceso limitado de las mujeres a infraestructura, los servicios y la protección social, lo que restringe sus posibilidades de recuperarse de las conmociones ambientales, redondeó la institución.
Por estimaciones de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en alrededor del 91% de 117 países analizados, la tasa de informalidad es más alta en las zonas rurales que en las urbanas, tanto para las mujeres como para los hombres.
No obstante, en el 70% de estos países la tasa de informalidad es superior para las mujeres, si bien la diferencia media por sexo es bastante pequeña.
El origen de la informalidad es tan importante como su prevalencia: en el caso de ellas, “la naturaleza informal de sus empleos suele estar asociada a su condición de trabajadoras familiares auxiliares”, indicó la OIT. Como regla, precisó, las ocupadas en el sector informal del campo “no tienen derecho a la protección social, y pueden estar expuestas a condiciones de trabajo deficientes o peligrosas, a una remuneración y productividad bajas, y a la falta de organización, voz y representación en la toma de decisiones”. PL
(Fotos: Pixabay)