Derechos Humanos, En Foco

¿Vigilantes o vigilados?

El escritor británico George Orwell escribió su novela “1984” a mediados del siglo XX como una alegoría de los estados totalitarios que en esa época se habían erguido en el panorama mundial, representados entonces por la URSS, principalmente.

 

Arthur Vandellay

 

El protagonista del relato, Winston Smith, al igual que el resto de la sociedad, se ve constantemente vigilado por un sistema opresor, representado por el Gran Hermano, una entidad omnipresente, siempre vigilante para que los pensamientos y acciones prácticamente autómatas de sus habitantes no se salgan de su control. Un par de décadas atrás, aproximadamente, el estado británico comenzó a fabricar una suerte de Gran Hermano en las grandes urbes del país. Sólo por detrás de China y Rusia, el Reino Unido es la nación que más medidas para el control de sus ciudadanos emplea en relación al número de habitantes. Tiene de todo: desde los circuitos cerrados de video vigilancia, conocidos como CCTV, pasando por la recogida de datos en las manifestaciones para engrosar las bases de datos policiales, a las órdenes de control ministeriales a supuestos terroristas, los detectores de matrículas e incluso los aviones espía.

Éste último proyecto comenzó a gestarse en el año 2010 con el beneplácito de varias agencias gubernamentales británicas.

Lo cierto es que el Estado británico defiende todas estas acciones con la excusa de mejorar la seguridad ciudadana y para rebajar los altos índices de criminalidad en las grandes ciudades. Como si de una profecía se tratase, ya en el año que marca la novela de Orwell, la expansión de los sistemas de video vigilancia en Londres se encontraban en pleno desarrollo.

Antes de esta fecha, el más antiguo experimento piloto de vigilancia urbana se había llevado a cabo hacia 1960, para monitorear a un grupo de gente que se había concentrado en Trafalgar Square por la llegada de la familia real tailandesa a Londres.

Posteriormente, a mitades de la década de 1960, se instalaron de forma permanente los primeros sistemas de video vigilancia. Y ya para 1969,  Londres tenía un circuito cerrado de televisión compuesto por casi 70 cámaras. Más tarde, a partir 1974, comenzaron a instalarse los primeros sistemas de video vigilancia para controlar las principales áreas de tráfico londinense. Un año más tarde el metro de Londres instaló el primer sistema de video vigilancia en cuatro estaciones y en esa misma fecha se instalaron las cámaras en la calle para controlar las actuaciones de grupos hooligans durante un partido de fútbol.

Vigilancia y criminalidad

Ha pasado medio siglo desde aquellos incipientes experimentos de vigilancia urbana y desde entonces el desarrollo de estos sistemas no ha parado de aumentar. En la actualidad las cifras sobre el total de cámaras de vigilancia en el Reino Unido son contradictorias. Por un lado, algunos estudios señalan que existen aproximadamente 4 millones de cámaras instaladas, tanto por la Home Office británica, como por iniciativa privada: una cámara por cada 14 habitantes.

Y por otro lado, un informe de finales del mes de febrero de este año calculaba en 1.850.000 el número total de cámaras (una por cada 32 personas), la mayoría de ellas operando de manera privada en recintos cerrados.

En todo caso, cualquiera de las dos cifras, a tenor de la evolución histórica, manifiesta un desarrollo constante en cuanto al uso casi indiscriminado de este tipo de medidas de vigilancia.En este punto, lo cierto es que cabría hacerse varias preguntas ante estas apabullantes cifras.

Si su uso responde a la disuasión de de violaciones graves, atentados terroristas o pequeños actos anti-sociales, así como instrumento para resolver casos criminales, ¿puede verificarse su eficacia para cumplir con estos cometidos?, ¿realmente han servido para rebajar los índices de criminalidad? Londres es la ciudad que mejor puede tomar el pulso al tema de la vigilancia policial y la criminalidad en el Reino Unido.  Y las cifras dejan entrever muchas dudas en cuanto a la eficiencia de las CCTV.

Con más de 10.000 cámaras de vigilancia por toda la urbe, y dejando de un lado las cámaras que operan en los servicios públicos de transporte, como por ejemplo el metro, donde se barajan cifras que alcanzan al menos las 11.000, los números confirman que existe una mayor cantidad de circuitos cerrados en los barrios más conflictivos, como sería lógico, por otra parte.

Por ejemplo, Hackney cuenta con alrededor de 1.500 cámaras, Wandsworth con casi 900, Tower Hamlets con más de 800 y Greenwich y Lewisham con más de 700, ambos cada uno. Tales cifras contrastan con otras zonas de Londres como los ayuntamientos (boroughs) de Kensington y Chelsea, Sutton o Waltham Forest, donde hay menos de 100 cámaras de este tipo en cada uno de ellos. Lo que ya no es tan lógico es que los boroughs de Wandsworth, Tower Hamlets, Greenwich y Lewisham, en los cuales se encuentran una gran cantidad de cámaras de vigilancia pública, cuenten con uno de los peores índices de resolución de crímenes de Londres, por debajo de la media, mientras que Sutton posea uno de los mejores porcentajes.

En este sentido, un informe de la organización de caridad Nacro para la prevención de la criminalidad, señala que el dinero empleado en los circuitos cerrados de vigilancia – que alcanza alrededor de los 200 millones de libras – podría utilizarse de manera más eficiente en iluminar adecuadamente muchas calles de Londres que carecen de un buen alumbrado, lo cual, además, podría reducir en gran medida los altos índices de criminalidad.

¿Quién vigila al vigilante?

Dejando atrás el contradictorio punto de los CCTV, otra medida que plantea varios interrogantes y contra la que luchan muchas organizaciones que trabajan por la salvaguarda de las libertades civiles tiene que ver con la férrea vigilancia y la intrusión de miembros de la policía en manifestaciones, protestas medioambientales y actos similares.

Organizaciones como Network for Police Monitoring , Campaign Against Criminalising Communities o Fitwatch, por citar sólo tres ejemplos, trabajan para evitar estas intromisiones y ofrecen consejo legal a personas que hayan podido ser detenidas en las manifestaciones.

Las medidas empleadas por la policía en estos casos consisten en pedir los datos y filmar a los manifestantes, incluso desde el interior de las furgonetas con los cristales polarizados, con el objetivo de ir creando una base de datos con los perfiles de los manifestantes. En relación con esto, a principios de este año, informaciones del diario británico The Guardian revelaron la identidad de varios agentes de policía infiltrados durante años en movimientos ecologistas y anti-globalización.

Gran Hermano 2.0

No contentas con toda esta retahíla de dudosas medidas para mejorar la “seguridad” de  los ciudadanos del Reino Unido, las autoridades de este país están llevando a cabo nuevos proyectos para la vigilancia y el monitoreo de la población.

Uno de ellos comenzó a desarrollarse a principios de 2010 por parte de la empresa armamentística BAE Systems y consiste en la creación de aviones espía, similares a prototipos que el ejército de EE.UU ha empleado en las guerras de Afganistán e Irak, para vigilar, controlar y recoger información destinada a la policía británica, las autoridades fronterizas y a otras agencias del gobierno.

Este nuevo sistema pretende comenzar a emplearse para los Juegos Olímpicos del año que viene que se celebrarán en la capital inglesa, aunque todavía existen muchas reticencias al respecto, sobre todo por parte de la Autoridad de Aviación Civil (CAA por sus siglas en inglés), para preocupación de la compañía BAE Systems y el contrato millonario que espera firmar con el gobierno del Reino Unido. Por otro lado, varios organismos académicos del Reino Unido, entre los que se encuentran la Universidad de Queen Mary, están desarrollando, un nuevo sistema de CCTV, llamado Proyecto Samurái. Dicho proyecto puede identificar comportamientos sospechosos o anormales en personas que se encuentran rodeadas de gente, como por ejemplo en los casos de los aeropuertos, ya que de hecho uno de los socios comerciales de este proyecto es la aerolínea British Airways. De este forma el sistema puede hacer un seguimiento concreto de una persona mientras camina entre la gente y desarrollar rutas probables desde su entrada en el check–in, por ejemplo, y avisa cuando detecta un comportamiento que difiere de la norma, algo no muy diferente al Gran Hermano de Orwell.

Estamos vigilados pero no siempre sabemos dónde, cómo, cuándo y por quiénes. El asunto tiene demasiadas vertientes, y este artículo es tan solo el inicio de una exploración muy amplia.

(Fotos: Pixabay)

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