Es una de las artistas más reconocidas del colectivo latinoamericano en el Reino Unido, país donde ha desarrollado un nombre propio gracias a su talento y disciplina, a sus trabajos musicales y a su labor por la comunidad desde diferentes frentes, no siempre relacionados con el arte. Memorias de The Prisma. Enero 2012
Juan Galbete
Muy pronto – contaba apenas con unos 12 años – comenzó a experimentar la difícil vida del migrante. Así, gran parte de su existencia la ha pasado viajando, nómada por necesidad en la mayoría de los casos, pero siempre asimilando los aspectos positivos de lo vivido y tratando de no borrar las huellas del pasado, aunque a veces le cueste recordarlo.
Nacida en el Valle de Cusco, Perú, “un volcán, una fábrica de arte”, Sofía Buchuck asegura que sintió desde muy temprana edad una disposición hacia la música y la literatura que se posó en su niñez como una semilla y que nunca ha parado de crecer. Todo empezó con la música, memorizando las canciones de la radio y cantando sin otra pretensión que jugar.
Pero sus antecedentes paternos también colaboraron para que pudiese desarrollar una carrera que desde su infancia, de una manera casi inconsciente, y hasta día de hoy, no ha cesado de crecer.
Hija de un poeta y cantante, aprendió de su padre que la escritura podía permitirle decir aquello que no se atrevía a expresar o que no quería decir de otra manera.
“Comprendí que la poesía era una forma muy rica de expresar mis sentimientos, pero nunca me atreví a escribir algo propio hasta el día en el que falleció mi padre y no pude ir al entierro”. Y ese golpe despertó en ella su pasión por la palabra escrita.
“Al no poder estar presente en el entierro volqué todos esos sentimientos en un pedazo de papel y es ahí donde sentí que la escritura era algo muy poderoso, porque podía encapsular aquellos sentimientos, que no podía o no quería expresar de otra manera”, asegura.
Más tarde, su inocente visión de la música, ese juego que compartía con su prima encaramada a un árbol del Valle de Cusco, todavía presente, se vio trastocado en cierta manera cuando emigró a la capital y se dio cuenta de que, además de eso, “la música también era una industria, toda una carrera”, agrega.
La partida a Londres
En 1991, y después de haber vivido durante su infancia en Ecuador y Colombia, las circunstancias políticas de su país (el conflicto en el Perú entre el gobierno, los paramilitares, Sendero Luminoso y el Movimiento Revolucionario Tupac Amaru) le impulsaron a emigrar a Londres, donde residían dos hermanos suyos.
Ya en la capital inglesa, se licenció en Estudios Latinoamericanos cursó dos maestrías, una en Estudios Hispánicos y Latinoamericanos y otra en Investigación de la Cultura Viva, lo cual además de su trabajo en el Council de Lambeth (Londres) participando en un iniciativa sobre la identidad latinoamericana, le dio la oportunidad de trabajar en un proyecto similar para el Museo de Londres durante dos años.
En su época de estudiante actuó con un sinfín de grupos musicales latinoamericanos, hasta que en 1994 comenzó su carrera como solista para poner en marcha, según dice ella, el “ritmo musical propio” que desde pequeña siempre había sentido.
“Un día me di cuenta de que tenía material propio para cantar por mi cuenta y un amigo me animó a ello diciéndome que mis canciones tenían un mensaje que no hablaba sólo de los países que hemos dejado atrás sino de lo que pasa aquí en el Reino Unido con la gente que tuvo que salir del Perú o de cualquier otro sitio y de cuáles son sus vivencias”.
“Entonces empecé a soltar en los conciertos material propio y sentí que la gente lo acogía bien”.
Y desde entonces no se ha detenido. A la cantidad de conciertos que ha ofrecido por todo el mundo (pues ha actuado en lugares tan emblemáticos como la Royal Opera House de Londres y ha visitado festivales en Italia, Holanda, Rumanía, Escocia o Gales, entre otros países) su trasegar suma la publicación de varios discos como solista y en colectivo, tanto en el Perú y como en el Reino Unido.
Cada momento ha sido importante, pero uno de los que ha enriquecido más su trayectoria tuvo lugar en las tablas, un concierto en el teatro Segura de Lima en el año 2007, el teatro más importante de la capital peruana. Se llenó hasta la saciedad y el público reaccionó con entrega total.
Exigencia con el arte
Esas experiencias con grupos latinoamericanos le sirvieron como un “taller de la vida”, donde aprendió a tocar varios instrumentos. Pero se dio cuenta de que si quería desarrollar una personalidad propia tenía que depurar su estilo. De esta forma, ha invertido a lo largo de su carrera gran parte de su tiempo y economía a este cometido, con la ventaja de que desde muy pequeña había mantenido contacto con gente de “mucha tabla”, del mundo del teatro y de la música.
Tras 14 años de estancia en Londres regresó a Perú en 2005, un reencuentro que la dejó marcada porque sus recuerdos habían plasmado “una escenografía congelada en el pasado”.
“Mi experiencia en diferentes escuelas de música me ha hecho más exigente”, señala. “Londres permite probar cosas distintas y eso también es muy rico, pero si vas a Perú o México tienes las escuelas nacionales del folklore y de música y no puedes decir que eres cantante si no prácticas un mínimo de horas a la semana”.
Mas, por encima de todo, cree que “al margen de la técnica lo que hace falta es sentimiento. “Puedes tener una técnica increíble, pero si no tienes sentimiento, no vale de nada”, sentencia.
Claro, también es imprescindible tener buena voz, y ella la tiene. Una voz donde se advierte trabajo, una voz profesional y de la cual dicen quienes saben de música y la han escuchado, que es una voz educada y sin improvisaciones.
Sus temas son los del migrante, sus sentimientos, las fronteras impuestas, pero también la naturaleza y nuestra responsabilidad hacia ella, así como “las cosas del diario vivir, el respeto a los mayores, la infancia, la defensa del trabajo femenino; con mis letras intento revalorar estos temas”, apunta.
El descubrimiento de la historia oral de Latinoamérica a través de su participación en el proyecto del Museo de Londres cambió mucho su percepción del arte y le abrió nuevas perspectivas. “Antes me centraba en compartir mis tradiciones, la cultura de Perú, lo cual es muy bonito, pero conociendo un panorama tan grande como el latinoamericano te das cuentas de que hay temas que traspasan las fronteras y a la vez nos unen”.
Además, a sus espectáculos trata de asimilar el bagaje cultural latinoamericano a través de hitos literarios como Pablo Neruda, César Vallejo o Nicolás Guillén, entre otros.
Arte y compromiso
Además de su trabajo artístico, Buchuck también ha desarrollado una larga labor activista en temas políticos, sociales y culturales tanto en Perú como entre la comunidad latinoamericana en Londres.
Miembro del Voluntary Centre de Lambeth, ha trabajado como voluntaria también en Amnistía Internacional, y en proyectos relacionados con la música actual desde la perspectiva de los jóvenes latinoamericanos en Inglaterra, con las mujeres latinoamericanas, y en talleres de poesía, entre otros muchos campos. Su canto también es de protesta, una crítica marcada por el Perú y la forzada salida de muchos compatriotas, pero un reclamo “meditativo, no agresivo”. Por otro lado, si algo le han enseñado sus experiencias, asegura, es que “hay muchas propuestas gastadas. La gente a veces se aferra a idealismos, pero no los practican, los utilizan como una máscara, una tarjeta de presentación. Lo que nos hace falta es comunicarnos, más allá de las diferencias políticas que están desfasadas”. “El arte necesita un espacio donde la gente no te juzgue o te condicione”, concluye.