En la serie de televisión “El gran silencio » (BBC2, 2010), se puso de manifiesto que las personas son, a la vez, adictas al ruido y al consumo, y sin embargo, desesperadamente quieren escapar de ello.
Gordon Brown prometió el aumento del consumo para evitar la crisis económica; un mayor consumo genera una mayor demanda salarial, esto constituye un círculo interminable, a menos que encuentren los medios para salirse de esto.
La disciplina (esto es lo que la tradición monástica es) ofrece una solución. Sin embargo, ¿no podría ser esto en sí mismo otro síntoma del narcisismo endémico de las culturas de occidente y por ende, parte del problema y no de la cura?
Quiero sugerir que no es así, al menos si se practica como una disciplina y no como una indulgente terapia de ensueño.
Tan paradójico como pueda sonar para algunos, lejos de ser un escape de la realidad, el silencio disciplinado/la disciplina del silencio implica una decidida orientación de la realidad.
En la tradición Cristiana esto implica escuchar las plegarias y reflexionar sobre lo que dijo Dios respecto de la situación de vida de la persona: todo un reto/desafío, esto no es una fantasía autocompasiva sino el camino hacia la resolución y la curación/sanación.
¿Qué pasa entonces con la “disciplina” que previene que la práctica del silencio sea simplemente narcisista y egoísta, esa práctica que fue es la que crea el problema en primer lugar?
Para los cristianos, esto yace, sobretodo, en la estructura y la enseñanza de Jesús, firmemente asentada, en hebreo en el viejo testamento y desarrollado/revelado por el apóstol Pablo (el mensajero).
Por ejemplo, Jesús tuvo un encuentro con dos hermanas, María y Marta; Marta está frenéticamente ocupada y se queja de que su hermana que está sentada y en silencio escuchando a Jesús.
Aunque Jesús reconoce que Marta está preocupada y ansiosa por su trabajo, felicita a María por tomarse un momento para detenerse y escucharle, habiendo con ello tomado la mejor decisión.
¿Cómo deberíamos entender esto? ¿Como una extraordinaria fantasía, narcisista arrogante y egocéntrica, por parte de Jesús, de que debía ser privilegiado de esta manera?
Quizás la respuesta yace en la propia historia de Jesús sobre el buen padre que, cuando su hijo le pide un pescado, le da uno y no una serpiente venenosa, o cuando le pide un huevo, le da uno y no un escorpión venenoso. Dios es como un buen padre que quiere que sus hijos le pidan y que reciban sus buenos obsequios (Lucas, 10.38-41, 11.5-13). ¿Podría, en cambio ser esto un ejemplo supremo de auto reconocimiento de la vocación que se extiende y fortalece a otros y no al revés?
Si este es el caso, empezar a escuchar en lugar de ser oportunista tiene literalmente todo el sentido del mundo.
¿Pueden experimentar plegarias silenciosas los ateos o escépticos?
No todos los análisis de la verdad implican la lógica formal, o la ciencia de laboratorio, algunos requieren pruebas existenciales como un matrimonio o una receta médica.
Un compromiso a medias no constituye una prueba válida de la verdad ya sea de un matrimonio o de una receta médica. Si los ateos o agnósticos pueden reflexionar sobre sus ideales de una manera que no sólo les beneficie a ellos (narcisismo), pero los libere a un bien universal, entonces, para ellos esta disciplina también puede ser para el bien de las naciones. ¡Bienaventurados los pacificadores!
(Traducido por Pablo Bisbal – Email: kuky02@hotmail.com) – Fotos: Pixabay