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Dámaso, ¡tu nombre es Mambo!

Habría cumplido 97 años de edad hace unos días, y aunque no fue profeta en su tierra, es recordado en Cuba por sus innegables aportes a la música popular.

 

Wilfredo Alayón

 

Especialistas musicales mantienen, aún en estos tiempos, una porfía sobre el creador del mambo, ese género bailable que contiene en su estructura partes cantadas.

Unos señalan a Orestes López, músico de la afamada orquesta de Arcaño y sus Maravillas; otros apuntan a Arsenio Rodríguez -el llamado Ciego Maravilloso-, mientras un tercer grupo le da el beneplácito a Dámaso Pérez Prado. Pero nadie discute que fue Dámaso (1916-1989), conocido mundialmente como el rey del mambo, quien popularizó por todo el orbe ese ritmo surgido en la década de 1940, y que nos acompaña en este nuevo milenio.

El genial instrumentista nació en esta ciudad, ubicada 100 kilómetros al este de La Habana, donde era conocido por el sobrenombre de Pipo, fruto de la unión entre el periodista Pablo Pérez y Sara Prado, directora de escuela primaria.

El fallecido reportero Manolo García, compañero de estudios de Pérez Prado en la secundaria, lo describió como «alegre, muy sonriente, siempre dispuesto a cooperar tanto en actividades artísticas como sociales».

«Tanto él como su hermano Pantaleón, músico también, heredaron el carácter diplomático de su padre, que era un hombre de maneras, y la bondad generosamente dispensada de la madre», destacó García a Prensa Latina.

Dámaso se vinculó muy joven, siendo todavía estudiante, a la vanguardia de los músicos de aquella época en Matanzas.

Pérez Prado se desempeñó como pianista acompañante, y posteriormente sobresalió como arreglista de varias agrupaciones de su localidad natal.

Luego se trasladó hacia la capital de la isla en busca de mejores horizontes, y formó parte de renombrados colectivos musicales hasta crear su propia orquesta de las conocidas como charangas.

Pero la nueva música tuvo un tibio recibimiento y poca aceptación en las casas disqueras y, animado por la actriz y bailarina cubana Ninón Sevilla, a la sazón en suelo mexicano, Pérez Prado decidió trasladarse a esa nación.

En el país azteca estaban de moda, por esos tiempos, los ritmos norteamericanos de las grandes jazz-bands de Glenn Miller, Benny Goodman y los hermanos Tommy y Jimmy Dorsey.

Apuntes del mambo

Este género bailable contiene partes cantadas y tuvo sus raíces, primero en el ritmo impuesto por la orquesta Arcaño y sus Maravillas, el cual sirvió de marco estilístico a Orestes López para componer su danzón Mambo, en 1938.

La pieza en cuestión, acorde con expertos, unió motivos sincopados extraídos del son a improvisadas variaciones en la flauta.

Luego, añaden especialistas, en los arreglos para orquestas de jazz se independiza el mambo de la estructura del danzón en realizaciones de Bebo Valdés y René Hernández a mediados de los años 1940.

Pérez Prado tomó todos esos elementos, experimentó, y de ahí surgen sistemáticamente los mambos que inauguraron mundialmente el género.

Según el musicólogo cubano Helio Orovio, Pérez Prado estudió distintas estructuras musicales para potenciar el mambo, donde la sección de metales logra momentos extraordinarios con la melodía, armonía y el ritmo, apoyada por los saxofones.

Precisamente, ésta fue una de las causas que, a juicio de la especialista Isabel García, motivaron su traslado a México.

De acuerdo con García, en esos años Cuba carecía de fortaleza en los metales, lo que sí ocurría en la nación mexicana.

Sin embargo, otros versados y allegados a Pérez Prado coinciden en que, por envidia, le fueron cerradas las puertas durante su estancia en la capital de la mayor de las Antillas.

Lo cierto es que debutó en tierra azteca el 2 de abril de 1950, en el salón de baile Brasil, coincidente con la presencia de Miguel Alemán Velasco, presidente de la República, y del actor Mario Moreno (Cantinflas).

El mambo ganó enseguida adeptos por sus movimientos coreográficos, causó verdadero furor y llovieron las ofertas para Cara de Foca, como apodó a Pérez Prado, otro grande de la música cubana, Benny Moré.

Motivaron ese mote, la piel morena, largos bigotes y prominente cuello del compositor.

Pérez Prado grabó 100 placas discográficas y también participó en 30 películas, aunque otra veintena de filmes incluyeron mambos en su musicalización.

Falleció el 14 de septiembre de 1989 y su cadáver está sepultado en el Panteón Civil Dolores, de la capital mexicana, envuelto en la popularidad que dio a un ritmo que recorrió el mundo y mantiene preferencia entre los bailadores. (PL)

(Fotos: Pixabay)

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