En Foco, Opinión

El señor de los perros

Mi padre, gerente de una compañía suiza, que llegó al país a final de los cuarenta, me echó de la casa por ser un ‘tira- piedras’ en un colegio donde los profesores izquierdistas volvían marxistas a todos. Una ideología que aún no ha paso de moda.

 

Armando Orozco Tovar

 

No sabiendo qué hacer en ese comienzo del año 64, me detuve en casa de Omar Bernal, dirigente comunista, quien me dio albergue. Tiempo después Bernal perecería en un accidente de aviación en China.

Anteriormente, también otros realizaban paseos frecuentes por los territorios socialistas: Sochi, el balneario ruso de recientes justas; Leningrado, la ciudad de puentes alucinantes, con Hermitage a bordo; o eran felices caminando por la calle Gorki, para entrar luego sin hacer la cola enorme al mausoleo de Lenin…Y Stalin. Cuando en aquel 57, aún estaba ahí.

Gabo precisó, en su reportaje de visita por esos lados, que al salir notó, que el “hombre de acero” tenía manos de mujer”… “Y que: la cortina de hierro, no era más que un palo con los colores parecidos al de las peluquerías.”

Estos recorridos frecuentes, se daban en aquellos tiempos de confrontación entre los dos ‘grandes dueños’ del mundo, empeñados en que la pelota terrestre fuera en poco tiempo otro infierno.  Partían a la URSS, Bulgaria, Polonia y RDA para calmar los nervios causados por los esfuerzos revolucionarios.

Entre aquellos pasajeros de vuelos internacionales, se encontraba un máximo dirigente a quien sus camaradas apodaban “Magallanes”, por haberle dado más de una vez la vuelta al planeta.

Este señor aceptaba toda invitación que le hicieran para ir a los países del socialismo real. En sus giras por el continente euro- asiático, se paseaba como un sultán caribeño que recorre los sanatorios de Crimea.

Es decir, que sin ningún escrúpulo se aprovechaba de su cargo para tener los numerosos pasajes que le mandaban, aunque él no creía un ápice en el proyecto, que con tanto ardor preconizaba.

Hoy aparece orgulloso en las publicaciones Yet Set, mostrando sus finos mastines como el personaje de la novela de Padura: “El hombre que amaba los perros”, alardeando ante los medios de que “será el primer ‘damo’ de la nación… “ ¡Vaya, que bien la pasó y la pasa el trashumante, oportunista militante, que un día fuera izquierdista.

-“Ya que tu padre te echó de la casa, porque no te vas de maestro a conocer a Manuel Marulanda (Tirofijo)…” – ¿Cómo se llama la región donde iré, le pregunté?. “Eso no importa” – respondió- pero seguro que lo conocerás.”…

Ese segundo mes del año, corrían veloces las noticias del inminente ataque por parte del Ejército sobre las llamadas “Repúblicas independientes”, donde vivían los campesinos, provenientes de la violencia y que diez años antes, habían decidido no entregar sus maltrechos fierros, a Gurropín.

– “¿Te vas o te quedas?” , dijo el costeño hoy amante de perros… – “Sí, iré”, respondí. Y una semana después viajaba al sur con un indígena, que al ver que no tenía papeles, me bajó en la primera parada del bus antes de salir de Bogotá. “Consigue los documentos. – dijo – Yo regreso dentro de quince días, pues el territorio donde vamos, está cercado por tropas… Y si no los tiene se lo cargan (matan)…”

Fue entonces, “cuando me bajaron de la flota revolucionaria”, donde me enviaba ese señor izquierdista que hoy tiene sabuesos presidenciables, y que es un renegado mayor de la causa revolucionaria. La predicaba ardorosamente, pero no creía en ella, como lo demostró años después.

Desde entonces confió en mí “Ángel de la poesía” y le agradezco que me librara aquella vez de irme para el monte, a perecer como muchos en los sitios donde  nacieron las FARC, hace 50 años.

(Fotos: Pixabay)

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