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Victimización por racismo en las aulas del Reino Unido

“Me llaman terrorista porque saben que soy musulmana. He perdido los estribos un par de veces, lo cual me frustra porque acabo por meterme en problemas. Algunos de mis amigos dan la cara por mí, pero no es suficiente. Quiero que los profesores hagan algo, pero siempre me dicen que están muy ocupados”. (Testimonio de una adolescente a ChildLine).

 

Noelia Ceballos Terrén

 

El patio de la escuela puede convertirse en un infierno para muchos niños. Los centros educativos son escenarios, también, de la discriminación racial.

Los docentes no siempre asumen un papel de defensa del atacad. Falta consciencia, tiempo e información.

El lenguaje se convierte en la primera agresión entre compañeros. Los hijos de inimigrantes en el Reino Unido arrastran la etiqueta de “freshie”, término despectivo hacia los extranjeros, haciéndoles creer que sus orígenes los hace diferentes e inferiores al resto.

A pesar de la obligación que existe para las escuelas de tomar medidas anti-bullying, la realidad es tajante: en 2013 fueron más de 1400 los niños que dijeron sufrir acoso racista en sus colegios, según los datos recopilados por la organización ChildLine.

Esta cifra indica un aumento del 69% con respecto al año anterior. Los insultos se basan en los estereotipos raciales, y desde la edad más temprana, los niños los reproducen. Por eso los pequeños de religión musulmana pueden ser llamados  “terroristas”, o los somalíes “piratas”. Sin embargo sería un error pensar que el racismo es únicamente blanco. Como explica la profesora Lola Okolosie en una columna en The Guardian, la realidad multicultural de muchas escuelas británicas es más compleja. Allí los estudiantes negros y mestizos reproducen los mismos comportamientos racistas entre sí.

En su carrera ha visto cómo alumnos afro-caribeños y africanos ridiculizaban los rasgos faciales de los otros. También pone como ejemplo a los bengalíes, quienes soportaban las burlas de sus compañeros pakistaníes, que les repetían que olían a pescado.

 Una sociedad antiinmigrante

De este modo, lo que en muchas ocasiones es visto como una broma por los acosadores, es una peligrosa reproducción de la discriminación general vivida por las minorías étnicas en el Reino Unido.

Según algunos expertos, como la directora de ChildLine Sue Minto, existe una relación entre el discurso gubernamental y mediático cada vez más discriminatorio y contrario a la inmigración y el aumento de los incidentes racistas en las escuelas.

En declaraciones a The Guardian, Minto asegura que “hay un mayor enfoque en las noticias hacia los inmigrantes… Es un tema de discusión real y los niños no son ajenos a las conversaciones a su alrededor… A algunos se les dice que hagan sus maletas y vuelvan a su país, a pesar de haber nacido en el Reino Unido”.

Miedo e inseguridad

Los niños de minorías étnicas pueden verse atrapados en una espiral que empieza con insultos pero que puede ir muchos más lejos. Según la organización Bullies Out el acoso incluye amenazas, humillaciones, burlas, emails abusivos, daños a las propiedades del compañero, ignorarlo y excluirlo del grupo, hasta llegar al extremo de la violencia física.

El efecto inmediato de esta violencia psicológica o física es una gran sensación de inseguridad. Uno de cada diez estudiantes acosados han intentado suicidarse en 2013, según datos de Ditch the Label. Y el 30% de los que sufren algún tipo de bullying se autolesionan.

Dicho informe también apunta a los resultados académicos de las víctimas. Si un 41% de alumnos no acosados obtenían las notas más altas (A o A*), tan solo un 30% de los que sí lo han sido lograban alcanzar este nivel. Por tanto, la discriminación racial puede restar posibilidades al que la sufre en su progreso académico, fundamental para la integración social.

Liam Hackett, responsable del estudio para Ditch The Label, confirmó “el profundo efecto que el acoso está teniendo en la auto-estima de los alumnos y, por tanto, las perspectivas de futuro de millones de jóvenes en todo el Reino Unido”.

Pero el problema no desaparece cuando las víctimas terminan su etapa escolar. La ansiedad, depresión y problemas de conducta pueden seguir manifestándose a lo largo de la vida de un adulto que de niño fue acosado.

Así lo demuestra el estudio de la profesora de psicología del desarrollo Louise Arseneault, en el que personas de 50 años seguían mostrando estos síntomas a pesar de las cuatro décadas que habían transcurrido desde su amarga experiencia.

La psicóloga advierte que el acoso provoca que sus víctimas estén más expuestas al desempleo y a los bajos ingresos. Asimismo, les resulta más difícil mantener una relación, tener una red social y estar satisfechos con sus vidas.

Todos factores que, en el caso de las minorías étnicas, se añaden a una situación ya de por sí menos favorecedora y con mayor riesgo de exclusión social que el resto.

Escuela fallida

El apoyo psicológico que puede aportar la familia no soluciona nada si en la escuela no existe una política del profesorado en contra del bullying. Esta es una obligación que se introdujo en 2000 en el Race Relations Act.

Lo cual no impide que siga habiendo silencio en torno al acoso racista.

En primer lugar porque el miedo a las represalias por denunciar es parte fundamental del abuso escolar.

Sarah Soyei, representante de la organización Show Racism The Red Card, lo explicó en declaraciones a la BBC: “A menudo los profesores no tienen conocimiento del racismo que se produce en sus clases porque las víctimas tienen miedo de confesarlo y que la situación se vuelva más complicada”.

Sin embargo, una vez que el acoso sale a la luz, la reacción de la institución educativa no siempre es la deseada. La mayoría de las víctimas que acudieron a ChildLine en 2013 indicaron que al quejarse a sus profesores por el maltrato sufrido éstos los ignoraban o tomaban medidas ineficaces.

El profesorado británico reconoce este problema, según un sondeo llevado a cabo por Teachers TV, en el que dos tercios de los docentes reconocieron que sus centros no disponían de una política de medidas anti-bullying, y un 15% creía que el racismo había crecido en su escuela. Concretamente, uno de cada cinco había conocido casos de islamofobia en las aulas.

Y, aunque de forma muy minoritaria, el estudio indica que un 2,6% de profesores habían sido testigos de acoso racial de compañeros suyos hacia el alumnado.

Sistema discriminatorio

 Los alumnos de minorías étnicas no solo se enfrentan al racismo de sus compañeros, sino que su paso por la escuela está marcado también por un sistema educativo británico que, según algunos estudios, tiene un funcionamiento discrimatorio para las minorías.

Uno de estos informes refleja la mayor dureza de las sanciones escolares hacia alumnos de minoría étnica que hacia los blancos.

El Department for Education and Skills asegura que los estudiantes negros tienen el triple de posibilidades de ser expulsados del centro escolar que el resto.

De este modo la igualdad de oportunidades que debería ser la base de nuestra sociedad se ve amenazada desde los primeros años, cuando todo niño y adolescente debe formarse.

Según el mismo estudio, las expectativas más bajas del profesorado cuando se trata de alumnos negros es una expresión de racismo, y afecta a sus resultados académicos.

El programa de estudios representa otro problema en una sociedad multicultural como la británica, puesto que los contenidos, especialmente los de historia, no representan a todas las culturas que componen las aulas.

Lo cual contribuye a la pérdida de interés y el sentimiento de abandono por parte de los alumnos que ven cómo su minoría tampoco recibe reconocimiento en la escuela.

Así lo ve Sarah Pearce, una profesora de primaria que comparte su experiencia con el periódico Tes Connect. Tomó conciencia de la discriminación que radica en los manuales escolares cuando tuvo que impartir una lección sobre el pueblo anglosajón a una clase compuesta por un 90% de alumnos paquistaníes y bengalíes: “Boicotearon mi lección y no había nada que yo pudiera decir.

Habían hecho la relación entre la Historia y identidad y decían ‘¿Qué hay de nosotros?’ En ese momento pensé ‘Esto es una locura, el programa no atiende las necesidades de algunas comunidades».

(Fotos: Pixabay)

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