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Las tentaciones totalitarias del Covid

La psicóloga estadounidense Michelle Gelfand escribió recientemente en The Guardian (2-2-21) sobre las diferentes respuestas culturales del virus.

 

Steve Latham

 

Ella sugiere que las sociedades “estrictas”, con un alto índice de adherencia a las normas, reaccionaron mejor al Covid que las sociedades más “flexibles”, que demostraron un cumplimiento más débil de las normas.

Esto forma parte de una teoría más extensa, manifestada en su libro “Rule makers rule breakers”, la cual podemos presenciar en diferentes experiencias de coronavirus. Los estados con una fuerte tradición de conformidad con las normas culturales han salido mejor parados en general que los que son más libertarios e individualistas.

Sería superficial entender esto como una cuestión de Oriente contra Occidente, y aún, hay algo de verdad en tal generalización.

A pesar de ello, hay otros factores, como señaló el teólogo John Milbank en un tuit crítico: los niveles de pobreza, la desigualdad sanitaria, y el error político son otros factores.

Si bien es cierto, las dos primeras consideraciones se aplican tanto, por ejemplo, a los países asiáticos, como a los europeos y norteamericanos.

Para mitigar también los posibles reclamos de estereotipos étnicos, el filósofo coreano-alemán, Byung-Chul Han, ha señalado igualmente que las sociedades con mentalidades colectivas han actuado mejor.

Sin embargo, Gelfand sostiene que no se trata de un modelo determinista, ya que lugares como Nueva Zelanda han logrado pasar de unos valores extremadamente individualistas a una estricta política de aislamiento nacional.

Su idea es que tales medidas radicales harán en realidad que un retorno a la apertura sea más seguro y más rápido.

Tales conclusiones no implican necesariamente enfoques de derecha o de izquierda. La postura será atractiva para los conservadores que durante mucho tiempo han opinado sobre la pérdida de las normas sociales.

Pero también podría sacar provecho de las ideas socialistas de esfuerzo colectivo por el bien común. Ambas alternativas ideológicas han faltado, por ejemplo, en las respuestas de Reino Unido y EE.UU. hasta la fecha.

Aquí, la combinación de vacilaciones gubernamentales, bajo la presión de los libertarios, y la reticencia de muchos ciudadanos a obedecer las restricciones, han contribuido a oleadas de reinfección.

Sin embargo, hay un lado opuesto autoritario a esta teoría. La película china de ciencia ficción “The wandering Earth”, por ejemplo, es una gran pieza cinematográfica que rivaliza con Hollywood.

Una película de catástrofes de la tecnología dura, en la que se plantea que, a medida que el Sol amenaza con expandirse y destruir el sistema solar, la Tierra se libera de su órbita y, propulsada por enormes “motores terrestres”, es pilotada hacia el espacio.

La trama gira en torno a la amenaza de la colisión de la Tierra con Júpiter, y los esfuerzos colectivos de la humanidad para prevenirlo.

Su relevancia para la tesis de Gelfand, es una breve mención sobre el coste de perder la Tierra de su órbita, que también implicó el cese de su rotación.

Los consiguientes tsunamis mataron a la mitad de la población mundial, lo que permitió al resto sobrevivir en búnkeres subterráneos.

¿Qué grupo posee el poder y la determinación necesarios para tomar una decisión tan trascendental?

Sin duda alguna, no nuestras democracias occidentales, como se demostró en su respuesta al Covid.

Pero tal vez, el Partido Comunista de China. Ellos mismos han demostrado ser capaces de adoptar tales medidas drásticas, como se ha visto en Hong Kong y Sinkiang.

¿Significa esto que el coste de la supervivencia es, por consiguiente, rendirse al control totalitario?

(Traducción de Lidia Pintos Medina)  – Fotos: Pixabay

 

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