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El cine chileno en el siglo XXI

Durante la dictadura de Pinochet solo se estrenaron dos largometrajes nacionales en Chile, pero en la última década de este siglo se estrenaron unas dos docenas de películas nuevas cada año.

 

Sean Sheehan

 

El cine chileno se debate ahora entre las identidades locales y la estética global dominante: una época de adaptación y dilución, de compromiso y de apuesta.

Los dos editores de “El cine chileno en el mundo del siglo XXI” se preguntan en qué sentido el enfoque nacional sigue siendo una forma válida de abordar la producción cinematográfica del país.

La penetración del capital global permite preguntarse si incluso un contexto regional es útil. Cualquier enfoque esencialista del cine latinoamericano tiene que enfrentarse a la realidad de un mundo cinematográfico internacional, a su financiación y a su distribución.

Las películas de Pablo Larraín y Sabastián Lelio dan testimonio de las ambivalencias que surgen cuando los directores aspiran a un alcance global. NO (2012), el primer largometraje chileno nominado al Óscar a la mejor película en lengua extranjera, aborda el referéndum de 1988 con el que Pinochet pensaba que legitimaría su dictadura.

Es admirable que se centre en los asuntos políticos, pero se elude la movilización de la izquierda en el período previo al referéndum y se considera que la estrategia de marketing de un inteligente ejecutivo de publicidad fue clave para asegurar la victoria del No.

“El Club” (2015), también obra de Larraín, ahonda en el dolor infligido por los que tienen el poder —en este caso los abusos sexuales de los sacerdotes— que resuena con la complicidad de sectores de la sociedad chilena con los abusos del régimen de Pinochet.

“Una mujer fantástica” (2017) también fue nominada a la mejor película en lengua extranjera y ganó un Óscar. Como retrato conmovedor de una mujer trans*, Marina, que lidia con la repentina muerte de Orlando, su pareja, no es difícil ver por qué.

Sometida a la biopolítica del Estado chileno y a los prejuicios de la familia de Orlando, Marina se gana el respeto por la entereza con la que defiende el derecho a llorar a un ser querido.

Daniela Vega, «A fantastic woman», Berlinale, 2017. Foto: Commons Wikimedia.   Licencia Creative Commons Attribution-Share Alike 4.0 International.

Cualquier liberal compasivo estará de su lado, pero, como se señala en este libro, la película hace que la situación de Marina no sea característica de las dificultades a las que se enfrentan las personas trans* (ayuda el hecho de que sea blanca, tenga seguridad económica y sea una talentosa cantante de ópera).

Los colaboradores de este conjunto de ensayos comparten una actitud crítica hacia el cine chileno contemporáneo. El resultado es una guía inestimable para los anglófonos, mientras que su instinto crítico lo convierte en una lectura vital para cualquier persona interesada en el cine.

El libro también le hará querer ver “Actores secundarios” (2004) y “La ciudad de los fotógrafos” (2006), sobre la forma en que la dictadura influyó en la vida de los chilenos, y otros dos documentales de 2017 no sobre las víctimas, sino sobre los autores de la violencia bajo Pinochet: “El pacto de Adriana” y “El color del camaleón”.

“Chilean cinema in the twenty-first century world”, editado por Vania Barraza y Carl Fischer, es publicado por Wayne State University Press.

(Traducido por Claudia Lillo – Email: lillo@usal.es)

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