Por mucho que soplen vientos políticos, no pueden cambiar la geografía. Cuando el Reino Unido votó a favor de abandonar la UE en junio de 2016, se debió en parte a la culminación de décadas de sentimiento anti-UE y a un creciente deseo dentro del Reino Unido de volver a una época de supremacía, de “independencia”.
Pero por mucho que Gran Bretaña desee, por razones más o menos válidas, separarse ideológicamente de Europa, los hechos de la posición física e histórica permanecen.
Gran Bretaña está a unas 20 millas de Francia. Está a 50 millas de Bélgica, 55 millas de la República de Irlanda y 83 millas de los Países Bajos.
Está, y seguirá estando, más cerca de Europa que de cualquier otro lugar, y la historia que el Reino Unido y otros países europeos han compartido durante los últimos milenios pone de manifiesto que la proximidad no es sólo geográfica.
A medida que nos adentramos en una sociedad global, con la conectividad y la experiencia compartida que proporciona Internet, los intentos de cualquier nación de mantenerse sola parecen cada vez más egoístas y cortos de miras.
El gobierno del Reino Unido es muy consciente de ello y por eso sigue hablando de Gran Bretaña Global, un término que se hizo popular durante la etapa de Theresa May como Primera Ministra.
Sin embargo, la realidad de la Gran Bretaña Global sigue sin estar a la altura de la idea, y a medida que el Reino Unido se adentra en políticas de aislacionismo e insularidad, tenemos que cuestionar el futuro de Gran Bretaña en la escena mundial.
Y, de hecho, qué significa realmente Gran Bretaña Global: en 2019, los propios ministros del Gabinete no estaban seguros.
El hecho de estar o no de acuerdo con el Brexit a nivel fundamental no viene al caso. Lo que importa en 2021 es cómo avanza el Reino Unido con su nuevo estatus sin ataduras, y de qué bien es capaz de mostrar al resto del mundo, con o sin pertenencia a la UE. Y, sin embargo, mientras las afirmaciones de los partidarios del Brexit retratan a un Reino Unido post-Brexit como una nación independiente, líder mundial y con visión de futuro, la verdad muestra lo contrario.
La ayuda británica en el extranjero ha sido un salvavidas vital para los refugiados y las naciones en desarrollo de todo el mundo. Este año, sin embargo, el gobierno de Boris Johnson ha decidido recortar su presupuesto de ayuda en un 42%, lo que supone una reducción real de unos 4.000 millones de libras.
Todo el presupuesto de ayuda del Reino Unido representa el 0,7% de su renta nacional bruta, y ahora se ha reducido casi a la mitad.
Anteriormente, el Reino Unido era considerado un líder mundial en cuanto al tamaño de su presupuesto de ayuda, pero ya no.
El gobierno ha negado a los parlamentarios una votación sobre los recortes, presionando con una decisión basada en un terreno financiero inestable y una ausencia de obligación o responsabilidad moral.
Mientras ensalza las virtudes de una amorfa Gran Bretaña Global, el Reino Unido se retira de la escena mundial en todos los ámbitos, excepto en aquellos en los que ve un beneficio personal.
Donde no se retira, la situación no es mejor.
El señor Johnson anunció en marzo de este año que el Reino Unido compraría un 40% más de cabezas nucleares a Estados Unidos, rompiendo así el compromiso del Reino Unido, vigente desde 1968 y firmado por 191 naciones, con el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares.
El mensaje es claro: somos nosotros contra ellos, y está a años luz de la idea de una nación cómodamente integrada en una comunidad global. Por el contrario, el aumento de la capacidad nuclear y el consiguiente incremento de la inversión del Reino Unido en defensa militar en cada uno de sus cinco sectores muestra al Reino Unido como una nación que se amuralla a sí misma.
La vehemente oposición dentro de ciertos grupos en el Reino Unido a la libre circulación de personas -uno de los principales pilares de la campaña para salir de la UE- y la lamentable posición del Reino Unido sobre los refugiados van más allá para enfatizar la postura aislacionista de Gran Bretaña.
Ya en 2017, la retórica xenófoba agudizada por la campaña del Brexit y la posterior votación había provocado un descenso del 96% en el número de enfermeras de la UE que se trasladaban al Reino Unido para trabajar.
Y aunque el diputado laborista Lord Dubs, un niño refugiado durante la Segunda Guerra Mundial, pidió que se reasentaran en el Reino Unido 3.000 niños refugiados no acompañados en el transcurso de cuatro años, el plan Dubs se cerró el año pasado y el gobierno solo reasentó a 478 niños.
El Ministerio del Interior está dificultando cada vez más el asentamiento de los solicitantes de asilo en Gran Bretaña, mientras el mundo sigue luchando con un número sin precedentes de refugiados que huyen de circunstancias verdaderamente horrendas. La política de la Gran Bretaña hostil se extiende incluso a los ciudadanos de la UE, ya que la Fuerza de Fronteras del Ministerio del Interior esposa a los ciudadanos de la UE en los aeropuertos británicos, les niega los medicamentos y les obliga a permanecer en centros de detención similares a prisiones durante un máximo de una semana.
Ninguna de estas acciones es propia de un país que desea ser un actor activo y consciente en la escena mundial. Cada una de ellas tiene el aspecto del miedo, de la paranoia, del cierre y del apresamiento. El Reino Unido no busca integrarse, ni hacer amigos, ni operar con un espíritu de reparto y cooperación mutua.
La situación post-Brexit con Irlanda del Norte, que ha llegado a otro punto muerto mientras escribo este artículo, es un ejemplo de ello. Aunque el Gobierno de Johnson se comprometió a mantener el Protocolo de Irlanda del Norte, ahora pretende escabullirse de su obligación, una obligación que aceptó voluntariamente.
El potencial de daño adicional a la frágil paz de Irlanda del Norte es abrumador. El hecho de que el Reino Unido reniegue ahora de un acuerdo que hizo, pero que aparentemente nunca tuvo la intención de cumplir, es profundamente preocupante. No es posible formar parte de una comunidad global siendo un vecino malo y deshonesto. Cuando Johnson dijo recientemente que deseaba dejar de utilizar el término “relación especial” con respecto a la cuestionable asociación del Reino Unido con EE.UU., y el presidente Joe Biden advirtió que no se tolerarían las amenazas a la paz en Irlanda del Norte, parece que el Reino Unido podría probar una vez más el aislamiento que parece ansiar.
Pero en un mundo en el que todos los demás aportan algo, sentarse solo en un rincón no ayuda a nadie: a ti menos.
(Traducido por Mónica del Pilar Uribe Marin) – Fotos: Pixabay