Europa, Globo, Reino Unido

Lecciones de un sueño democrático

En un mundo en el que el negocio de la guerra es tan seductor, algunas personas incluso han dado la bienvenida al conflicto de Ucrania. Pero ante esta oleada de  abandono del pacifismo, existe también el rechazo al uso de las armas. La historia nos habla, por ejemplo, de cuando se quiso convertir a un país en un territorio moderno y democrático.

 

Proclamación de la Segunda República en la Plaza de San Jaime. Foto de Josep Maria Sagarra. Creative Commons License.

Juanjo Andrés Cuervo

 

En enero de 2020, en España, dos partidos de izquierda, el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y Unidos Podemos, formaron el primer gobierno de coalición en España desde el Frente Popular de 1936.

Los versos españoles hicieron eco de la canción política de la Segunda República, que fue derrocada unos meses después por la fuerza, ya que la reacción de la derecha no aceptó la coalición de izquierda elegida democráticamente.

Aunque el PSOE había rechazado una alianza con el partido liderado por Pablo Iglesias tras las elecciones de 2015, 2016 y 2019, finalmente su líder Pedro Sánchez se vio obligado a capitular. Esto se debió, en parte, al espectacular ascenso de Vox, el partido español de extrema derecha, que obtuvo 52 diputados en las elecciones de noviembre de 2019 y se convirtió en el tercer partido político con mayor representación en el Parlamento.

Incluso antes de que el Gobierno se constituyera oficialmente en el Parlamento en enero de 2020, la oposición de derechas comenzó a emplear una retórica incendiaria para socavar la coalición de izquierdas. El uso de frases peyorativas como «Gobierno ilegítimo» o «criminal» se han escuchado dentro de las paredes del Parlamento español en los últimos años.

Santiago Abascal, el líder de Vox, declaró que el Gobierno formado por PSOE y Unidos Podemos era el «peor Gobierno de los últimos 80 años».

La fecha no es casual: 80 años antes, Franco acababa de empezar a consolidar su sangrienta dictadura, asesinando durante décadas a los llamados «rojos» y obligando a cientos de miles a exiliarse.

El ascenso de Vox y su reciente introducción en el Gobierno regional de Castilla y León representa un síntoma mundial aterrador.

Desde 1990, los partidos de extrema derecha en Europa han triplicado sus votos, y su uso de una retórica basada en la xenofobia, culpando a los extranjeros, atacando al feminismo o a las comunidades LGBTQ+ se está convirtiendo en una tendencia mundial.

No deberíamos ser tan ingenuos como para pensar que nuestras democracias están salvaguardadas contra esos discursos. El atentado del año pasado en el Capitolio de Estados Unidos, los continuos bombardeos de Yemen por parte de Arabia Saudí con armas proporcionadas por los países occidentales, la invasión rusa de Ucrania o el apartheid impuesto por Israel en Palestina muestran cómo el ideal de libertad e igualdad se hace añicos.

Pero la historia se encarga de mostrarnos que hay momentos en los cuales los países deciden optar por la paz y la democracia. Así ocurrió en España.

Democracia española vs. fascismo

El 14 de abril de 1931 se proclamó en España la Segunda República. Se ponía así fin al reinado de Alfonso XIII, que se vio obligado a exiliarse tras haber apoyado la dictadura de Primo de Rivera, que había gobernado el país desde 1923.

Siendo uno de los países más atrasados de Europa Occidental, dominado por los terratenientes, siguiendo los designios de una Iglesia católica profundamente conservadora, y con unos niveles de analfabetismo superiores al 40% en 1930, la implantación de un sistema democrático en España supuso un importante avance para el país.

La Segunda República introdujo nuevos derechos como la libertad de expresión, la libertad de asociación y el voto para las mujeres, legalizó el divorcio y eliminó el estatus jurídico especial de la nobleza y la Iglesia.

Enmarcado en el contexto de los años de entreguerras en Europa, nunca sería fácil democratizar el país. Sobre todo teniendo en cuenta la proximidad geográfica de los gobiernos autoritarios de extrema derecha que se extendían por el continente.

Italia estaba gobernada por el Partido Fascista desde 1925, Portugal estaba bajo una dictadura desde 1926, y Hitler estaba a punto de convertirse en el líder de Alemania, habiendo obtenido el 18% de los votos en las elecciones de 1930.

En este marco geopolítico, las fuerzas de la reacción en España provocaron un levantamiento. La República sólo duró 5 años, y la Guerra Civil española y la posterior dictadura de Franco llevaron a España a su periodo más oscuro.

La transición de la Monarquía a la República

Tras el fin de la dictadura de Primo de Rivera en 1930, el 12 de abril de 1931 se celebraron en España elecciones municipales por primera vez en años. El resultado fue una victoria aplastante de los republicanos y los partidos de izquierda. En las zonas más industrializadas, como Barcelona, Bilbao, Madrid y Valencia, la monarquía no superó la barrera del 25% de los votos.

Dos días después, el rey, Alfonso XIII, bisabuelo del actual rey, Felipe VI, se vio obligado a huir al exilio.

Entonces, comenzó un periodo de esperanza para la sociedad española. La República quería modernizar el país, lo que chocaba drásticamente con el viejo orden conservador de los españoles rurales.

En esas zonas, las élites terratenientes españolas y la jerarquía eclesiástica seguían siendo política y económicamente fuertes. Oprimían a los agricultores familiares, que a pesar de ser un tercio del electorado, estaban políticamente poco representados.

Parecía seguro que el intento de introducir reformas en un territorio dominado por un régimen semifeudal tendría importantes consecuencias para el experimento democrático durante la Segunda República. Las élites terratenientes no estaban ni mucho menos dispuestas a perder sus privilegios.

La Segunda República contra la reacción

Las medidas progresistas aplicadas por la República, como la reforma agraria, el paso de un estado religioso a uno laico, la emancipación gradual de la mujer y las medidas de avance en la educación, fueron audaces intentos de impulsar uno de los países más retrógrados y conservadores de Europa Occidental.

Para reducir los asombrosos niveles de analfabetismo en España, era necesario un nuevo enfoque de la educación.

En ese sentido, la Constitución española incluía la creación de un sistema escolar laico y unificado, la obligación de los poderes públicos de impartir la enseñanza y, quizá lo más importante, la gratuidad de la educación primaria.

Leyendo la Constitución española de la Segunda República, publicada el 9 de diciembre de 1931, se pueden encontrar muchas similitudes con la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano en Francia en 1789.

El artículo segundo declara que «todos los españoles son jurídicamente iguales», el artículo tercero expone que «el Estado español no tiene religión oficial», y el artículo sexto menciona que «España renuncia a la guerra como instrumento de política nacional». Los ideales republicanos de la Ilustración, basados en la igualdad y la libertad, se plasmaron en la nueva Carta Magna.

Por todo ello, el golpe de Estado de Franco en 1936 no fue sólo la consecuencia de vivir rodeado de países antidemocráticos y fascistas, sino que representó una respuesta de las élites españolas, un rechazo a vivir bajo un régimen que abogaba por la redistribución de la riqueza y la aplicación de los derechos al pueblo.

¿Una Tercera República en España?

La idea de una Tercera República está en una parte sustancial de la mente de la gente en España, y el apoyo de la gente a la monarquía se ha desvanecido en las últimas décadas. Por ejemplo, los escándalos del ex rey Juan Carlos I le obligaron a abdicar del trono en 2014.

En los últimos dos años, la Plataforma de Medios Independientes ha realizado dos encuestas para preguntar a la población sobre su preferencia entre una Monarquía y una República. En la última publicada en 2021, el 39% de las personas mostró su apoyo a la República, mientras que el 31% expresó su compromiso con la Monarquía.

En un mundo en el que el negocio de la guerra es tan seductor que como los países han señalado recientemente un aumento del gasto en armamento para favorecer a los oligopolios, algunas personas incluso han dado la bienvenida al conflicto de Ucrania.

Como contrapunto a esta oleada de excitación contra la guerra y el abandono del pacifismo, es importante recordar la Constitución de la República Española y su rechazo al uso de las armas. Fue un documento de fusión entre el pacifismo y el feminismo como continuación de la corriente originada en los años anteriores a la Primera Guerra Mundial, cuando las organizaciones de mujeres, junto a algunos grupos socialistas y marxistas se opusieron al conflicto mundial.

A pesar de que ha pasado casi un siglo desde la Segunda República, su enfoque igualitario y emancipador son lecciones que se pueden extraer para el incierto mundo actual.

(Fotos: Pixabay)

 

 

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