Europa, Globo, Reino Unido

Pandillas hablan de paz, pero siguen en pie de guerra

Una iniciativa de negociar la paz entre las violentas pandillas de Ecuador ha estado cobrando fuerza, luego de que los cabecillas de las dos principales alianzas de pandillas expresaran su voluntad de reducir la violencia.

 

  Chris Dalby

 

El 2 de junio, en un comunicado difundido por video, Adolfo Macías, alias «Fito», líder de los Choneros, y Junior Roldán, alias “JR”, líder de la alianza Águilas, expresaron su deseo de dar “el primer paso […] hacia diálogos para la pacificación”.

Esto hace parte de una campaña emprendida por la Comisión de Diálogo Penitenciario y Pacificación, una iniciativa respaldada por el Estado, que se lanzó en 2021 después de que una serie de masacres carcelarias dejaron más de 300 presos muertos.

Este fue el segundo gran paso importante en la dirección correcta. El 17 de mayo, la Comisión ya había logrado una promesa de otra alianza de pandillas. Los Lobos, Tiguerones, Chone Killers y Latin Kings, todos enemigos jurados de los Choneros, prometieron dar un “primer paso hacia la pacificación voluntaria a nivel nacional”.

Pese a esos avances, no se han revelado detalles concretos de cómo se desarrollaría ese proceso. La Comisión había dicho que los líderes de las “organizaciones recluidos en los diferentes centros carcelarios de Ecuador” habían dado muestras de voluntad para iniciar un proceso de paz.

Sin embargo, en el pronunciamiento más reciente, los líderes de los Choneros y las Águilas dejaron en claro sus aspiraciones. “Sabemos que no es un acuerdo de paz, ni tregua alguna, mucho menos una negociación”, sentenció Fito.

El jefe de los Choneros, Fito, tiene razones de peso para dudar de la viabilidad de esos diálogos. En noviembre de 2021, la hija de Fito fue secuestrada y retenida durante cuatro días, luego de lo cual fue liberada por las fuerzas de seguridad. Según Plan V, portal de noticias de Ecuador, ciertos “enemigos” de Fito quizá ayudaron a concretar su liberación.

Previamente, en febrero pasado, los Tiguerones, Chone Killers y Lobos iniciaron una nueva escalada en la guerra de pandillas de Ecuador, luego de orquestar varias masacres contra los Choneros en tres prisiones, las cuales dejaron un saldo de por lo menos 74 internos muertos.

Ecuador tiene una larga historia de treguas y estrategias de pacificación entre pandillas, las cuales han tenido cierto éxito. En una época, el país fue un modelo de ese tipo de negociaciones entre pandillas, lo que hace aún más deplorable la agudización de la crisis que se ha venido presentando en los dos últimos años.

En 2007, el gobierno inició una campaña para legalizar las pandillas, y les permitió convertirse en grupos comunitarios con operaciones en muchos niveles para acrecentar la representación de comunidades marginadas, ofrecer alternativas de empleo y educación y propiciar espacios para la actividad cultural. En los años siguientes, la mayoría de las grandes pandillas del país se acogieron a la iniciativa. En 2009, los Latin Kings concluyeron una negociación de cuatro años con el gobierno y se convirtieron en una organización reconocida jurídicamente.

Pero los grupos criminales también negociaron entre ellos. En 2009, seis pandillas, entre ellas los Latin Kings, firmaron voluntariamente un pacto nacional de no agresión y se comprometieron a ayudar a sus miembros a insertarse en la sociedad. Firmado en un complejo deportivo de Guayaquil, en este pacto las pandillas prometieron reclutar “buenas personas y construir una buena organización”, según el entonces líder de los Latin Kings.

Pronto se evidenciaron los resultados en las tasas de violencia. Los homicidios cayeron de más de 15 por 100.000 habitantes en 2011 a poco menos de 6 por 100.000 en 2017. Pero ¿puede replicarse el éxito de aquella iniciativa en el Ecuador de 2022? No necesariamente.

En primer lugar, si bien las tasas de homicidios en el país han vuelto a acercarse a los niveles récord de mediados de los 2000, la sofisticación de las pandillas ha sufrido un cambio drástico. Las pandillas de Ecuador han cobrado gran importancia para el tráfico de cocaína en la región y hacia otros países, con alianzas con grupos criminales colombianos y mexicanos.

Verdaderos arsenales de armamento han entrado al país, y los pandilleros muchas veces portan armas automáticas y granadas de mano. Los homicidios han alcanzado niveles de brutalidad inéditos. Las prisiones del país, aunque por largo tiempo han sido focos pandilleriles, ahora son campos de batalla donde se sienten brutalmente las consecuencias de los cambios de lealtades entre las pandillas.

El acelerado deterioro de la situación de seguridad puede hacer más difícil revertir el actual estado de cosas. Es poco probable que las pandillas depongan las armas o incumplan los acuerdos hechos con grupos criminales foráneos. Aun cuando algunos líderes exhorten a sus miembros a hacerlo, es probable que muchos sean reacios a renunciar a las generosas rentas criminales.

Y lo más preocupante es que la cantidad de cocaína que hoy pasa por Ecuador siempre necesitará quién la transporte. Los Choneros crecieron hasta convertirse en la pandilla más poderosa del país traficando cocaína desde la frontera con Colombia hasta el puerto de Guayaquil. Los Lobos y sus aliados han pasado a ser serios aspirantes a ese trono.

Son bienvenidos los esfuerzos por mejorar las condiciones carcelarias y el diálogo entre los líderes de las pandillas, pero si no se atacan los problemas de seguridad globales que padece Ecuador, puede que esta campaña no coja vuelo.
(Artículo de Insight Crime – Creative Commons license) – Photos: Pixabay

Share it / Compartir:

Leave a Comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*