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Asuntos pendientes

Leer «The bloater», una novela de menos de 150 páginas, es como sorber una copa de espumoso champán después de haber sido privado de la calidad recuperadora de la bebida durante demasiado tiempo.

 

Sean Sheehan

 

Su aire de fácil frivolidad parece mejorar la vida, al igual que la prosa perversamente deliciosa de Rosemary Tonks en su novela de 1968 que ahora, tras haber sido casi olvidada, ha sido reeditada.

La bebida también puede traer un decaimiento no deseado de los espíritus, a veces con el potencial de autodisgustarse ante la idea de fingir, no ante los conocidos sino ante uno mismo.

El anticlímax que suele llegar tras una buena ocasión lo expresa Min, el personaje central de la historia, cuando llega a un destino: «¡Ah, el aparcamiento! El cementerio de tantas buenas tardes».

Min, una mujer casada, va a la ópera con su inquilino, apodado The Bloater por su gran cuerpo y sus insaciables deseos. Mimada por su beneficencia, sabe que le espera un favor sexual cuando vuelva a casa con él más tarde.

Min tiene tantos conflictos consigo misma como con los hombres. Está el pequeño asunto de su marido, pero éste permanece en gran medida invisible, marital y visualmente; ella apaga las luces de una habitación, sin darse cuenta de que sigue allí, dejándole cenar a oscuras.

Se dice a sí misma que debe consumar la pasión que siente por otro hombre, Billy, pero como dice Jennifer Hodgson en un excelente ensayo sobre Tonks, esto significaría enfrentarse a «tener un cuerpo, tener que lidiar con los cuerpos de los demás, ser vista, ser conocida». Le resulta difícil poner fin a las insinuaciones de El Hormiguero.

La noche en la ópera desemboca en una escena brillante en su propio salón (con su marido durmiendo en el piso de arriba) y aquí, como en toda la novela, la prosa que la describe fluye con ocurrencias que Oscar Wilde habría aplaudido.

Al igual que en el caso de Wilde, detrás del humor desenfadado se esconde una seriedad mortal, y las observaciones aparentemente casuales son capaces de transmitir verdades filosóficas y sociales.

Jenny, que trabaja con ella en la BBC como ingeniera de sonido, es la mejor amiga de Min y sus conversaciones están salpicadas de comentarios cargados de significado.

Hablando de maquillaje -¿cuánto polvo debe usarse en la cara? – Jenny le dice: «No creo que debas mirar demasiado a la cara de alguien. Tómatelo todo como un asunto en marcha».

Min ve el sentido común de esto y continúa vistiéndose para una comida con Billy: con un sujetador negro sin tirantes que le queda perfectamente, es la «picardía personificada», se escandaliza de sus propios pensamientos: «¡Cielos, qué mundana soy! Estoy tan bien hecha que me siento como si me hubieran sumergido en una especie de ennui clásico francés y me hubieran tostado antes de servir». Mantiene la despreocupación, pero la ansiedad por el autoengaño acecha bajo la superficie.

«The bloater», de Roseemary Tonks, está publicado por Vintage.

(Fotos: Pixabay)

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