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Nunca confíes en los capitalistas

El anuncio de la contraportada del libro – «Léalo en una tarde. Recuérdelo toda la vida»- puede que aumente la capacidad de atención de la mayoría de los lectores, pero da en el clavo al afirmar que esta historia de la Unión Soviética no es un libro fácil de olvidar.

 

Lenin, Unión Soviética. Foto de Rizobreaker /Flickr. Creative Commons License.

Sean Sheehan

 

El texto principal abarca solo 230 páginas, pero apenas contiene una frase que no merezca la pena leer.

La autora, Sheila Fitzpatrick, es una de las principales especialistas en la historia de la Unión Soviética y ha conseguido destilar sus conocimientos sobre el tema con notable concisión.

El lector llega a confiar en su criterio cuando, por ejemplo, presenta a Lenin como un personaje no unidimensional, como las caricaturas populares nos quieren hacer creer.

La Unión Soviética nació en 1924 y sus antecedentes esenciales y su establecimiento ocupan las primeras páginas del libro. Fitzpatrick está en plena forma al plasmar en sólo cinco páginas los tumultuosos acontecimientos entre febrero y octubre de 1917.

Es igualmente hábil a la hora de mostrar cómo se estableció la Unión Soviética a partir del estado fracturado de la Rusia Imperial, creando administraciones territoriales separadas para Ucrania, Bielorrusia y las repúblicas de Asia Central (Uzbekistán, Turkmenistán, Tayikistán, Kazajistán y Krigizstán).

Las provincias bálticas y polacas optaron por la independencia (perdida en la Segunda Guerra Mundial).

La lucha por la sucesión tras la muerte de Lenin se describe hábilmente y se dedica un capítulo a las décadas de gobierno de Stalin, que fueron testigo de la colectivización y las purgas políticas.

El canibalismo del bolchevismo, que devora a sus propios creadores acusándolos de traición, es peculiarmente difícil de comprender y Fitzpatrick lo sitúa a través de las tensiones con la Alemania nazi y el asesinato de un dirigente del partido en 1934.

Stalin fue un instigador, pero los juicios amañados, las ejecuciones y las deportaciones a los campos de trabajo de Siberia tomaron un impulso propio.

Un capítulo es dedicado al papel fundamental de la URSS en la Segunda Guerra Mundial, seguido de otro sobre el dramático deshielo político que se produjo con la muerte de Stalin en 1953.

Una amnistía trajo consigo la liberación de los presos políticos (para más información leer The Architects) y Jruschov se convirtió en el nuevo líder de la URSS, lanzando un asombroso proyecto de bienestar social que permitió a 100 millones de personas mudarse a nuevos apartamentos entre 1956 y 1965.

El material sobre Jruschov, Brezhnev y Gorbachov constituye una lectura fascinante, pues señala el carácter ampliamente igualitario de la sociedad soviética bajo sus administraciones y cómo todo cambió traumáticamente con el abrupto colapso de la Unión Soviética en 1991 y la salvaje conversión de Yelstin al libre mercado.

Mapa de la URSS. Foto de Gabriel /Flickr. Creative Commons License.

El epílogo de la relación de Moscú con sus repúblicas no rusas, una constante insidiosa en todos los capítulos, fue la garantía por parte de Alemania Occidental y Estados Unidos de que la OTAN liderada por Estados Unidos no se expandiría a Europa del Este tras la desintegración de la Unión: Fitzpatrick señala cómo Gorbachov «debería haber recordado que nunca hay que confiar en los capitalistas» y, como abogado, «debería haber sabido que las garantías se dan por escrito». Sus palabras tienen cierta relación con lo que está ocurriendo ahora en Ucrania.

“The shortest history of the Soviet Union”, de Sheila Fitzpatrick, está publicado por Old Street Publishing.

(Traducido por Monica del Pilar Uribe Marin)

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