Es en Latinoamérica la nación que recibe más migrantes pero que tiene la ley de migración más obsoleta. La llegada al país está llena de incertidumbres y el por qué lo escogen como escenario para una nueva vida es una pregunta que frecuentemente no se considera. Memorias de The Prisma. Diciembre 2017.
Marcella Via
Curcee es una mujer de 26 años que decidió dejar sus estudios de medicina que adelantaba en su tierra natal, Haití, para asistir a la universidad en Santiago y aprender sobre una nueva cultura.
Cuando llegó a Chile, después de haberse despedido por primera vez de su familia, encontró una realidad muy dura y diferente de lo que había imaginado, donde ser inmigrante sería su primer obstáculo.
De hecho, sus deseos de estudiar se vinieron abajo, pues como Chile tiene la educación universitaria más cara de Latinoamérica, cuando Curcee intentó aplicar para una beca, fue rechazada por su condición de migrante.
Hoy trabaja en una tienda de ropa de hombres y no ha podido ingresar a la universidad lo cual, sumado a que aún no se siente parte de la comunidad chilena, hace que tenga deseos de olver pronto a su país.
La nada alentadora experiencia de Curcee le lleva a advertir sobre la importancia de informarse bien antes de llegar a Chile, porque “lo que se dice del país no es verdad.
No te cuentan lo feo de Chile. Solo te dicen que es muy fácil conseguir trabajo y los papeles para poder quedarse, pero en realidad no es así”.
Curcee lleva ya dos años en Chile y sus deseos de estudiar medicina u otra carrera universitaria han quedado suspendidos por ahora. Sin embargo, el anhelo de aprender sobre una nueva cultura quizá lo ha cumplido al vivir el día a día.
Ella, al igual que los demás inmigrantes, poco a poco se va adaptando a la ciudad, convirtiendo a Santiago en un centro de encuentro de diferentes culturas y países.
Curcee cuenta que mientras que los almacenes son típicamente peruanos y ya se ha consolidado un imperio de restaurantes que ofrecen su cocina nacional, los trabajos más humildes, la limpieza de las y la venta de cualquier objeto envuelto en mantas inmaculadas, se están convirtiendo en un oficio haitiano.
No es exactamente el sueño que ha hecho que Curcee u otros como ella hayan dejado su país, pero es lo que hay. Esas son las posibilidades laborales que existen en la misma medida en que existe esa forma singular de hablar, que gusta tanto a los extranjeros. Sobre esto último se dice que el castellano de Chile es una lengua “cantadita”, caracterizada por el uso de tantos modismos que los mismos habitantes lo definen como “chileno” en vez de español.
Claro que con la llegada de personas como Curcee, en los últimos años las voces de Santiago han tomado diferentes acentos con notas más andinas, caribeñas o creoles.
Lo cierto es que dentro del contexto del continente latinoamericano, el país austral se ha afirmado como referente para los migrantes. Pero, ¿cuál es la razón? ¿por qué Chile?
La respuesta la tiene el investigador del Centro de estudios de conflicto y cohesión social de la Universidad Católica de Chile, Roberto González, quien explica que los migrantes ven a Chile como un destino atractivo porque el país les ofrece un “mejor trato” que en sus patrias.
Esto sucede en relación a temas de empleabilidad, seguridad y estabilidad.
Según algunas encuestas, Chile es el país dentro de la región con el nivel más alto de estabilidad económica y política. No obstante, el fantasma del laboratorio neoliberal instaurado bajo la dictadura de Pinochet sigue presente en Chile, dejando un nivel de desigualdad social enorme.
Esto hace que el “sueño chileno” sea inalcanzable para muchos de los migrantes que llegan.
Un aspecto importante es que el perfil de los migrantes que llegan a Chile cada día ha cambiado con el tiempo. Si bien antes eran individuos de baja calificaciones en busca de cualquier tipo de oficio, ahora también llegan profesionales más calificados y muchas personas que desean reunirse con sus familias.
Como ha reportado Extranjería, los migrantes que llegan a Chile tienen un mayor nivel de escolaridad por tener dos años más de formación. Consecuentemente, el 71,9% de quienes se trasladan consiguen empleo, en contraste con el 52,8% de la población local. Esto aumenta la xenofobia porque el chileno medio empieza a ver al migrante como un enemigo y competidor.
En cualquier caso, cabe destacar que la acogida de los migrantes sigue siendo un desafío muy grande para Chile. De hecho, las políticas públicas a cargo del tema son las mismas del año 1975.
Esto provoca una fuerte disonancia porque el país sudamericano que recibe más migrantes es el que tiene la ley de migración más antigua de la región.
Pero también, como lo ha advertido Curcee, es importante preguntarse qué tan reales son las posibilidades de desarrollo personal que se dice que Chile puede ofrecer al migrante. De hecho, como señala Universia, solo el 30% de los peruanos que llegan a Chile logran conseguir un trabajo profesional en bancos, empresas privadas o universidades.
El restante 70% trabaja como operario, obrero o doméstico. Esta no es la realidad a la que se enfrentan solo los peruanos, sino la mayoría de los migrantes que llegan desde América Latina y el Caribe.
La realidad a la que se enfrenta Curcee o cualquier otro inmigrante no se acerca a sus expectativas antes de dejar su país, lo cual representa un problema porque los migrantes se quedan al margen de la sociedad local.
La única forma de cambiar esto y de lograr una mejor integración es que el país salga de lo obsoleto que hay en su actual legislación de migración y que busque una mejor forma de acoger a los migrantes de Latinoamérica para poder lograr una sociedad multicultural.
(Fotos: Pixabay)