En Foco, Latinoamerica, Opinión

Perú, una sociedad rota

Los pueblos se alimentan de símbolos. Por eso la imagen de la mujer levantándose del barro o la del infante salvado por un modesto rescatista deben quedar en la pupila de todos. Son la imagen de una sociedad rota, quebrada por un régimen social que en el mundo hoy está en decadencia.

 

Gustavo Espinoza M.

 

Emir Castillo Cabana, el niño de casi tres años salvado de las aguas en Xicamarca el pasado 15 de marzo, y “la mujer de barro”, Evangelina Chamorro, rescatada en la misma zona y en una situación similar el 2017, simbolizan de alguna manera el horrendo drama que proviene del sistema capitalista que agobia a los peruanos en su variante más perversa: el “modelo” Neo liberal.

A ambos, y a los gobiernos peruanos que los administraron, les debemos el conjunto de iniquidades que hoy intranquilizan  a millones, y abren una puerta  para que el país cambie.

A esos gobiernos neoliberales les debemos una estructura de dominación que ha pauperizado a millones, acumulando inmensa riqueza en manos de unos pocos. El 3% de los peruanos ubicados en lo más alto de la pirámide social, gana el total que obtiene el 67% de los que menos tienen; el 78% de la Población económicamente activa (PEA), carece de empleo y está desocupada, por lo que se ve forzada a trabajar como vendedor ambulante o taxista y sobrevive en condiciones deplorables; y el nivel de vida del 40% de la PEA ha descendido en su en la última década.

Por otro lado, en las regiones “más ricas” del país por su descomunal minería, existe hasta un 67% de peruanos que vive bajo el límite de la pobreza; y el 87% de los niños en Cajamarca, Puno, Huancavelica, Andahuaylas o Cerro de Pasco sufre desnutrición crónica, y tiene los pulmones invadidos por plomo.

La salud no es un derecho, sino una mercancía y si un ciudadano no tiene recursos para pagar los servicios de una clínica privada, sufre de total desamparo. Si está “asegurado”, deberá mendigar una cita durante varios meses “para ser atendido”; y si no lo está, el Sistema Nacional de Salud lo tendrá igualmente en espera y le tocará hacerse el mismo los exámenes diagnósticos porque siempre el sistema de salud tendrá una excusa para no hacerlo.

Y la educación, tampoco es un derecho. El analfabetismo existe y hay millones de personas que saben leer, pero no entienden lo que leen o con el tiempo se volvieron analfabetos porque no tuvieron posibilidad alguna de aplicar sus conocimientos, ni recursos para seguir estudiando o comprar libros.

El sistema, además de mercantilizar la educación, ha denigrado la carrera docente y envilecido al magisterio estableciendo “Institutos Pedagógicos Privados” empeñados en repartir títulos como si fuesen volantes. Mientras tanto que el Estado subvenciona a las Universidades Privadas mediante el sistema de becas; las reconoce como “académicamente solventes” y libera del pago de impuestos a todas, para que se embolsen el total de recursos que obtienen a través de su “servicio educativo”, el más lucrativo de los negocios de nuestro tiempo.

Adicionalmente, se ha multiplicado la burocracia en todos los niveles creado Ministerios y dependencias públicas innecesarios. En 2017 arreciaron las lluvias, destruyeron caminos y cayeron viviendas y se alzó la voz de millones demandando ayuda para reconstruir la vida. El Presidente de entonces escuchó el reclamo y aseguró que debía impulsarse una “reconstrucción, pero con cambios”.

Eso, que debió ser una frase para impulsar obras, se convirtió en un monstruo burocrático con miles de funcionarios y altísimo presupuesto. Hoy, cuando se repite la tragedia, se confirma que no hubo ni reconstrucción, ni cambios.

Simultáneamente, se ha incrementado en cuatro veces el personal administrativo del Congreso de la República de tal modo que hoy hay 4 mil empleados para un total de 130 congresistas, lo que equivale a 26 trabajadores por cada parlamentario. Por lo demás, parlamentarios, ministros y otros altos funcionarios disponen de privilegios nunca antes vistos, y tienen beneficios adicionales, ingresos complementarios, seguros privados, tecnología de punta, y muchos otros que han creado una “casta gobernante” parasitaria, soberbia, pero inútil.

Mientras todo esto ha venido ocurriendo, los damnificados por las inundaciones de hoy, se han enterado que “no hay recursos” para comprar motobombas, habilitar partidas, o ayudarlos. Pero los recursos hoy se destinan a otra cosa: a adquirir alfombras, financiar bufets, embellecer oficinas; o adquirir bombas lacrimógenas y armas anti disturbios, o a financiar operativos militares y policiales como los recientes, que dejaron más de 70 muertos. Ayacucho, Andahuaylas y Puno saben de eso hasta el hartazgo. PL

(Fotos: Pixabay)

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