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Entre represión y revuelta, Francia renueva ‘La Marsellesa’

Las calles de Paris se han convertido en escenario de represión policial, ataque a la prensa  y resistencia popular. Son innumerables las denuncias por brutalidad policial, pues hoy en Francia se ataca el derecho a protestar  y a la libertad de información. Pero estas manifestaciones contra la reforma de pensiones han hecho que la  ‘guerra de clases’ haya retomado cuerpo y espíritu.

 

Foto de Teresa Galindo.

Miguel Ángel Ferris

 

La primavera se anuncia entre gases lacrimógenos y ruidos de sirenas. Un escenario y una melodía de fondo que hoy representan más a París que el sonido del acordeón y la imagen de la baguette.

Los airados manifestantes gritan que la temperatura ambiente es de 49.3 grados, el número del artículo de la Constitución al que Macron se ha acogido desesperadamente para imponer “por la fuerza” su polémica Reforma de las Pensiones.

Toda una nueva generación de jóvenes y estudiantes han vivido más de seis años bajo la ‘doctrina del shock’, auspiciada por Naomi Klein. Han sufrido consecutivamente la militarización por los atentados Yihadistas de Paris (2015) y Niza (2016), los dos años de aislamiento domiciliario por la pandemia, las huelgas de transportes públicos que han cambiado el modelo de movilidad urbana en París y la dura represión de las protestas de 2019 contra el recorte de las Pensiones.

Foto de Teresa Galindo.

Una generación que, al igual que la de mayo del 68, decidió que no tenía nada que perder y sí mucho que ganar si bajaban a la calle.

Brutalidad policial y resistencia popular

Las manifestaciones en Francia se retransmiten por los canales de televisión como en España se hace con las corridas y encierros de toros, ambas convertidas en banderas nacionales y a las que asisten los turistas con asombro pero interés, con algún riesgo de cornada o de porrazo policial.

Las Brigadas Moviles Motorizadas (BRAV-M en el argot policial) siembran el terror en la retaguardia de las protestas golpeando impunemente y sin tan siquiera bajarse del vehículo.

Son innumerables las denuncias por brutalidad policial que llegan  a los servidores de los computadores de la Inspección General de dicho Cuerpo Nacional. Hasta la Organización de las Naciones Unidas, el Consejo de Europa y Human Rights Watch han clamado por la defensa del derecho a la manifestación pacífica, sin mucho efecto.

Así como se reprimen violentamente las libertades de manifestación y de expresión en la via pública, también la libertad de información está siendo  pisoteada en Francia.

Doce periodistas han sido agredidos brutalmente por fuerzas policiales, insultados y, en ocasiones, sus cámaras destruidas.

Foto de Miguel Angel Ferris.

El gobierno amenaza con aprobar una nueva ley que prohibiría tomar y emitir imágenes de las actuaciones represivas.

También se anuncian cuantiosas multas por asistir a protestas no legalizadas por la prefectura.

El círculo autoritario ‘Macroniano’ se estrecha. La violencia tradicional de un Estado fuerte como el heredado del emperador Napoleón o el mismo que en 1871 borró del mapa La Comune, la primera sublevación socialista de la historia, vuelve a brotar a cada salto adelante que las clases populares se atreven a dar.

Del resurgir sindical al descrédito de Macron

Un profesor especialista en la historia de las pensiones francesas, afirma que la adopción de los métodos de autoorganización obrera heredados del anarcosindicalismo han permitido extender la fórmula de la “huelga reconducible”.

Foto de Miguel Angel Ferris.

Ésta devuelve el poder de decisión sobre la continuidad o no de las medidas de presión a las asambleas en cada empresa o sector.  Otras tradiciones como la de las “cajas de resistencia”, para cubrir los gastos mínimos de los huelguistas, vuelven a ser bien acogidas. “La imaginación al poder” ha dejado de ser un eslogan en la praxis de las clases trabajadoras.

La inesperada unión de todo el sindicalismo francés en torno a una exigencia irrenunciable, la retirada de la Ley de Reforma de las Pensiones, y el mantenimiento de la misma en todas las demostraciones públicas han permitido que el sindicalismo vuelva a recuperar el prestigio de antaño e incorpore a multitud de nuevos sectores precarios, la nueva economía y los servicios públicos. Esta renovada fuerza de choque ha permitido además de canalizar el descontento popular, -incrementado por el aumento de los precios y los gestos de desprecio del gobierno-, alejar a la extrema derecha de los cortejos multitudinarios.

Foto de Miguel Angel Ferris.

Esta formación y su líder, Marine Le Pen, han quedado a la expectativa de rédito electoral.

La caída de popularidad de Macron y la derecha clásica y un aumento conjunto al 26% de voto de la coalición izquierdista NUPES y del populista Rassemblement National, han sido las consecuencias.

Entre la rabia y la esperanza

Estos meses la calle ha vuelto a ser el escenario de un rito cultural de iniciación de las nuevas generaciones cuya repetición cíclica ha permitido dar los saltos históricos más importantes al país, siempre acompañado por el “bautismo de fuego” del baño de violencia y represión ejercidos desde los poderes del Estado.

Foto de Teresa Galindo.

Las consecuencias al desafío lanzado por el Pueblo francés contra Macron y los fuertes intereses económicos y financieros que éste representa, son muy diversas y profundas.

El descrédito de la V República fundada por De Gaulle y un parlamento cuyos votos ya no representan ni el peso numérico ni el sentir de la opinión pública de la mayoría, son algunas de ellas.

Todo es posible, hasta la caída precipitada del presidente banquero y su corte versallesca.

La revolucionaria canción La Marsellesa, vuelve a cobrar sentido cantada en el parlamento, en las fugaces barricadas y en las plazas.

La represión sangrienta y las nuevas Bastillas en donde se atemoriza a centenares de manifestantes sin causa, son el símbolo y la constancia de que la ‘guerra de clases’, tan olvidada, ha retomado cuerpo y espíritu en Francia.

 

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