Israel sigue haciendo caso omiso de sus obligaciones en virtud del derecho internacional, y la clase política británica es cómplice, porque ha permanecido impasible ante las atrocidades israelíes.
Chris Williamson / Dorset Eye*
El 17 de abril se celebró el Día de los Presos Palestinos, cuyo objetivo es poner de relieve la difícil situación de los palestinos injustamente encarcelados por el régimen israelí. Nunca he oído a ningún dirigente occidental pronunciarse contra el trato que la entidad sionista dispensa a los presos palestinos.
Israel está violando flagrantemente el artículo 9 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos de la ONU, que establece claramente que: «Nadie será sometido a detención o prisión arbitrarias».
Sin embargo, según algunos informes, sólo el año pasado, el régimen israelí sometió a 2.500 palestinos a órdenes de detención administrativa. Muchos de los palestinos que son objeto de este tipo de medidas son detenidos indefinidamente sin cargos ni juicio justo.
Y estos arrestos y detenciones arbitrarios se basan en «información secreta». No es jurisprudencia ética. En 2022 hubo 7.000 palestinos detenidos, entre ellos casi mil niños. En 2021, la cifra fue aún mayor, con 8.000 detenciones.
Y hay algo menos de 5.000 presos políticos palestinos retenidos actualmente por las fuerzas de ocupación israelíes.
Según un informe de 2017 de Addameer (organización palestina de apoyo a los presos y de derechos humanos), en los últimos 50 años, más de 800.000 palestinos han sido encarcelados o detenidos por Israel. Ahora se cree que esa cifra está más cerca del millón.
Las condiciones en estas prisiones israelíes son espantosas. Una descripción más apropiada sería llamarlas mazmorras en lugar de prisiones. Cubrimos estas mazmorras israelíes el año pasado en un episodio de Palestina Desclasificada que presento cada semana en Press TV.
Lo que descubrimos a través de nuestras investigaciones fue que estas mazmorras de ocupación han generado enormes beneficios para las empresas occidentales. Empresas como la tecnológica estadounidense Hewlett Packard, la de comunicaciones Motorola y la fabricante sueca Volvo, entre otras, se han lucrado con este sistema enfermo.
Así pues, el encarcelamiento de palestinos no es sólo una herramienta de opresión, sino que también se utiliza como instrumento para generar beneficios para las corporaciones capitalistas amorales.
Pero el régimen israelí también extrae beneficios de los presos palestinos endeudándolos por una serie de razones caprichosas y extravagantes. Los presos palestinos pueden ser multados por perderse el recuento de la mañana o por devolver tarde sus platos de comida a los carceleros. Incluso pueden ser multados por daños a la propiedad causados cuando los guardias sionistas les golpean dentro de la cárcel, o si se niegan a ser desnudados y cacheados, o por protestar por las condiciones dentro de las instalaciones en las que están detenidos.
Y la magnitud de las multas es colosal. Algunos palestinos se han visto incluso obligados a vender sus casas para pagar las multas de las cárceles israelíes, con la amenaza de pasar aún más tiempo en la cárcel si no se paga la deuda. Es una forma de empobrecer aún más a la población ocupada de Cisjordania.
Pero a pesar de la perversa brutalidad de la entidad sionista, o tal vez debido a ella, la oposición al régimen israelí crece en todo el mundo. Un ejemplo de ello fue el número de concentraciones y manifestaciones para conmemorar el Día de Al Quds. El mes pasado asistí e intervine en una gran manifestación en Londres con motivo del Día de Al Quds, que se celebró en Whitehall, justo al lado de Downing Street, por lo que el primer ministro habrá visto la fuerza del sentimiento expresado. El panorama era similar en al menos otros 80 países de todo el mundo.
Pero existe un desajuste entre la clase política de los países occidentales y el creciente apoyo a la liberación de Palestina entre el público en general. Aquí, en el Reino Unido, todos los partidos políticos son esclavos del régimen de apartheid de Israel. Esto se puso de manifiesto en el Reino Unido el mes pasado cuando el Primer Ministro británico recibió al criminal de guerra Benjamin Netanyahu en el número 10 de Downing Street.
Mientras tanto, el líder del Partido Laborista dice que apoya el sionismo, «sin reservas», a pesar de que es una ideología colonial racista de colonos, y ha supervisado una caza de brujas contra los miembros pro Palestina.
Además, el mes pasado el ministro británico de Asuntos Exteriores, James Cleverly, y su homólogo israelí, Elie Cohen, firmaron un nuevo acuerdo de relaciones bilaterales que supondrá una mayor cooperación entre el Reino Unido e Israel hasta 2030. El amplio acuerdo abarca la cooperación en diversos ámbitos, desde la defensa y las tecnologías cibernéticas hasta la cultura y la educación. Este último acontecimiento ilustra la insidiosa influencia del régimen israelí en los altos cargos políticos británicos.
Pero a pesar de la aquiescencia de los diputados británicos, los activistas de base siguen consiguiendo forzar el cambio.
Palestine Action, por ejemplo, un grupo de acción directa de base británica, ha expulsado al fabricante de armas israelí de su sede en Londres y ha forzado el cierre de una de sus fábricas en Oldham.
Pero la campaña no se detendrá hasta que Elbit Systems haya sido expulsada por completo del Reino Unido. Las duras tácticas policiales desplegadas contra los activistas de Palestine Action en Leicester, que están sitiando otra fábrica de Elbit allí, no han hecho más que reforzar la determinación de los activistas.
De lo que me he dado cuenta es que cuanto más aprende la gente sobre el régimen israelí, más se horroriza de lo que descubre. Por ejemplo, la última vez que Acción Palestina atacó la fábrica de Leicester, los vecinos de la zona salieron en apoyo de los activistas. Esto me da esperanzas de que el bien acabará triunfando sobre el mal.
*Artículo publicado originalmente en Dorset Eye.
(Traducido por The Prisma – The Multicultural Newspaper) – Photos: Pixabay