Globo, Mundo, Reino Unido

Palestina y la sombre larga del colonialismo

Durante los últimos catorce días han llovido misiles sobre la Franja de Gaza, un pedazo de tierra de veinticinco millas de largo y seis de ancho, algo menos de la mitad del tamaño de la ciudad de Nueva York. El ataque ha sido indiscriminado, sin piedad y es poco probable que se detenga pronto.

 

Fuente: Screen Grab Telegram.

Sul Nowroz / Real Media*

 

 Si usted se encuentra hoy en Gaza, estará rodeado de escombros y edificios derrumbados y de sofocantes nubes de polvo.

Algunos de los edificios dañados tienen partes de cuerpos desmembrados entre losas de hormigón caídas. El asesinato en masa es espantoso y sucio. Hay un olor rancio a carne podrida. Te apuñala las fosas nasales y, una vez inhalado, nunca se va del todo. De vez en cuando puedes sentir el sabor a metal en la boca. No tienes acceso regular a un cuarto de baño y no te has duchado en al menos una semana. En ocasiones te ves obligado a beber agua contaminada con polvo y arenilla, y cualquier otra cosa que flote en el aire. La mayoría de los días comes una vez. Rara vez es suficiente y el hambre es ahora tu compañera constante. Ves cómo tus hijos se alejan, cómo abandonan el juego y la risa. Tus hijos se desvanecen.

Te mudas. El hogar es un recuerdo. Encuentras refugio temporal en casa de un extraño: una habitación, un pasillo, un jardín. Los drones sobrevuelan tu cabeza y te atormentan con sus zumbidos. Es interminable. Unos días después, te ves obligado a mudarte de nuevo. El patio de un colegio. El pasillo de un hospital. El patio de una iglesia. Te llevas sólo lo que puedes cargar. A pesar del entorno, la vida es menos complicada; se trata simplemente de sobrevivir un día más. Tu presente y tu futuro se funden en uno.

Mesaje de Telegram (traducido).

Las noches son las peores, y te sientes desnudo y expuesto a la muerte. Es oscuro y peligroso, y mantienes cerca a tus seres queridos. Dormir es algo que solías hacer antes de todo esto. Ahora cierras los ojos y esperas los silbidos agudos y las explosiones ensordecedoras y estremecedoras que se precipitan hacia ti desde un cielo negro y amenazador. Ya no crees que vayas a salir vivo de esta.

Entre el 7 y el 21 de octubre han sido asesinados 4.400 palestinos, 1.800 eran niños y casi 1.000 mujeres. Cada uno tiene un nombre y una historia. Cada uno tenía un futuro.

Cuando los líderes coloniales, antiguos y nuevos, visitaron Israel esta semana, se produjo un extraño espectáculo.

¿Por qué dirigentes de capitales lejanas visitaban lo que ellos consideran un conflicto regional? ¿Por qué se invitó al presidente estadounidense Biden a asistir a una reunión del gabinete de guerra? Y, quizá lo más extraño, ¿por qué ninguno de estos líderes -del «Occidente civilizado»- hizo ningún intento de negociar un alto el fuego humanitario tan necesario? Más bien, todos dieron luz verde a Israel para que continuara con su furia asesina y destructiva. Lo que estamos presenciando en Gaza, y cada vez más en Cisjordania, no es un conflicto regional entre dos vecinos, ni un conflicto entre judíos y árabes. Lo que estamos presenciando es el puño despiadado del colonialismo golpeando, sin freno, a una población indígena. Cuando la presidenta de la Comisión Europea, Von der Leyen, y el presidente del Parlamento Europeo, Metsola, y el canciller alemán, Scholz, y el presidente estadounidense, Biden, y el primer ministro británico, Sunak, visitaron Israel, estaban allí para perpetuar el mito de una disputa territorial complicada por un impasse religioso.

En realidad, Palestina y su pueblo son una historia de colonialismo de colonos y tierras robadas, y de un pueblo indígena que desaparece lentamente.

Von der Leyen y Metsola y Scholz y Biden y Sunak. Foto de ©2023 S Nowroz.

Los amos coloniales estaban visitando el Estado guarnición de Israel, que sin su apoyo no existiría. Y Biden no era un invitado al gabinete de guerra, él es el gabinete de guerra.

A su llegada a Washington, Biden pidió al Congreso estadounidense 14.000 millones de dólares adicionales en ayuda de seguridad para Israel, además de los 3.200 millones de ayuda militar que ya se proporcionan anualmente.

La Marina estadounidense ha desplegado los grupos de ataque de los portaaviones USS Gerald R. Ford y USS Dwight D Eisenhower, el USS Bataan, un buque de asalto anfibio que transporta un par de miles de infantes de marina, y el USS Carter Hall frente a la costa de Gaza.

Aviones de transporte C-17 de la Fuerza Aérea estadounidense, cargados de armamento y municiones, vuelan ahora regularmente a la base aérea de Nevatim, al este de Gaza.

Proyecto para el nuevo siglo americano

La furia estadounidense con la mortífera irrupción de Hamás el 7 de octubre desde una Gaza asediada se remonta a un caluroso verano de 1996 y a un oscuro artículo publicado en la revista política Foreign Affairs. El artículo, titulado Toward a Neo-Reaganite Foreign Policy, fue escrito por dos neoconservadores: William Kristol y Robert Kagan. La crítica de quince páginas afirmaba que la política exterior estadounidense iba a la deriva y abogaban por un papel internacional más asertivo. Con el colapso de la Unión Soviética, los autores vieron una oportunidad para que Estados Unidos liderara un sistema global basado en el neocapitalismo -mercados sin restricciones, mínimamente regulados y depredadores- y esta posición de liderazgo estaría respaldada por un poder militar abrumador.

En 1997 Kristol y Kagan crearon un grupo de reflexión llamado Proyecto para el Nuevo Siglo Americano (PNAC), para abogar por «el liderazgo estadounidense a través de la fuerza militar y la claridad moral». Consiguieron veinticinco firmantes para su carta de lanzamiento: sólo una era mujer, Paula Dobriansky. Diez de ellos formaron parte de la administración de George W. Bush (2001-2009).

Fuente: Researchgate.net.

En 2000, sin embargo, la tracción era limitada y el PNAC seguía siendo una entidad marginal ignorada por muchos y desconocida por la mayoría. En un informe interno se especulaba con que el progreso sería lento a menos que se produjera «algún acontecimiento catastrófico y catalizador, como un nuevo Pearl Harbor».

Como un nuevo Pearl Harbour

El 11 de septiembre de 2001, Estados Unidos experimentó su «nuevo Pearl Harbour» en una serie de ataques devastadores que acabarían con la vida de casi 3.000 personas. George W. Bush estaba en la Casa Blanca. Cristiano renacido, afirmó en una ocasión: «Siento que Dios quiere que me presente a presidente«.  Bush se dirigió a la nación flanqueado por el vicepresidente Dick Cheney, el secretario de Defensa Donald Rumsfeld y el adjunto de Rumsfeld, Paul Wolfowitz, todos ellos firmantes de los estatutos de la NPAC. Habló de una cruzada contra los enemigos del país y aludió a una doctrina de política exterior preventiva de inspiración «divina».

Bush y el equipo de la NPAC se apresuraron a poner en marcha sus planes. En primer lugar, había que neutralizar las amenazas a la seguridad y derrocar a los Estados hostiles. En segundo lugar, había que llevar a cabo una ambiciosa estrategia de transformación, especialmente en Oriente Medio, de donde procedían los autores del 11 de septiembre, sustituyendo la tiranía por un sistema de neocapitalismo que favorecía claramente a Estados Unidos. Las culturas y costumbres autóctonas tenían poco valor. La democracia era un complemento.

Fuente: desconocida.

Bush y sus discípulos del NPAC fracasaron a la primera, al igual que el sucesor de Bush, Barak Obama. En 2020, la Universidad Brown publicó un informe sobre la llamada guerra de Estados Unidos contra el terror. Concluyó que el proyecto de seguridad desplazó a entre 48 y 59 millones de personas, un nivel sólo visto durante la Segunda Guerra Mundial. En mayo de este año, el Washington Post informó de que el número de muertos en los veinte años de guerra contra el terrorismo ascendía a 4,5 millones de personas.

Trump, los acuerdos de Abraham y la supresión de Palestina

Donald Trump fue el primer presidente de Estados Unidos que asumió el cargo sin ninguna experiencia gubernamental o militar. Tabula rasa: era un borrón y cuenta nueva y, contrariamente a su imagen pública, se deja influir fácilmente por quienes le rodean.

Al igual que sus predecesores, Trump estaba dispuesto a transformar Oriente Próximo, que veía como un «lugar problemático». Pero, como empresario, se inclinó naturalmente por la vía de la transformación económica, reforzada por la fuerza militar. «Estados Unidos tiene mucho que ofrecer, con la economía más grande y poderosa de la historia del mundo», presumió ante los líderes de Oriente Medio en 2018. Y algunos le hicieron caso.

En febrero de 2019, el yerno y asesor de Trump para Oriente Próximo, Jared Kushner, se fue de road trip regional haciendo escala en Omán, Baréin, Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos (EAU) y Catar. Con poco poder soberano o riqueza, la Palestina ocupada no figuró en su itinerario.

Kushner, un vendedor consumado, estaba vendiendo el acuerdo del siglo, una cortina de humo de acuerdos comerciales y de defensa que darían como resultado efectivo el dominio económico de Estados Unidos sobre la región y su subyugación. Lo más alarmante es que el acuerdo negaba a los palestinos una patria mediante la pérdida de derechos y tierras en favor del Estado de guarnición de colonos de Israel.

Foto de ©2023 S Nowroz.

Fue un soborno muy público a los vecinos regionales de Palestina a cambio de ayudar a Estados Unidos e Israel a expulsar a Palestina y a su pueblo. Es un tratado vergonzoso, deshonesto y cruel.

El 15 de septiembre de 2020, Bahréin y los EAU firmaron los Acuerdos de Abraham (anteriormente denominados el acuerdo del siglo).  Marruecos firmó en diciembre de 2020 después de que Estados Unidos e Israel acordaran reconocer su reclamación sobre el Sáhara Occidental. Sudán firmó en enero de 2021, después de que Estados Unidos lo retirara de su lista de países terroristas.

Hace dos semanas, las acciones del 7 de octubre hicieron descarrilar temporalmente los Acuerdos de Abraham. EE.UU. no es signatario de los Acuerdos, es el arquitecto de facto y el campeón basado en una ideología que se remonta al artículo de Kristol y Kagan de 1996, que proponía el dominio económico estadounidense a través del poder, el músculo y los representantes. Ahora somos testigos de lo decidido que está Biden a poner en práctica esa ambición.

*Artículo publicado originalmente en Real Media.

(Traducido por The Prisma – The Multicultural Newspaper) – Fotos: Real Media y Pixabay

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